Para quienes moran al otro lado del muro de la «mayoría progresista», el sanchismo ha adquirido la condición de fatal calamidad. La secuencia de atolladeros de los que ha emergido triunfante por la mínima el presidente ha suscitado una razonable frustración entre los que esperaban que cada nuevo apuro para cuadrar sus cuentas parlamentarias fuera el último.
Es tal la implacabilidad tumoral de las estructuras de poder sanchistas, tan resistente la cizaña que siembra, que muchos ya sólo aguardan alguna clase de intervención providencial para desalojar a Pedro Sánchez del poder.
Y así, cada destello de nuestro firmamento político se interpreta como augurio del fin próximo de la tribulación socialista.
Podemos llamar a este asidero de la voluntad garcía-pajas mentales, por la permanente atención que tributa la derecha a cualquiera de los pronunciamientos cáusticos del presidente castellano-manchego Page.
¡Cuántas veces ha depositado la oposición sus esperanzas en ese ser mitológico, el «barón socialista crítico», siempre al borde de una insurgencia interna que invariablemente se ha materializado en la nada!
¿Qué ha quedado de los signos de una inminente sublevación de las federaciones del PSOE que parecían vaticinar los desencuentros desatados por el próximo Congreso Federal del PSOE? Por lo pronto, el «díscolo» Juan Lobato ya ha depuesto su animosidad, no sea que Ferraz presente una candidatura alternativa para el congreso regional del partido.
Hacerse garcía-pajas mentales es el wishful thinking de creer que, aunque la aparentemente indigestible amnistía fuera deglutida, el cupo catalán, este sí, encontraría una insalvable contestación entre los correligionarios socialistas.
Hacerse garcía-pajas mentales es pensar que el despechado Ábalos custodia una información comprometedora que, cuando se detone, deflagrará sin remedio a la nomenclatura socialista.
García-pajas mentales son las que se hace el PP cuando se empecina en soñar con atraer a la derecha nacionalista a su órbita para desajustar la aritmética de bloques de Sánchez.
García-pajas mentales son las que nos hacemos todos cuando, como hoy, queremos leer en una de las acostumbradas amenazas de Junts al Gobierno un resquicio por el que se filtra la luz de una moción de censura fructífera.
El caudal imaginativo de la oposición se dilapida en una cabalística fútil, en lugar de asumir que el postsanchismo no vendrá de algún diputado airado del Grupo Mixto o de un gerifalte socialista cuyo sustento depende de la fidelidad.
El refugio en un Deus ex machina es la otra cara del desistimiento de la batalla discursiva para alterar el equilibrio ideológico español. El mismo que explica que, ante la encrucijada de elegir entre la vendetta o frenar el advenimiento del ominoso gobierno ultraderechista, hasta el más resabiado de los discrepantes vaya a optar siempre por lo segundo.