¿Qué nos están diciendo los mercados sobre la invasión rusa de Ucrania?

Juan Ramón Rallo-El Confidencial

  • Empobrecimiento de Rusia y de las economías europeas combinado con un encarecimiento global de materias primas dentro de un contexto de insuficiente moderación monetaria

La reacción de los mercados financieros ante la invasión total de Ucrania por parte de la Rusia de Putin ha sido, hasta cierto punto, esperable. 

En primer lugar, las bolsas europeas cayeron con distinta intensidad. Mientras que la bolsa rusa se hundió un 35%, los mercados europeos cerraron con caídas entre el 3% y el 4%. Por su parte, las bolsas estadounidenses ni se inmutaron e incluso registraron subidas al cierre de la sesión. Esta divergente incidencia de la guerra sobre la renta variable responde claramente a la expectativa de los inversores sobre qué economías (o, al menos, qué compañías cotizadas dentro de las distintas economías) pueden salir potencialmente más dañadas del conflicto. Como es lógico, las empresas rusas más internacionalizadas son las que pueden salir peor paradas, sobre todo por las sanciones concertadas que impongan la Unión Europea, EEUU y Reino Unido (especialmente focalizadas sobre el sistema financiero ruso).

Pero, a su vez, tampoco perdamos de vista que las economías europeas pueden igualmente salir muy mal paradas debido al encarecimiento de las materias primas que importamos desde la zona: los casos más conocidos son, desde luego, los del petróleo y el gas (que ayer experimentaron fuertes subidas durante los primeros momentos de la jornada, cuando no se sabía hasta qué punto las sanciones afectarían a la importación de energía), pero también hay otras materias primas importantes que podrían afectarnos (por ejemplo, el 30% del trigo que consume Europa procede de Ucrania, de modo que si, se interrumpe el suministro, se encarecerán). A mayores precios de estas materias primas, más se estrangulará el crecimiento de las economías europeas (EEUU tiene, a ese respecto, mayor autonomía frente al suministro ruso-ucraniano) y, por tanto, más sufrirá su tejido empresarial. 

En segundo lugar, los activos refugio también exhibieron ayer un comportamiento dispar. Por un lado, la deuda pública de los Estados más solventes se revalorizó (cayeron sus tipos de interés), tal como es habitual y previsible en estos casos: es el caso de la pública estadounidense o alemana, pero también, aunque en menor medida, de la española. En cambio, y como también resulta bastante comprensible, la demanda de deuda pública rusa (cuyo acceso a los mercados financieros globales se ha visto restringida por las sanciones) se hundió y sus tipos de interés se elevaron a máximos desde la invasión de Crimea. Cuando los inversores se muestran temerosos sobre el futuro, buscan refugio en activos que proporcionen un flujo de caja estable: y pocos activos son capaces de proporcionar un flujo de caja estable como aquél que viene respaldado por un Estado con una fuerte capacidad fiscal.

Estos mismos efectos también fueron observables, aunque con matices, en el mercado de divisas. La moneda fiat es un pasivo gubernamental similar a la deuda pública, de modo que su comportamiento debería ser análogo al de esta. Ahora bien, como en este caso comparamos el valor de una moneda con el de otras monedas (a través del mercado de divisas), podemos observar qué monedas se están revalorizando más en cada momento frente a otras. Y aquí la conclusión es clara: el rublo se hundió ayer más de un 10% frente al dólar y el euro también se depreció respecto al billete verde. ¿Por qué razón? Pues previsiblemente porque si la economía europea se debilita más que la de EEUU, el Banco Central Europeo retrasará cualquier subida de tipos de interés mientras que la Fed es improbable que haga lo propio.

En definitiva, la reacción de los mercados ayer, en medio del caos y la incertidumbre que representa una ofensiva total contra Ucrania, nos proporciona algunas de las claves sobre las repercusiones económicas que podría llegar a tener este conflicto: empobrecimiento de Rusia y de las economías europeas combinado con un encarecimiento global de materias primas dentro de un contexto de insuficiente moderación monetaria. Sin duda, unas tendencias que nos acercarían a la temida estanflación.