Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Tanto la idea de una financiación singular para Cataluña, como el método de la negociación que debía ser bilateral, son cuestiones incluidas en los acuerdos que pactaron Santos Cerdán con Jordi Turull, por el lado de Junts, y Félix Bolaños, con Oriol Junqueras, por el de ERC, cuando negociaban los apoyos a la investidura de Pedro Sánchez. El acuerdo es dañino para la solidaridad del conjunto y repugna a la tradicional postura socialista al respecto. Es de imposible cumplimiento en la práctica, pues aquí ‘singularidades’ las tienen todas las comunidades y es lesivo para los que aportan más al sistema y para los que reciben menos de él. Es todo eso y, además, es coherente. ¿Tendría algún sentido negociar la ‘singularidad catalana’ de manera multilateral con el resto de las comunidades autónomas? Obviamente no. De tal manera que los independentistas catalanes solo reclaman ahora lo que pactaron antes. Máxime cuando ellos han cumplido con su parte del trato que era votar a favor en la investidura de Pedro Sánchez, que duerme en La Moncloa gracias a ellos. Luego, en el pleno del 23 de abril, los republicanos presentaron una moción en el Congreso para concretar eso de la financiación ‘singular’ para Cataluña. Curiosamente, en un alarde de coherencia, el PSOE votó en contra de lo que había pactado esgrimiendo que la propuesta «no era justa» y sí era electoralista. Genial.

Pero llegaron las elecciones catalanas y con ellas apareció la necesidad de recuperar el apoyo independentista para la investidura, ahora la de Salvador Illa. A los socialistas le fue bien en las urnas, aunque en grado insuficiente, y a los republicanos lo suficientemente mal como para necesitar un trofeo, como el de la ‘singularidad fiscal’, para poder presentarse ante su grey embellecidos de nuevo con el aura de conseguidores y desprenderse así del tufo a ‘botifler’ que les impregnó su cercana y dilatada colaboración con Sánchez en Madrid.

Por eso, lo que era injusto en abril se ha convertido en impecable, conveniente y razonable. Como ve, esto de la ‘singularidad fiscal’ se puede pactar, rechazar, proponer y ¿conseguir? Todo a la vez en cuestión de meses, dentro de un panorama donde la coherencia huye, la sensatez se escapa, la cohesión desaparece, la conveniencia se impone y los agravios se expanden. ¡Qué bonito y edificante es todo esto! Otro tema. Si los condenados por malversación en el caso de los ERE no han malversado, según dictamina el TC convertido en nueva instancia judicial, ¿sería abusivo y fanguista preguntar quién ha malversado? ¿O es que todo ha sido un simple fenómeno físico de evaporación de 700 millones de euros? Pues vaya sorpresa.