El sanchismo se manifiesta pasmado ante su imagen trabajadora, su capacidad de esfuerzo y su tendencia a dejarse la piel en sus esfuerzos. El doctor Pedro Sánchez se acercó a Bruselas, allí decir, no dijo mucho y prefirió que Angela Merkel le sacara las castañas del fuego mientras él permanecía en actitud de ‘escucha activa’ y sin papeles. Tal vez no estamos muy acostumbrados al sacrificio que supone poner la oreja para escuchar activamente lo que cuentan los que mandan.
“Es largo esperar callado” tituló Lidia Falcón sus memorias y a Sánchez, sin duda se le hizo largo. Y también cansado. “Han sido cinco días extenuantes”, dijo miércoles en el Congreso para añadir en rueda de prensa al día siguiente que “hacía mucho tiempo que no trasnochaba dos noches seguidas”.
Es un personal con falta de costumbre y blandea en los esfuerzos. La portentosa ministra de Exteriores por él nombrada sacó pecho en aquella reunión que convocó el jefe en Quintos de Mora, portentoso lugar en el que Pepe Bono presentó a Felipe a Baltasar Garzón, llamado a ser la gran esperanza blanca de su Gobierno. “Es sábado y estamos trabajando”, decía una admirada Arancha González Laya mientras el gozo le reventaba por las cinchas. En realidad estaban reunidos, quizá en actitud de escucha activa, no digo que no, pero trabajar es otra cosa.
Ellos se gustan y, en consecuencia, se aplauden, según las estúpidas coreografías que le diseña para cada ocasión Iván Redondo. El video de su producción es impresionante por la vergüenza ajena a la que mueve. El líder viene de Europa. Solo, como mandan los cánones para el regreso del héroe . Ya lo había advertido Edward Gibbon, el gran historiador del imperio Romano: “La conversación enriquece la comprensión, pero la soledad es la escuela del genio”. Después de la escucha activa y sin papeles, le tocó a Merkel defender el papel de España. Volvía solo y al encaminarse a la puerta de La Moncloa con los andares chulánganos y un sí es no es derrengados, se encontró con el comité de bienvenida: Iván y todos los demás, aplaudiendo hasta enronquecer. Irene Montero sin mascarilla, como el líder en Bruselas, se ocultó como su antecesora detrás de la columna. Tenía que haber llevado la tarta como sus subordinadas para celebrar su cumple, pero no siempre se puede estar en todo.
No les pareció suficiente lo del martes y repitieron el miércoles en el Congreso, con socialistas y podemitas aplaudiendo al patrón como una sola Lastra. Pedro Sánchez ha vuelto de Bruselas con el mismo fulgor que debía desprender el día en que leyó la tesis que le habían escrito. Se ve que el hombre tiene un don en esto de aprovechar el esfuerzo ajeno. Le hemos metido un gol a Europa o, por decirlo con metáfora más propia del vicesegundo, “se la hemos metido doblada”. Lamenta John Müller que la torpeza de Sánchez le ha impedido comprender que habrá más cumbres y que no podrá presentarse sin responder satisfactoriamente a su homóloga de Finlandia, socialdemócrata, por cierto: “¿Tú qué hiciste?” Algo va a tener que hacer frente a su socio podemita. De momento tiene una buena noticia y una mala. La buena son los 140.000 millones. La mala, que va a ser él quien los administre.