ARCADI ESPADA-EL MUNDO

Hay un modo realista de aceptar la supresión de las autonomías. No es por su actividad sino por su inactividad. Si la élite política del nacionalismo catalán trató de asaltar la democracia española, también es porque se aburría. Siempre se dijo del golpismo clásico: hay que tener cuidado de que los militares no se aburran en los cuarteles, porque les vienen fantasías. Este es el grave problema del Gobierno en su negociación presupuestaria: nada puede ofrecer a la Generalidad. El modelo autonómico se ha cerrado por un agotamiento que haría feliz a cualquiera con dos dedos de frente. Hay otro dato a mano sobre la inactividad. La economía catalana creció el 0,8% en el último trimestre del año, superando la media española (0,7%). Como es sabido, la Generalidad no tiene presupuestos desde 2017, el parlamento está cerrado y el trabajo principal del gobierno es la agitación política ante el juicio a los rebeldes. Se argumentará que los datos mejorarían en una situación de normalidad. Quizá. Pero parece claro que la ignorancia y la mala fe de sus gobernantes son un lujo que Cataluña puede permitirse. Siempre fue una región rica.

Ayer vi un rato a la Cuñada dando explicaciones a los periodistas sobre el Relator. Una orgía. Y leí los 21 puntos que el Valido entregó al presidente Sánchez en su reunión de Pedralbes. El primero, un homenaje que agradezco: «No se puede gobernar contra Catalunya». Otro dice: «Es necesario asegurar el respeto a los Derechos Humanos». Y el último. «Se debe hacer efectiva una política de fosas comunes». (Repítanse este último conmigo para saber adónde ha llegado la sintaxis catalana). Un relator, fosas comunes y un ejemplar de Contra Catalunya, a cambio de votar los presupuestos. En eso ha quedado la política autonómica.

La desesperación del Gobierno es comprensible. Como unas elecciones prontas le traerán la ruina tiene que ofrecer algo a los independentistas para mantenerse. Pero cualquier cosa que les ofrezca aleja la posibilidad de su reválida electoral. La exacerbación de este hundimiento por braceo es el indulto a los golpistas. Con esa posibilidad trata de convencer a sus aliados parlamentarios de que le permitan prolongar la legislatura. Pero imaginemos que los convence. Y que los indulta. Y que pocos meses después, en el verano del 2020, pide el voto a los españoles. ¡Con el indulto como bagaje!

Comprendo que la oposición apriete para que se marche. Yo veo manotear a la Cuñada y haría algo. Pero Pedro Sánchez merece una pudrición lenta, junto al partido que ha permitido todo esto.