Amaia Fano-El Correo
Pese a lo que se diga a posteriori, una vez que les han pillado con las manos en la masa, en la actual guerra de guerrillas en que ha devenido la política española, el bulo no es un accidente ni un error de comprensión lectora: es un arma de exterminio de uso deliberado por PP y PSOE, inmersos desde hace semanas en una especie de ‘final combat’ donde solo puede quedar uno.
Dos casos recientes lo ilustran. El primero es el burdo intento de vincular a un excapitán de la Guardia Civil (hoy en el gobierno de Díaz Ayuso) en un presunto plan para cometer magnicidio, tras expresar éste supuestamente su deseo de poner una bomba lapa en los bajos del coche de Pedro Sánchez en un hilo de wasap que fue manipulado para que pareciera que se decía justamente lo contrario de lo que se dice, que en realidad era que el ex capitán de la UCO temía por su vida si seguía investigando la corrupción del Gobierno socialista.
La noticia fue publicada en ‘El Plural’ (el de los dos DNI del juez Peinado), digital afín al PSOE y amplificada, entre otros, por RTVE, donde Silvia Intxaurrondo, que días antes se había confesado alérgica a dar pábulo a filtraciones ajenas, no dudó en ofrecerla como una exclusiva de largo alcance, sin contrastar la información, por venir de fuentes «amigas». Y varios dirigentes socialistas -Pilar Alegría, María Jesús Montero y Óscar y Patxi López- se hicieron eco de ella, negándose a rectificar incluso después de que ‘The Objective’ publicara el hilo de mensajes en su literalidad, desmontando la versión difundida. Lo que hace pensar que no se trató de un desliz, sino de una estrategia para apuntalar el relato victimista de un Gobierno asediado por las cloacas del ‘deep state’ y asociar al PP a un peligroso extremismo de signo violento y golpista.
El segundo caso se remonta a los meses previos a las elecciones generales de julio de 2023, cuando fue este quien acusó a Correos de gestionar mal -o directamente de sabotear- el voto por correo. ¿Y quién trabajaba en Correos por aquellas fechas? Leire Díez, presunta ‘fontanera’ de Ferraz, a quien una información de ‘El Confidencial’ atribuye ahora haber sido la encargada de coordinar el voto por correo en aquellos comicios. Lo que ha sido aprovechado por la derecha para alimentar la sospecha de un posible pucherazo.
Ambos episodios comparten un mismo patrón: el uso consciente de la mentira como instrumento de desgaste y aniquilación del adversario político, sin importar el desprestigio de las instituciones, la polarización social o la degradación del debate público que son la indeseable y peligrosa consecuencia de una guerra de relatos, a cuál más tóxicos, donde los ciudadanos son las primeras víctimas. No solo porque se les miente y se les manipula, sino porque el voto acaba decidiéndose más por miedo y por odio, que por convicción o esperanza. Frente a ello, urge una ciudadanía crítica que no acepte verdades precocinadas. Porque si los bulos mandan, la democracia enferma. Y la española ya presenta síntomas que son de extrema gravedad.