Gorka Maneiro-Vozpópuli

La Unión Europea ha entrado en pánico, y no hay cosa más paralizante que el miedo

Algunos nos decían que no iba a ser para tanto pero resulta que está siendo incluso peor de lo que algunos nos temíamos. La deriva del Partido Demócrata americano, el auge del wokismo y el hartazgo de las clases medias y trabajadoras americanas podrían explicar parte del éxito electoral de Trump, pero nada de eso puede hacer que aceptemos sin más ese discurso populista  que ya conocíamos, su trayectoria delictiva o sus intenciones políticas, ni que debamos obviar la amenaza que su segunda presidencia supone para el mundo y, en concreto, para nosotros mismos como ciudadanos europeos. Mucho, lo sé, era y sigue siendo palabrería barata, pero ¿acaso no sabemos el daño que pueden hacer solo las palabras? El problema es que no es solo verborrea sino malas ideas dispuestas a ser puestas en práctica. Y ya ha comenzado.

Entre sus primeras intenciones, además de los aranceles ya impuestos y la absurda guerra comercial desatada, recuperar el control del Canal de Panamá bajo la amenaza de que, en caso contrario, «algo muy gordo va a pasar», o la pretensión de arrebatar Groenlandia Dinamarca o su deseo de absorber Canadá para convertirlo en parte de EEUU, medidas que es posible que nunca ocurran y que incluso solo sean bravuconadas típicas de un cretino irresponsable, pero que no hacen sino confirmar el imperialismo mental de Trump, acostumbrado a lo largo de su vida a hacer cuanto fuera necesario para alcanzar sus objetivos personales, profesionales o políticos, casi siempre con dinero de por medio y a menudo esquivando el cumplimiento de la ley.

Otra de sus ocurrencias ha sido la presentación informal de su supuesto plan para Gaza, que consistiría en vaciar parte de Palestina de palestinos, deportarlos a Egipto y a Jordania, asumir el control del territorio junto con Israel y a continuación reconvertirla en la Riviera de Oriente Medio. Lo dijo en rueda de prensa junto con Benjamín Netanyahu, sobre quien pesa orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y lesa humanidad. Una cosa es apoyar a Israel en su legítima defensa ante el terrorismo criminal de Hamás que pretende borrar a Israel de la faz de la tierra y otra obviar los excesos cometidos por Israel y la situación humanitaria en la que se encuentra ahora mismo Gaza, tras más de cincuenta mil muertos. Una cosa es trabajar para eliminar el terrorismo y posibilitar la existencia de dos Estados democráticos que compartan fronteras en paz y seguridad o proponer reconstruir el territorio para la población palestina y otra hacerse con el control de la franja, vaciar Palestina de gazatíes y reconstruirla sin palestinos para convertirla en destino turístico. Luego ya si eso los palestinos deportados podrían volver si quisieran a su lugar de origen. Son gansadas propias de un necio, ciertamente, pero ni son inocentes ni son inocuas, y pueden ayudar a Hamas a justificarse a sí mismo, por mucho que no tenga justificación alguna.

Pero Trump se ha rendido ante Putin y le ha dado la razón en la principal idea fuerza que debería deslegitimarse: que la ley de la fuerza es útil para conquistar nuevos territorios. Como Chamberlain con Hitler

En su política en relación a Ucrania ha llegado más lejos, porque ha pasado de las palabras a los hechos con la legitimación del dictador Putin y su invasión ilegítima y criminal de un país extranjero, otro a quien lo busca la Corte Penal Internacional por sus crímenes de guerra, dictadorzuelo de esos con los que parece entenderse especialmente bien Donald Trump. Eso sin olvidar los crímenes que Putin lleva más de dos décadas cometiendo en Rusia, donde cada opositor democrático que osa hacerle frente es asesinado «en extrañas circunstancias»: o se cae por las escaleras, o es envenenado, o es tiroteado. Cualquier acuerdo de paz que se firme en relación a Ucrania debe pasar por la salida de las tropas extranjeras de su territorio, la recuperación de los territorios anexionados por Putin por la fuerza de las armas y el cobro de las indemnizaciones que correspondan por la destrucción sufrida a manos de Rusia. Porque el agresor no puede salirse con la suya y la paz que se pretenda debe ser justa para que pueda ser duradera. Pero Trump se ha rendido ante Putin y le ha dado la razón en la principal idea fuerza que debería deslegitimarse: que la ley de la fuerza es útil para conquistar nuevos territorios. Como Chamberlain con Hitler. Y que se pudran en sus tumbas los centenares de miles de ucranianos asesinados por Rusia. China ya piensa en anexionarse Taiwán y Maduro en eternizar su dictadura. Trump no plantea un acuerdo de paz sino la rendición de Ucrania, que, por cierto, tiene perfecto derecho a acercarse a la Unión Europea o a la OTAN, sin que Rusia pueda decir nada al respecto. Ya sabemos, claro, que defender derechos legítimos no vale de nada; y que toda guerra es evitable mediante la rendición de quien ha sido agredido. De momento, la lucha heroica del pueblo ucraniano, liderado por Zelenski, ha servido para que hoy no sea un satélite más de Rusia. Veremos por cuánto tiempo.

Hay que pasar de las palabras a los hechos: funcionar como una sola entidad política, reducir la burocracia, incrementar el presupuesto de Defensa o disponer de un ejército propio

Hay que pasar de las palabras a los hechos: funcionar como una sola entidad política, reducir la burocracia, incrementar el presupuesto de Defensa o disponer de un ejército propio

Trump está estableciendo un nuevo orden mundial para repartirse el mundo con Putin y el chino Xi Jinping (o para ser su fiel escudero o subordinado), y de donde la Unión Europea queda fuera, consecuencia de su desunión, de sus garrafales errores y de su falta de estrategia y empuje político. Y de la ausencia de líderes como los hubo en el pasado. La semana pasada, en la Conferencia de Múnich, J.D. Vance, el ayudante del sheriff, explicitó la quiebra entre EEUU y Europa; lo hizo de manera chulesca, sí, pero después de rendirse ante Putin. Agradecemos su claridad, así sabemos a qué atenernos; y nos sirve para recordarnos que debemos despertar, si es que queremos pintar algo en el mundo del siglo XXI.

Europa se revuelve ahora y se pregunta qué hacer con Trump ahora que viene a cambiarlo todo. De momento, la Unión Europea ha entrado en pánico, y no hay cosa más paralizante que el miedo, así que más vale que reaccionemos cuanto antes. Hay que pasar de las palabras a los hechos: funcionar como una sola entidad política, reducir la burocracia, incrementar el presupuesto de Defensa o disponer de un ejército propio que nos permita defendernos de nuestros enemigos y dar respuesta a nuestras necesidades. Porque la pregunta no es tanto qué hacemos con Trump sino qué hacemos con nosotros mismos.