Juan Carlos Girauta-ABC
- Hay seres cuya mentira congénita se detecta a la legua. A Rodríguez le descubría uno la trola antes de que hablara
Zapatero asoma la cabecilla, entre vuelo a Caracas y vuelo de Caracas, para contarnos que Ciudadanos ha sido un mal experimento. Se entiende que le molestara el espacio creado entre los dos partidos de turno, no tanto por la pereza de tener que añadir un elemento en los análisis cuanto por la dificultad que un liberalismo fuerte representaba para los explotadores del antagonismo, los muñidores de divisiones insalvables, los beneficiarios de las dos Españas, los guerracivilistas, los binarios. Los Rodríguez, vamos.
Lo que opine Zapatero no tiene mayor importancia, pero esa voz, que la insidia ha ido adornando con matices mefistofélicos de asiento business, va directa a la amígdala, al cerebro reptiliano, como lo haría un olor característico. El olor
del chapapote cuando Rodríguez renunció a ser Sagasta. Tengo para mí que algo en su interior se desperezó ahí: la conciencia de que, cuando pensaba en Cánovas, comprendía las razones de Angiolillo.
Porque hay personajes así. Líderes que son una desgracia. Figuras a las que vemos la tramoya de lejos, y el cartón. Seres cuya mentira congénita se detecta a la legua. A Rodríguez le descubría uno la trola antes de que hablara. Sánchez es su prolongación perfecta, una muestra inexplicable y viviente del puro afán de bronca para encabronar. Porque creerlos, lo que sea dice creerlos, tengo para mí que no los haya creído nunca nadie. Sí se les ha visto, en sus respectivas épocas, la sana intención de reventar los consensos constitucionales. Y ahí se les ha adherido la anti España.
Rodríguez es el principal lobbista de la autocracia venezolana. Allí donde las fuerzas del, digamos, orden asesinan a cinco mil floyds al año. La forajida internacional Delcy le llama «mi príncipe», ella sabrá por qué. En la ascendencia venezolana sobre el progrerío español, a Zapatero le sigue Iglesias, verdadero Telémaco de ese Ulises atlántico. Y los de la ceja, casta que ya se ha olvidado, han pasado en herencia de padre a hijo.
Rodríguez abomina de Ciudadanos -y qué-, pero usa la voz «experimento», que chirría. Podría estar sugiriendo de nuevo, como se hacía cuando Albert Rivera, que el joven partido era una probatura del Ibex. Si así fuera, nos repugnaría especialmente, toda vez que nada recibió del Ibex, salvo presiones extemporáneas, aquella formación nacida para el sacrificio. Ciudadanos, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello. Ciudadanos, niño yuntero de la democracia crepuscular que nació, como la herramienta, a los golpes destinado.
¿Experimento de quién, Rodríguez? ¡Deje de proyectar, que parece Alfredo! (No Pérez: el de Cinema Paradiso) Quien todo lo concibió como un experimento fue usted: el tripartit, el Estatut, la ETA y su faisán, el cheque bebé, el no hay ninguna crisis, el Plan E, el déficit de dos dígitos o el envenenamiento de la «memoria histórica». ¿Por qué no te callas?