Miquel Giménez-Vozpópuli
- Lo mismo que en España: nada. Pero en inglés
Pasarán años hasta que España como nación pueda hacer que se olvide el ridículo que están haciendo Sánchez sus mariachis. Uno, que ya tiene cierta edad, recuerda con añoranza aquellos tiempos en los que, verbigracia, Madrid era elegida para celebrar una conferencia de paz internacional entre israelíes y árabes, cuando el CESID era el primer servicio de inteligencia del mundo que supo que en la URSS se iba a dar un golpe de estado contra Gorbatxev, cuando en Barcelona y en Sevilla se celebraban los JJOO y la EXPO o cuando dirigentes como Mitterrand, Kohl, Pertini, Reagan o la Reina de Inglaterra venían a nuestro país con respeto.
Ahora estamos en manos de un narcisista histrión que pordiosea una frase de Biden en un corre que te pillo por los pasillos de Europa y que acude a los USA a nada, porque, por no recibirle, no le recibe ni el alcalde de Nueva York. A servidor se le cae el alma a los pies. Sánchez no ha acudido acompañado de ningún empresario del IBEX, que sería lo suyo, y tampoco le recibirá nadie que tenga un peso mínimo de cara a las inversiones que necesitamos como agua de mayo. Sánchez no será entrevistado por ninguna cadena importante, teniéndose que contentar con entrevistillas en medios locales en los que, para más INRI, me lo dejan desarbolado como sucedió en Nueva York. A la primera pregunta, referida a por qué no visitaba Washington, se hizo un Mariano Ozores embarullándose tanto que mejor hubiese sido que se callara.
Tenemos una clase política que son, lo digo con todas las letras, unos paletazos, paletazos de boina enroscada, unicejos, campeones en partir piedras a cabezazos y en concursos de ver quién orina a mayor distancia. Servidor creía que en materia paletoide lo había visto todo con los políticos catalanes, que Déu n’hi do, que decimos en vernácula, y que después de Homs era imposible encontrar ejemplo de gañanía superior. Pero Sánchez ha demostrado que, a gañán, no le gana nadie. Ni siquiera Ábalos, oportunamente cesado antes de que la justicia dijera que ir a apagar el fuego de la línea aérea Plus Ultra era precipitado, anulando el aval del gobierno. Volviendo al asunto, Sánchez es uno que no ha salido jamás del pueblo y se asombra cuando ve un rascacielos, un quiero y no puedo, uno que gusta del brilli brilli y del cuanto más caro, mejor, que para eso he ganado. Y los yanquis, que le tienen tomada la medida al socialismo desde Zapatero y su culo pegado a la silla cuando pasaba la bandera norteamericana, han dicho que se la pique one chicken, que la deja colorá.
Sánchez ha demostrado que, a gañán, no le gana nadie. Ni siquiera Ábalos, oportunamente cesado antes de que la justicia dijera que ir a apagar el fuego de la línea aérea Plus Ultra era precipitado, anulando el aval del gobierno.
Sánchez ha ido a los Estados Unidos a lo mismo que va a cualquier sitio, a figurar, a fingir que es un hombre de estado, a ver si a fuerza de hacer ver que es presidente acaba por serlo ni que sea un poquito. Lo que pasa es que no cuela verlo deambular más solo que el chico de la cabra, rodeado por los miembros de seguridad, algún periodista de aquí que lo ha acompañado allí y los asesores de turno. Intuyo que lo próximo será verlo pegadito al escaparate de Tyffany’s con gafas de sol y pamela, cantando Moon River.
Y uno se pregunta ¿de verdad hacía falta este viaje? ¿Pa qué? Porque allí no nos van a volver a mirar a la cara hasta que nos desprendamos de la rémora comunista – por menos que eso se montó la red Gladio en la Italia de Berlinguer cuando el PCI quiso tener la cartera de defensa – y pongamos de presidente a alguien que sepa las cuatro reglas. Luego hay quien se extraña que el eje geopolítico se haya deslazado hacia Marruecos. Normal. Mohammed inspira más confianza a la Casa Blanca y la NSA que Moncloa y sus compañeros, compañeres, compañeris.
En total, que Sánchez ha ido a la tierra de Míster Marshall a hacer un poquito más el ridículo, porque no le viene de aquí. Próxima parada, África. Y así va entreteniéndose el muchacho mientras la historia avanza inexorablemente, dejándole cada día más y más en la orilla de esta.