TONIA ETXARRI-El Correo
Tres días después de la caída de Afganistán en manos de los talibanes, apareció por fin ayer la imagen del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, reunido en una videoconferencia para demostrarnos que estaba trabajando. En su cuenta de Twitter. Una imagen fija. Un intercambio de impresiones con la ministra Margarita Robles y el titular de Exteriores, José Manuel Albares, para transmitirnos que está en ello. Seguimos sin saber qué piensa del vuelco que ha dado Afganistán. Porque los tuits anteriores con los que se había comunicado con el mundo exterior consistían en dar el parte técnico de la salida de los aviones para repatriar a los funcionarios que se habían quedado atrapados en el emirato islámico. Nada que ver con la puesta en escena de otros mandatarios de los países de nuestro entorno europeo. Alemania, Gran Bretaña y Francia llevan días coordinando esfuerzos. Merkel, Boris Johnson y Macron interrumpiendo sus vacaciones para rendir cuentas, hablar con su oposición y tranquilizar a sus compatriotas han dejado en evidencia a Pedro Sánchez por su falta de reflejos.
Que ya ha salido el segundo avión rumbo a Kabul no era el mensaje que esperaba oír (en este caso, leer) de su presidente la ciudadanía de este país.
Ante tal situación de vacío, pedir que Sánchez compareciera públicamente para explicar el plan de repatriación de los ciudadanos españoles y de los afganos colaboradores no era una excusa para ejercer de oposición. Lo pidió desde el PP Pablo Casado porque el silencio del presidente, en plena crisis de cambio de régimen en Kabul, resultaba llamativo.
Es cierto que España, últimamente, tiene poco peso internacional. Pero ha estado prácticamente en todas las misiones de la OTAN (con excepción de Kosovo). Merece que el presidente de un país que ha estado implicado en la ayuda a Afganistán durante casi 20 años dé la cara. Son 102 españoles los que murieron sobre el terreno. Son muchos muertos. La situación requiere una comparecencia de primer nivel. Y que nos cuente cómo ve el vuelco en el nuevo emirato. Hemos visto a los talibanes dar ruedas de prensa pretendiendo lavar su imagen. No quieren venganza y las mujeres afganas serán felices con su sharia (!qué oxímoron!). Pero los hechos presentan otra realidad. En Herat, donde el 60% de los estudiantes universitarios son mujeres, ya se les ha ordenado que regresen a sus casas. Y que esperen hasta que las asambleas de la milicia decidan sobre su futuro. La credibilidad de la palabra de los talibanes está muy cuestionada.
Las mujeres que han padecido su régimen anterior temen que, en cuanto se apaguen los focos sobre el país, vuelvan al mundo de las tinieblas. El alegato de la periodista afgana ante la OTAN no pudo ser más estremecedor. ¿Qué piensa, presidente? ¿No cree que las autoridades americanas y las europeas, con Borrell a la cabeza, pueden incurrir en cierta precipitación al dar carta de naturaleza al nuevo emirato de los talibanes? Atentos al próximo tuit de Sánchez. !Ah! no. Que va a presidir hoy un gabinete de crisis. A su ritmo.