Eduardo Uriarte-Editores

El pesimismo que expresaba mi artículo anterior no ha desaparecido, pero algunos hechos recientes, como el apoyo concedido a Sánchez por Arrimadas en el mantenimiento del estado de alarma, al resquebrajar el paredón en el que había convertido la política española la estrategia frentista de la llamada mayoría de progreso, me permite observar con algo de esperanza el futuro.

La política española está tan enquistada y reducida por decisión evidente del teórico del No es No (la antipolítica), que un simple gesto en el tablero puede transformar esa asfixiante situación y propiciar de nuevo la presencia de un mínimo diálogo y debate. Ante el chantaje del presidente dirigido especialmente contra el PP, negando un plan alternativo a la prolongación del estado de alarma, Arrimadas ha sabido, para eso es la política, darle una salida.

Es un mero gesto –“no tendrá consecuencias en el vigente juego de alianzas”, afirma Antonio Casado-. Pero engrandecido por lo excepcional en la encarnizada dialéctica de nuestra vida política, donde, como suscribe Ignacio Varela, “ya no se busca la salida del laberinto sino cómo aprovechar sus recovecos para romper las piernas al adversario. Puro veneno”. Un gesto que ha abierto la esperanza de cambio en la política, pues ante el proceso promovido desde el Gobierno de paulatina ruptura institucional, ofrece una mínima transversalidad que alivia la dañina polarización que acabó con la II República. Por lo demás, también, constituye un posible precedente de lo que pueda ocurrir cuando España empiece a reconstruir su economía y reciba las ayudas de la UE en un marco de condiciones en el que no tendría cabida Podemos.

La rápida reacción de los gestores del frentismo, Junquera, Calvo, Ortuzar, tras el gesto de Arrimadas llamando a la recomposición del frente de izquierdas, puede sugerir el trastorno que ha supuesto para dicha estrategia. Ha dejado al descubierto la enorme debilidad, aunque hoy ostente todos los poderes, de un Sánchez prisionero de los sectarios más radicales, mucho más vulnerable en los pasillos, cual César, que en el ruedo frentista en el que ha convertido el parlamentarismo. Sánchez necesita de Vox, de un Casado que habla mirando de reojo a Vox, o de un desterrado Rivera creador del hito del frente derechas en la foto de Colón, para aparentar su liderazgo en la ficción de un necesario frente de izquierda por la existencia, desde el franquismo, de ese frente de derechas.

El gesto es más simbólico que real -dentro de quince días no se repetirá-, pero ilustrativo de la situación a la que el sanchismo nos somete. Sánchez es capaz de volver a renegar de la mayoría de progreso con tal de sobrevivir. Su obsesión por Franco le transmitió la cualidad más clara que éste tuvo en su larga estancia como dictador, la supervivencia en el poder a toda costa. Por eso no fue consciente de que el apoyo de C’s dejaba fuera de lugar su estrategia y propaganda frentista, fuera de lugar a Iglesias, y en el monte, de donde nunca han bajado, a ERC y sus rufianes. Por eso volverá al ataque contra C’s y acusará a las derechas de frente irresponsable usando la desmesurada dialéctica de conductora de camioneta al alba de Adriana Lastra y la tea de Iglesias. Pero el camino del entendimiento al menos está abierto.

Buscando el sitio

Es muy posible que el daño que provocó en Ciudadanos la incompetencia de Rivera y sus allegados le haga muy difícil a Inés Arrimada reconstruir de sus cenizas su partido, pero el simple gesto de apoyo a un desvalido Sánchez, ha servido para reintroducirlo en la política y devolver ésta a la Cámara. Es un gesto momentáneo, pero nada baladí, como lo demuestra la inmediata respuesta tronante del preso Junquera. Arrimadas ha vuelto a hacer útil a su partido después de muchas oportunidades desaprovechadas.

Buscando su sitio C’s ha traído un rayo de política. Un sitio que no debió perder, pues tras su vertiginosa adhesión al liberalismo, Rivera empezó a hacer la política menos liberal posible, sumiéndose en un activismo pensado en superar al PP para alcanzar el poder, pero que propiciaba la apariencia de un frentismo político cuyos grandes beneficiarios iban a ser Vox y muy especialmente Sánchez.

Es muy posible que ante la moderación abandonen C’s muchas más personas seguidoras de la dinámica del enfrentamiento. Pero, si es sincera su adhesión liberal, debiera sostenerla, pues dicho ideario va unido al sosiego y no a la estridencia ni al oportunismo. Que no debiera preocuparse tanto por alcanzar el poder como en condicionarlo e influir en él. Que su discurso y práctica debe ser transversal, por consiguiente, flexible y dialogante con todos, salvo, por mor de republicanismo, con los liberticidas. Dejar bien claro que no se trata como partido de un simple trampolín para jóvenes ambiciosos como lo es la mayoría de los partidos actuales. Y no angustiarse por la pequeñez: ha hecho más Arrimadas con diez diputados que Rivera con cincuenta y siete.

