En esta antesala manicomial de la previsible investidura de Pedro Sánchez sometido a las sucesivas imposiciones de separatistas y filoetarras hasta que sus delitos y crímenes ya le son respetables, el presidente en funciones se ajusta como un guante a la definición de Napoleón sobre el diablo cojuelo de Talleyrand: “Venderías a tu propio padre si obtuvieras beneficio”. Esta circunstancia es ya innegable cuando ha sido obligado a levantar el telón y no le ha quedado otra que emerger en escena -justo en la semana de la Fiesta Nacional- al lado de quienes niegan la Nación Española. Un Viernes de Dolores, en pleno puente festivo, en el que, por primera vez, un presidente de Gobierno se ha reunido con el brazo político de la banda terrorista que ha exterminado a casi mil españoles, junto a un sinnúmero de extorsionados y más de 200.000 desplazados en un genocidio que Sánchez legitima. No sólo por conveniencia para seguir en el machito, sino por connivencia con un cambio de régimen que descabalará la convivencia yendo contra una España constitucional que nota el acecho de los galgos. Pero que no se resigna y que glosa, sin advertirlo explícitamente, la “Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos” de Quevedo al conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV: “No he de callar por más que con el dedo, / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo.”
Así, Sánchez humilla la cerviz ante el inhabilitado Junqueras, al que indultó contra el dictamen del Tribunal Supremo que lo condenó por sedición, y ante el prófugo Puigdemont, al que se ha comprometido a amnistiar, así como ante el bilduetarra Otegui, al que lleva blanqueando cuatro años, a más de exonerar a los reos de ETA. De esta guisa, Sáncheztein y el triunvirato que le asiste, cuya razón de ser es destruir España -como la de Hamás, del que son afines, aniquilar Israel-, son los cuatro jinetes del apocalipsis constitucional que prefigura una investidura fúnebre que, en lógica consonancia, advendrá en el mes de los muertos.
Ahora bien, hasta que el reloj parlamentario no marque la hora de la investidura, Puigdemont se reserva el placer de arrastrar a Sánchez y hacerle apurar hasta las heces el cáliz con los votos que implora para sostenerse como un tentetieso en La Moncloa. Estrujando la afición de Sánchez por la canasta, se guarda el tiro de gracia sobre la bocina para tener al exjugador estudiantil en un ay, una vez ha ligado su suerte a la de quien ya no devolverá a España para ser juzgado sino para que lo juzgue a él. Entre tanto, Sánchez ordena a su “cocinero del infierno” Santos Cerdán, quien negoció Navarra con Bildu, que baje otra vez el averno para que, entre tinieblas, cierre el trato amartillando el féretro de la nación.
Observando a Sánchez tan risueño con los agentes de ERC, Junts y EH-Bildu, diríase que es uno de esos tontos dichosos que sonríen más cuanto más insalvables son los daños que infligen
En lo que bautiza, ora de “reencuentro”, ora de “convivencia”, en homenaje a Orwell y al neolenguaje para ocultar la ominosa verdad, el líder socialista lleva a su apoteosis esa rendición preventiva que explica tantas tragedias. Para salir bien librado, adopta lo que el sociólogo Saka Tong, un japonés criado en México, llamó “el manual del perfecto agachado” y cuya clave es salvar el honor fingiendo ceguera para no darse por zaherido. Observando a Sánchez tan risueño con los agentes de ERC, Junts y EH-Bildu, diríase que es uno de esos tontos dichosos que sonríen más cuanto más insalvables son los daños que infligen.
