Olatz Barriuso-El Correo

  • Las absurdas reacciones a la presunta trama corrupta en el PSOE de los partidos que sostienen a Sánchez ocultan que sencillamente no pueden, o no quieren, dejarle caer

Primera constatación: «los socios» de Pedro Sánchez no existen como tal. Son partidos muy diferentes, con objetivos y preocupaciones de lo más dispares. Por mucho que haya quien interesadamente les haya querido meter a todos en el saco de una inexistente «mayoría progresista». Sin embargo, es pertinente señalar que, a la hora de responder al tsunami de los audios del triunvirato corrupto -presuntamente- Ábalos-Koldo-Cerdán, las fuerzas políticas que dan sustento al Gobierno se han atenido a un patrón común: ganar tiempo.

Y ponerse dignos, todo sea dicho, pero sin que el rasgado de vestiduras se concrete en nada. Incluso, deslizando que todos son iguales menos ellos, por supuesto. En esa categoría, se ha llevado el premio gordo la ministra de Sanidad, Mónica García, que en plan Escarlata O’Hara ha declamado: «Malditos sean los Cerdán, los Koldos, los González Amador, los Bárcenas y todos aquellos que corrompen las instituciones». Ya nos contará en otra ocasión qué institución ha corrompido el novio de Ayuso, procesado por fraude fiscal. En la modalidad ‘reparto de responsabilidades’ ha descollado también EH Bildu: Pello Otxandiano, al tiempo que pedía «honestidad» y «contundencia» a Sánchez, denunciaba una conjura «de la extrema derecha» para derribarle. Ojo, porque, aunque pueda parecer que la tesis de la conspiración de oscuras fuerzas retrógradas se ha agotado sepultada por la catarata de audios vergonzantes, el propio presidente habló el jueves de «asedio» a su Gobierno tras pedir perdón. Nota al pie: es de suponer que a fuerzas que abanderan el feminismo como credo central les estomagarán las grabaciones en que Koldo y compañía se reparten mujeres como cromos. De momento no han dicho nada.

Otra reacción, más estrambótica aún, es la de exigir que se repartan las cartas de nuevo para ganar poder, como si eso tuviera algo que ver con las corruptelas y las mordidas que desgrana el demoledor informe de la UCO. Ahí sorprende el temple inaudito de Yolanda Díaz al pedir un «reseteo» de la legislatura para relacionarse «de igual a igual» con Sánchez. Debe de ser que, en el mundo de Sumar, una trama corrupta no mina la credibilidad del PSOE, sólo le hace más vulnerable al chantaje.

Dejamos para el final la respuesta de Junts y PNV. Los de Puigdemont, que se han quedado de golpe y porrazo sin interlocutor en Suiza, piden que se respete la presunción de inocencia; Aitor Esteban se sorprende de que, con su compungida ‘performance’ en Ferraz, Sánchez haga como si el informe de la Guardia Civil fuera ya sentencia. Curioso, como poco, que el PNV parezca reprochar a los socialistas que, al extirpar sin miramientos a Cerdán y renunciar a la estrategia dilatoria/autoexculpatoria, le pongan más difícil seguir sosteniendo al Gobierno sin rubor o sin que sus bases empiecen a pedirles cuentas por el posible desgaste.

Porque eso y no otra cosa oculta la escenificación de «los socios». Un rótulo descarnado rezaba ayer en un informativo matutino de gran audiencia: «Los socios prefieren tragar basura que apoyar a Feijóo». Pero no es tanto que el remedio les parezca peor que la enfermedad. Eso es lo de menos y, en algunos casos, puro postureo. Lo que sucede es que simplemente no pueden dejar despeñarse a Sánchez o, sencillamente, no quieren. De momento. Y todos se miran de reojo, a ver quién es el guapo que salta del barco.

En el primer grupo está el PNV: no tanto porque con Rajoy colocara el listón en que medie una sentencia judicial. Eso les permite, en realidad, seguir ganando tiempo: de tres a cuatro años, calculan, hasta que llegue la presumible condena. La realidad es que los jeltzales gobiernan con el PSE en todas las instituciones vascas y romper con Sánchez con aspaviento y golpe de pecho, además de dejar en el limbo la transferencia del régimen económico de la Seguridad Social, el gran botín con el que Sabin Etxea sigue relamiéndose, obligaría al PSE a distanciarse de inmediato. Un salto al vacío difícil de ejecutar con un PP vasco debilitado numéricamente (por eso el PNV nunca ha querido que los populares desaparezcan en Euskadi, por si las moscas). Es complicado pensar que exista una mayoría alternativa que permita al PNV seguir gobernando sin acuerdo con los socialistas. La idea sigue siendo reeditarlo, de hecho, y si es posible cerrarlo antes de las elecciones de 2027 para evitar un posible cambio de cromos entre los socialistas y Bildu: yo te dejo gobernar en Gipuzkoa, tú a mí en Vitoria.

Pero dos años son una eternidad en política. ERC da muestras de soportar peor que el resto el hedor que emana de Ferraz y puede arrastrar a Bildu y al BNG. Aunque de momento no lo parezca. Para Rufián, que eso suceda depende de que se demuestre que «han robado a manos llenas». Si Junts da por amortizada la factura que le pueden pasar a Sánchez, una vez validada la amnistía y a expensas del Supremo para el regreso de Puigdemont, puede tener la tentación de empujar la legislatura por la borda. Los socios, eso también les une, sólo danzan al son de sus propios intereses. Aunque eso les haga decir cosas absurdas y pueda hartar a sus estupefactos votantes.