No esperemos que los planes pedagógicos den resultado cuando casi todas las opciones democráticas, incluida la izquierda, obvian cualquier discurso político frente al acoso del radicalismo abertzale. Sobre éste, el ciudadano se forma criterio con las opiniones que expresen las diferentes instancias, y el lehendakari es una fundamental.
Quedó para la posteridad aquella frase de Unamuno con la que manifestó su malestar y desencanto ante el ambiente humano que le rodeaba: «¡Qué país, qué paisaje y qué paisanaje!». Y es que la culta y solidaria Euskadi, con más ONG filantrópicas que tabernas y más donantes de órganos del mundo, tiene una juventud que rechazaría tanto tener un vecino de ETA como a un acosado por ésta. Hay que agradecer mucho el saberlo, pues nos es muy útil tener esta información para poner en su justa medida la opinión que tenemos de nosotros mismos, permitiéndonos considerar que en una sociedad sin este tipo de valores tan inhumanos, donde derechos de las víctimas y victimarios se invierten, y la piedad por el perseguido desaparece, difícilmente hubiera sobrevivido el terrorismo.
Le preocupa al promotor de la encuesta, Víctor Urrutia, catedrático de sociología urbana, estos datos, explicables en su opinión porque el terrorismo ha contaminado y «secado los pozos éticos» a una parte de la sociedad, ante lo que aboga por la necesidad de fomentar una cultura cívica. Pero no es sólo eso. Ya conocen ustedes las reticencias del nacionalismo en general en llevar a las escuelas el plan para la convivencia y la palabra de las víctimas del terrorismo, y su constante presión para amalgamar el mensaje de éstas con el de otras, por dignas de solidaridad que sean, producidas por otros fenómenos como el GAL, con el fin de apagar su discurso. Estos comportamientos acaban teniendo serias consecuencias, como lo es también la excesiva comprensión de lo que rodea al terrorismo vasco y la predisposición a un trato favorable a poco gesto que haga. Esto también influye perniciosamente en la cultura de las masas.
No hay que esperar que planes pedagógicos den resultado cuando casi todas las opciones democráticas del país, incluida la izquierda, obvian cualquier discurso político frente al acoso antidemocrático. El momento es crucial ante la legalización del radicalismo abertzale, pues de la opinión que de ella, sin endiñársela directamente a los jueces, se tenga en diferentes instancias, y el lehendakari es una fundamental, el ciudadano forma criterio. Pero si la respuesta va por la tangente tras ponerse de perfil, como lo bueno que sería recibir a Sortu porque los jueces la habrían legalizado, o que no se va a poner en peligro la paz por mantener un pacto de gobierno, se está no sólo sugiriendo una consideración favorable del asunto sino que se evita un discurso con mínimo mensaje explícito.
En los últimos tiempos algo se opinaba declarando que los pasos eran positivos pero insuficientes. Ahora, ante el formal volantazo de Batasuna, ni esa mínima consigna se mantiene, es más vaporosa la declaración, no opta ni decide nada, y por ello da mayor apariencia de valorarlo positivamente. Mientras la capacidad dialéctica de la vieja Batasuna es rotunda, pues qué le importa a ella modificar unos estatutos si al final salvan a ETA, los demás volveremos a errar, ya que si ponemos en valor lo insuficiente acabaremos aceptando lo inaceptable.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 1/3/2011