Con un PSOE que declina del constitucionalismo y deviene en tropa de Sánchez, por lo que ya sólo cabe hablar de Partido Sanchista descolgadas las dos últimas letras de sus siglas y ser la tercera la inicial del apellido de su caudillo, estas citas –singularmente, al lado de la bilduetarra Merche Aizpurúa, sentenciada por apología del terrorismo- corroboran lo predicho en 2005 por la madre coraje socialista Pilar Ruiz, a raíz del asesinato por ETA de su hijo el ertzaina Joseba Pagaza, al hoy portavoz parlamentario del PSOE, Patxi López: “Haréis cosas que nos helarán el corazón”. Mucho más al exhibirse Sánchez ebrio de contento con quien imprimía los objetivos criminales desde su pasquín etarra para luego humedecer su pluma en la sangre homicida. Doce de ellos fueron socialistas a los que vilipendian su tumba, como la de Fernando Buesa, y a los que se afrenta al emparejar su sonrisa con las hienas. Sánchez hace público olvido para no disgustar a forajidos que sí reciben, por contra, el homenaje que a ellos se les niega con la permisión de un presidente dizque socialista, pero muy progresista. Los muertos, al hoyo, y el vivo de Sánchez al bollo.
Además de su propio manual de resistencia, Sánchez se aplica el vademécum del Zapatero que emprendió una vía del que no le alejaron ni las bombas etarras y que aseveraba que las palabras deben servir a la política, y no al revés. Quien hogaño personifica la terquedad satisfecha lo eleva con impudicia a la enésima potencia. No obstante, yendo tan lejos desde que catalogó de rebelión el golpe para rebajarlo a “crisis política” o desde que pidió agravar las penas para derogar en seguida la sedición y abaratar la malversación indultando (y ahora amnistiando) a sus adalides, Sánchez se las ve y se las desea para camuflar una estafa rayana en alta traición. Ello compele a jueces resueltos como los berlineses que atajaron el desafuero de Federico II contra el harinero cuyo molino tupía la vista de la estancia imperial.
Se hace el ofendido en compañía de un nutrido coro de plañideras mediáticas que se rasgan las vestiduras porque la gente no calla y protesta como el jueves con ocasión del Desfile de la Hispanidad. ¡Qué escándalo! ¡Un gobierno prófugo del Estado de Derecho al que abuchean!
Para hacer tragar con ruedas de molino lo que ayer era no, hoy es un ya veremos y mañana un sí rotundo, Sánchez y sus cien mil asesores, al equiparar casi en número a los soldados de los que se proveyó el duque de Angulema para restituir al felón Fernando VII, ponen en danza trapacerías sin freno. Al tiempo, se hace el ofendido en compañía de un nutrido coro de plañideras mediáticas que se rasgan las vestiduras porque la gente no calla y protesta como el jueves con ocasión del Desfile de la Hispanidad. ¡Qué escándalo! ¡Un gobierno prófugo del Estado de Derecho al que abuchean! ¡Qué maleducados y desaprensivos son estos españoles con los que los vejan, en vez de enmudecer de dicha! Encamado con EH-Bildu para asegurarse el voto de los “txapotes”, Sánchez se malhumora con la afectación de aquella dama francesa de alta cuna y baja cama que, sorprendida por su marido en el tálamo nupcial con su amante, la adultera le espeta al burlado: “Ya veo que prefieres hacer caso a lo que ves, y no a lo que yo te digo”.
Sánchez va más lejos y no se para en barras ante quienes lo ponen ante del espejo. Así, junto a la estratagema para desviar la atención ciudadana sobre el asunto capital de dejarlos sin nación y sin democracia, recrea al bravucón que irrumpe en el bar e inquiere quién narices ha dejado un chihuahua a la entrada. Cuando la dueña se identifica y pide disculpas, la mala bestia le apremia para que acuda rauda. Su chucho va a aniquilar a su rottweiler. “Perdone, pero carece de sentido. ¿Cómo va a liquidar mi perrita a un perrazo?”, objeta. “Es que su chihuahua -refuta- se le ha atragantado a mi rottweiler y va a morir atorado”. Así osa Sánchez dárselas al ciudadano: con mal pan y una pizca de sal.
A base de velar un asunto grave con otro mayor, persigue que la opinión pública, bajo el trato lábil de una supuesta renuncia la unilateralidad frente a la cual ha desarmado al Estado, transija con una amnistía ilegal que borra el delito golpista y penaliza a las instituciones españolas, del Rey abajo todos, y se abra a una consulta supervisada por un relator en línea con las cláusulas secretas de la Claudicación de Pedralbes de 2018 que reveló el expresidente Torra y que Sánchez escamoteó a raíz de la exhibición constitucionalista de la madrileña Plaza de Colón. Un sexenio después del “golpe parlamentario revolucionario” -como lo conceptuó Antón Costas, ex presidente del Círculo de Economía barcelonés-, Sánchez rinde la soberanía nacional a quienes insisten a todas horas en despedazarla.
