Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 21/3/12
Una vez instalado el caso Gil en los peldaños de la justicia, no sería conveniente por higiene democrática dilatar en exceso los trámites procedimientales y así sustanciar cuanto antes las incógnitas que arrastra esta engorrosa polémica, capaz de ensuciar por el camino manos diferentes. A estas alturas, la Fiscalía debe resolver todavía si el cuñado del lehendakari cometió tráfico de influencias en la recepción de un dinero que le permitió pagar su chalé y, en paralelo, la Diputación disipar las dudas sobre la filtración del dossier divulgado en prensa.
De momento, Bizkaia, acertadamente, investiga la divulgación del informe de Hacienda después de comprobar la inquietud creciente generada dentro y fuera de la propia institución por esta maniobra que sigue aún a la búsqueda de autor. A la tarea de desentrañar la madeja podría contribuir, sin embargo, una inminente citación ante testigos y siempre en sede oficial —las Juntas Generales, la Agencia de Protección de Datos o el mismo Juzgado de Guardia, entre otras opciones de rango similar— del mensajero particular que llevó a más de un periódico el pasado 12 de marzo el voluminoso sobre que contenía una copia de los 400 folios relativos a las irregularidades de Melchor Gil con la Hacienda de Bizkaia. Así, podría explicar quién le entregó la documentación, dónde la recibió y qué órdenes se le dieron para cumplir eficazmente el servicio. Por cierto, y para localizar al mensajero no sería necesario ningún trabajo extraordinario de investigación: valdría con requerir la cinta de seguridad donde quedó grabada la entrega de uno de los dossier en el edificio central de un periódico de Bilbao. Y, a partir de ahí, que el mensajero diga la verdad.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 21/3/12