Tonia Etxarri-El Correo

Ni los incendios consiguen sofocarse, con 350.000 hectáreas quemadas, ni las llamas de la confrontación política se van apaciguando una vez el presidente del Gobierno decidió interrumpir por un rato sus vacaciones para presentarse ante la opinión pública con una caja vacía envuelta en el lazo de un pacto que olía, más que a humo, a chamusquina. Después de que Pedro Sánchez culpara a la emergencia climática para sacarse un pacto de Estado de la chistera que soliviantó a los presidentes de las comunidades autónomas afectadas por el fuego, porque su prioridad es que les llegue más ayuda, el desfile de ministros ha sido descorazonador.

En primer lugar porque la titular de Defensa, Margarita Robles, reconocía que no se podrá acabar con los incendios hasta que remita la ola de calor. ¿O sea que habrá que recuperar la tradición rural de otro siglo de sacar a las vírgenes en procesión mientras se canta «que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva»? No parece un método muy eficaz. Cuando el Gobierno reconoce su incapacidad -que lo suyo le ha costado- la propaganda se le viene abajo. La de los medios públicos, la de Óscar Puente y la de Félix Bolaños. Tampoco salió airoso el ministro Óscar López cuando reapareció ayer en la escena para protestar por las quejas de los presidentes de las comunidades gobernadas por el PP. Que arrimen el hombro y que no se comporten como tertulianos, vino a decir.

Un respeto para los tertulianos, ministro. Al menos no generalice. Que muchos de ellos (y ellas), aparte de criticar la dejación de funciones del Gobierno cuando vienen mal dadas y se desata una catástrofe por falta de previsión y de inversiones, recopilan datos para que la sufrida ciudadanía no se quede solo con los eslóganes de la propaganda y puedan comparar. Así es que mejor que no los equipare con la oposición porque cada cual desempeña su respetable función.

El Gobierno no cumplió con la suya en las primeras horas de la catástrofe. Su pasividad inicial fue notoria. Esta tragedia ha dejado al descubierto la falta de prevención, la carencia de inversiones y la ausencia de empatía. Ha habido mucha ideología y poca preparación y ahora vienen las consecuencias.

Para tomar decisiones preventivas es preciso contar con un diagnóstico acertado. Y si los incendios han sido provocados, en su mayoría, por la mano del hombre entre pirómanos y negligencias evitables por falta de desbroce ante las dificultades burocráticas, no se puede estar hablando del cambio climático como principal causa de los siniestros.

Si la inversión pública en prevención de incendios se ha desplomado a la mitad en la última década eso es debido a una decisión política. Hablar de pactos, sin proponerlo siquiera al líder de la oposición, y no de la falta de medios es una táctica demasiado descarada para escapar de un problema que no se sabe cómo resolver ¿Qué piensa hacer el Gobierno para evitar los próximos incendios? ¿Esperar a que llueva? Puede que el Gobierno esté desbordado. Pero no ideologicen más. Como ocurrió con la dana y con el apagón. Hagan el favor.