Ahí se encierra la gran verdad de tanta mentira en una España que se encamina hacia un Estado anómico en el que la norma básica sea la arbitrariedad. De esa mano, atropella derechos esenciales un Sánchez que, tras coadyuvar a sacar a España de Cataluña, sienta las bases, al rehabilitar y aliarse con quienes fracasaron en su golpe, para sacar ahora a Cataluña de España a través de una fórmula demorada que, si la secesión cae como fruta madura, le pille a buen recaudo y corra a cuenta de otros tan irreversible hipoteca dados los precedentes de otros golpistas catalanes alzados tras amnistiarlos. Toda abyección se acomoda en quien, con darle una porción de poder, lo reclama todo con irrefrenable ambición.
No en vano, los gerifaltes de los ERE rubricaron el pliego socialista solicitando el sufragio para Sánchez el 23-J y hoy recompensa su “patriotismo de partido”
A la amnistía a los golpistas catalanes y a sus agios, Sánchez anuda también, como una ristra de chorizos -nunca mejor dicho-, el indulto a la cúpula socialista en Andalucía condenada por la mayor estafa a una administración pública como fue el desfalco milmillonario de los ERE. No le pesa ni arruga tener declarado en 2014 que sentía vergüenza de que un político indultara a otro y anunciar en 2016 una iniciativa para “exigir la prohibición de los indultos para los delitos relacionados con la corrupción”. Quien se pasó años fundamentando los saqueos en las televisiones para progresar como meritorio, prodiga ahora a sus correligionarios el perdón evitando agravios comparativos con golpistas y filoetarras. No en vano, los gerifaltes de los ERE rubricaron el pliego socialista solicitando el sufragio para Sánchez el 23-J y hoy recompensa su “patriotismo de partido”. Luego de justificar un latrocinio por una “paz social” que sufragaba una delictuosa red clientelar, de igual forma cuela de matute una “autoamnistía” por una convivencia que es conveniencia y connivencia.
Ante lo que está por llegar rumbo a un cambio de régimen y de metamorfosis de una España de ciudadanos libres e iguales por otra de tribus bajo el falaz marbete de la pluralidad de pueblos donde los derechos cívicos serán arrollados, hay que entender el gesto grave de Felipe VI en la solemnidad de la Fiesta Nacional. Sin perder por ello un ápice de afabilidad ni de emotivo orgullo de padre junto a la princesa Leonor en vísperas de su jura de la Constitución como heredera al Trono. No es para menos cuando un desaprensivo primer ministro que desconoce la lealtad deja al rey inerme ante los conjurados enemigos de la Nación y de la Corona, y eso que de tanto torear con la izquierda el monarca se ha lesionado esa muñeca apareciendo en la recepción real con una férula. Un aparente símbolo del ayer como la Monarquía, aunque buena parte de las democracias europeas estén coronadas, deberá acudir al rescate del mañana que avizora un laberíntico hoy en el que el suelo firme durante tantos años se resquebraja por la labor de zapa del socialcomunismo y del soberanismo centrífugos.
Portillo de la Traición
Frente a los reveses del destino como cabeza de la Nación y rodeado de enemigos en su propio Reino, Felipe VI, como el que busca el sol a medianoche, procura estar en su sitio en un ejercicio de resistencia a una lóbrega realidad que evoca aquellos versos del romancero castellano sobre el zamorano Portillo de la Traición: “Rey don Sancho, rey don Sancho!, / no digas que no te aviso, / que de dentro de Zamora / un alevoso ha salido; / llámase Vellido Dolfos, / hijo de Dolfos Vellido, / cuatro traiciones ha hecho, /y con esta serán cinco”. Debe ser cosa del carácter circular de la Historia y de esta España empecinada en naufragar.