Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Nuestro guiñol parlamentario no se va a denigrar más por que él tome la palabra

Confieso que me ha molestado la pronta descalificación a la que se han tirado algunos ante la mera idea de que Tamames encabece la moción de censura que Vox va a presentar al Gobierno. Y, entre esas descalificaciones, las del PP me han parecido no sólo lamentables sino sintomáticas de hasta qué punto son contagiosas la arrogancia y la vacuidad sanchistas. Me refiero a los comentarios de esos diputados sin nombre que se han colado en la prensa: «Va a ser un circo con palomitas», «un ‘show’ impredecible», «el regalo de una inesperada victoria a Sánchez»…

Vayamos por partes. La vida parlamentaria española ya es hoy un circo con palomitas gracias a fenómenos acrobáticos como el belarrismo animalista o el triple salto mortal que ha dado Irene Montero sobre el vacío legislativo, judicial y penal con esa ley-bodrio del ‘solo sí es sí’ que ha abierto las jaulas a todas las fieras del zoológico penitenciario. La Cámara Baja y la Cámara Alta vienen siendo un ‘show’ impredecible desde hace cinco años; desde aquella moción de censura contra la corrupción presentada por un tipo que ha acabado rebajando a la mitad las penas por el delito de malversación (que es el de la corrupción política por antonomasia) siempre y cuando «no haya ánimo de lucro o enriquecimiento personal». Esta es la paradoja malabar y ferial: lo que justificó aquella moción (el de Rajoy era un «partido corrupto») es lo mismo que ahora atenúa el castigo: si los fondos malversados son para un partido, según Sánchez, son menos corrupción. El Congreso de los Diputados y el Senado ya son hoy las pistas circenses sobre las que el Gobierno en pleno hace puro contorsionismo político cada día que consigue mantenerse sobre el alambre del poder.

No. Nuestro guiñol parlamentario no va a denigrarse más de lo que ya lo está por que en él tome la palabra Tamames y no hable de diputados, diputadas y diputades. Al contrario, lo que vamos a escuchar es la voz cabal de la Transición frente al gallinero populista. Lo preocupante no es que un gran economista nonagenario nos recuerde el tono civilizado que trajo la democracia a este país. Preocupantes son los gagás de treinta y cinco años que han traído esta política de la ocurrencia y la soberbia que no reconoce sus errores más clamorosos. Tamames no le va a regalar ninguna victoria a Sánchez. Lo que regala a Sánchez una y mil victorias es el silencio. Feijóo le ha dicho a Tamames eso de «si fueras mi padre, no te dejaría hacerlo». Yo, si fuera el hijo de Feijóo, no le dejaría decir genialidades como esa de «Todos los españoles somos catalanes con independencia de dónde vivamos igual que los catalanes son gallegos y andaluces vivan donde vivan». En fin, ¡que hable Tamames, por favor!