- Disney ha hecho un daño incalculable, los occidentales hemos crecido personificando a los animales
Disney ha hecho un daño incalculable, los occidentales hemos crecido personificando a los animales. Es un condicionamiento de gran intensidad, tanto por la mayor penetración del medio audiovisual como por lo masivo de la gran mentira sobre la naturaleza. El bombardeo permanente a los menores en momentos de especial receptividad, de entretenimiento, desencaja para siempre sus posibilidades de relación con un entorno no artificial. En el caso de los adultos muy impresionables, que empiezan a ser legión, la adhesión a la aberración no cesa jamás. La prosopopeya siempre se ha usado, sí, pero ni Esopo, ni Samaniego ni La Fontaine desarmaron a generaciones, las inhabilitaron para entender la vida que rodea a la humana. Una sin conciencia de finitud, sin pasado ni futuro, sin moral. Disney y la tecnología lo han borrado de las cabecitas, pero ser humano consiste básicamente en protegerse de peligros atroces, en conquistar la naturaleza. Los marxistas deberían saberlo.
Como consecuencia de la gran mentira, los medios –incluyendo los especializados– destacan, para emoción de sus audiencias, ciertos casos excepcionales, como la gorila que salva a un bebé humano. Entonces las bellas almas, entre lágrimas, exclaman como si la siniestra idiotez se les hubiera ocurrido a ellos: ¡Son mejores que los humanos! O alguna tontería parecida. Pero no, hombrecitos Disney: la excepción confirma la regla, ley que resulta bastante sencillo inducir, sin necesidad de llegar a formularla. Que una gorila cuide a un bebé humano que ha caído en su jaula del zoo es la moneda que queda de canto: las otras posibilidades no son cara o cruz sino cruz o cruz. El niño será destrozado en cuestión de segundos y sin miramientos. Los gorilas no tienen miramientos. Sin la contribución de Disney no existiría ahora mismo una fuerte corriente que pretende otorgar derechos prácticamente humanos a gorilas y otros simios.
Lo preparan ya, impostando unos conocimientos científicos de los que carecen, puesto que en este terreno todo es ideología. En primer lugar, su padre intelectual, Peter Singer (propagador del principio de que vale más la vida de un simio sano que la de un bebé con una enfermedad crónica), estuvo relacionado con el Animal Liberation Front, que solía colocar bombas en lugares donde se experimentaba con animales. Pese a lo cual la academia, nuestra intelectualidad sin idiomas, y hasta ese banco español que te da la turra con anuncios de pesados felicísimos, han elevado a Singer a los altares paganos. Hasta tal punto ha dejado el mundo de leer, hasta tal punto asiente acrítico a lo que dicta la izquierda hegemónica, que ni siquiera se plantea la perversa obviedad: si a efectos jurídicos el simio va a ser como el humano, entonces el humano va a ser como el simio. Si bien la conclusión no es exacta: el humano va a ser menos que el simio. No soportaríamos un vídeo donde se pateara a un chimpancé hasta la muerte. Sí soportamos los machetazos y patadas a la cabeza de un hombre.