Federico Jiménez Losantos-El Mundo
AYER agarró un rebote monumental Irene Montero por la mesa redonda que, moderada por Lucía Méndez, reunirá en el Congreso de los Diputados a mujeres relevantes de la política, la ciencia y la universidad. Digo relevantes por su trayectoria profesional de muchas décadas, no por llevar dos años en un puesto destacado pero dependiente del Macho Alfa, que es quien pone cargos y reparte cargas.
Contra los disparates y trolas de su manifiesto, el voto femenino en España, uno de los primeros del mundo, nace en la dictadura de Primo de Rivera y cuaja en el famoso debate parlamentario de Clara Campoamor y Victoria Kent, en la II República. El voto salió adelante gracias a un sector de la izquierda –el radical-socialista– pero, sobre todo, a la Derecha, en especial al partido radical de Lerroux y también el grupo agrario y el vasco-navarro que era carlista-peneuvista.
Las izquierdas tras su derrota, condenaron a la muerte política a Clara Campoamor. Sus verdugos fueron hombres como Prieto y Azaña, al que trató mucho Josefina Carabias (Los que le llamábamos don Manuel), pero, sobre todo, las políticas de la Izquierda. Por cierto, Carabias, madre de mi primera compañera de columna en Diario 16, Carmen Rico Godoy, fue excelente cronista parlamentaria, pero la pionera periodística fue Emilia Pardo Bazán (Exposición de París) y después Sofía Casanova y Carmen de Burgos.
Hace años escribí en EL MUNDO un retrato de Clara Campoamor –heroína de la libertad, víctima del sectarismo– en la serie, luego libro, Los nuestros. Y en él cuento cómo lo importante en el debate célebre, que fue su tumba, no fue el sexo, sino las ideas políticas y los intereses de partido. Es la misma razón por la que ayer Montero, sectaria como Kent y Nelken, denunció la «contraprogramación» de actos «al margen del movimiento feminista», que naturalmente representa ella y sólo ella. «Será muy difícil que se visibilice en el Congreso que hay mujeres que estamos haciendo huelga y parando», dijo la diputada, que espero no cobre el tiempo que no trabaja, porque todos le pagamos el sueldo para que trabaje. Para montar numeritos, a la calle y en domingo.
¿Quiere Montero que se visibilice a las huelguistas de la bancada que pastorea? Es fácil: que salga Tania Sánchez de detrás de la columna. No al burka de estuco. No al cobrador de Teherán.