La difícil situación por la que estamos atravesando y las exigencias de condiciones políticas y económicas que va a plantear la UE va exigir de un diálogo hoy inexistente, que Ciudadanos debe impulsar, animando a él tanto al PP como al PSOE. Las aventuras rupturistas o revolucionarias se van a ver apartadas ante la crudeza de la realidad. La política ficción que hemos vivido en toda España con Sánchez, como empezara antes en Cataluña con el nacionalismo, va a desaparecer. Ahora, la realidad, con toda su brutalidad, se impone. Sánchez, pues el PP no es hoy alternativa de poder, va a necesitar de puentes que Ciudadanos debe brindar. No tanto para garantizarle la supervivencia sino para facilitar la salida de la crisis más profunda que hayamos padecido en democracia. Ese debiera ser su trayectoria política, otra no sería liberal.

El obstáculo

Más de veintiséis mil muertos, y el reconocimiento de que no se sabe cómo salir de la pandemia salvo por el primitivo procedimiento del tanteo a ciegas, nos ofrece la medida de la gestión de un gobierno que ha llevado a más sanitarios que ningún otro al sacrificio. Este es el Gobierno que tenemos, pensado para grandes reformas y rupturas con el pasado, pero incapaz de hacer frente al presente. Y, sin embargo, es el que una mayoría de representantes de nuestra ciudadanía ha designado democráticamente. Es el que tenemos, sin alternativa por el momento.

Un Gobierno erigido sobre una asimetría moral sobre la derecha a la que se permite acusar de todo tipo de infundio. “Ábalos y Echenique -escribe Varela- se han quedado a un milímetro de llamar asesina a la derecha que en tres ocasiones ha otorgado poderes especiales a un Gobierno del que no tiene ningún motivo para fiarse”. En su discurso nuestra izquierda parece ungida por derecho divino, cual nueva teocracia, para gobernar sobre la maldad de la derecha. Superioridad que permite con toda frivolidad arrogarse el papel de progresista, calificar a ERC de partido de izquierdas, pactar y negociar con todo tipo de nacionalismo, incluido el de HB, y asumir con ingenuo narcisismo la misión de “otorgar a Cataluña un futuro” (es decir, el acordado con el nacionalismo) mediante el diálogo.

Superioridad moral e ignorancia se convierten inmediatamente en autoritarismo. El que permite al Gobierno sin demasiado escrúpulo la repetida aplicación del estado de alarma cuando para la fiscal de Sala del Tribunal Supremo Consuelo Madrigal constituye “un ejercicio antidemocrático de poder la imposición encubierta, y sin el control interno y europeo, de un verdadero estado de excepción, en el que se restringen severamente los derechos, bajo cobertura de la prórroga del estado de alarma”. Y una vez llegados a este nivel de osadía en el ejercicio del poder sólo la posibilidad de su pérdida es lo que podrá hacer posible que esta izquierda se pliegue al diálogo. No por convencimiento democrático, tampoco por la necesidad social de salir mediante el acuerdo de esta profunda crisis, sino ante la pérdida del poder. El alarde propagandístico de ofrecimiento de unos nuevos pactos de la Moncloa ha quedado materializado en una comisión parlamentaria rebajada en sus funciones.

Ignorancia y autoritarismo es lo que se deduce de las palabras de Patxi López, presidente de la recién creada Comisión para la Reconstrucción, cuando en su discurso inaugural le niega a ésta la posibilidad de controlar al Gobierno. Si Sánchez no sabe lo que es una nación, López no se ha leído la Constitución, donde, en su artículo 66-2, declara como misión de las Cortes la de controlar al Gobierno. Si difícil es que una comisión parlamentaria tenga algún éxito – necesario traer aquí la frase atribuida a Napoleón: “si quieres que algo se demore eternamente nombra una comisión»- menos aún si se abre con tal criterio autoritario. Se podrían citar otros ejemplos de autoritarismo, la secreta comisión de expertos, la naturaleza cerrada de las ruedas de prensa del presidente, el nombramiento de la exministra de justicia como fiscal general, el nombramiento de López, siendo del partido del Gobierno, como presidente de la comisión parlamentaria, etc.

El problema reside en que Patxi López, como Sánchez, como Calvo, trasladan los comportamientos y cultura interna de su partido al espacio democrático, lo que constituye todo un atentado, puesto que todo partido, jerarquizado férreamente y de disciplina ciega, tiende a ser totalitario. Sánchez, Calvo, López, actúan como militantes de partido, de un partido en clara deriva izquierdista (e infantil), y no como representantes del pueblo. Y. aunque este peligroso comportamiento para la convivencia no es propio sólo del PSOE, en el caso de los partidos de izquierdas esa vocación totalitaria, incrementada por la superioridad moral e incluso llamadas al odio, está mucho más asumida que en los partidos de derechas. La tendencia totalitaria de la llamada mayoría de progreso, y no otro, constituye el mayor obstáculo para la necesaria política de acuerdo ante la crisis que nos aplasta.

Sin embargo, la puerta del acuerdo se ha abierto, aunque intenten cerrarla. Esfuerzo vano. Sánchez ya se ha descubierto a sí mismo, en plena pandemia, muy limitado en su capacidad parlamentaria y altivez autocrática, y se va descubrir aún más vulnerable para mantenerse en el poder ante la necesidad de los apoyos europeos para salir de la crisis. Las alianzas que lo sostiene no son las más adecuadas ante los compromisos con la UE, como tampoco lo son para otorgar el impulso necesario interno. Debería ir pensando, por el bien de todos, cómo ir acercándose al PP y Ciudadanos, aunque sepamos, como en el caso del escorpión, que no está en su naturaleza.