Miguel Ángel Aguilar-Vozpópuli
El modelo europeo vale la pena defenderlo y debemos estar preparados para hacerlo
Las autoridades políticas y militares de Estados Unidos han mantenido desde hace décadas en paralelo un lamento incesante por la falta de compromiso que consideran a su juicio inaceptable por parte de la Unión Europea en cuanto se refiere a las cuestiones de Defensa, al mismo tiempo que han procedido a bloquear cualquier intento por mínimo que fuera de impulsar la autonomía de la UE en este área. Quienes han tenido en Bruselas altas responsabilidades en el ámbito de los asuntos exteriores y de la política de seguridad y defensa podrían dar cuenta detallada de la contundencia con la que Washington ha venido impidiendo por todos los medios el progreso del llamado pilar europeo de la Alianza Atlántica y el celo que han desplegado para abortar las propuestas que en algún momento surgían.
La Defensa era competencia de la OTAN y entrar en ese campo se entendía que favorecía redundancias y confusiones. Es revelador, al respecto, lo dispuesto en el artículo 42. 2 (Sección segunda del Capítulo segundo) del Tratado de la Unión Europea según el cual “La política de seguridad y defensa incluirá la definición progresiva de una política común de defensa de la Unión, que conducirá a una defensa común, una vez que el Consejo Europeo (de Jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros) lo haya decidido por unanimidad”. Pero tiene mayor relevancia lo que aclara el párrafo siguiente sobre que la política de la Unión con arreglo a la presente sección no afectará al carácter específico de la política de seguridad y de defensa de determinados Estados miembros, que consideran que su defensa común se realiza dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que será compatible con las obligaciones que para ellos se derivan como signatarios de dicho Tratado.
Donald Trump nos acaba de probar que, por grandes que sean las capacidades militares de Washington en el ámbito convencional y en el nuclear, ninguna garantía tenemos de que serían desplegadas si nuestra defensa las necesitara.
Todas estas reverencias a la OTAN formuladas en el Tratado de la UE tienen el aire de una renuncia por parte de la UE a encaminarse por la senda de la autonomía y equivale a declinar la última responsabilidad de la defensa sobre los Estados Unidos. Porque sucede, como el presidente Donald Trump nos acaba de probar que, por grandes que sean las capacidades militares de Washington en el ámbito convencional y en el nuclear, ninguna garantía tenemos de que serían desplegadas si nuestra defensa las necesitara. Aprendamos de una vez que la defensa no puede subcontratarse, que debe ser asumida por la ciudadanía, condición que sólo se alcanza en plenitud, como nos enseñó Rafael Ferlosio, cuando se obtiene la plena capacitación para el uso de las armas.
Dice el preámbulo del Tratado de la UE que los pueblos de Europa, al crear entre sí una Unión cada vez más estrecha, han decidido compartir un porvenir pacífico y añade que, consciente de su patrimonio espiritual y moral, la Unión está fundada sobre los valores indivisibles y universales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad, con base en los principios de la democracia y del Estado de Derecho y que al instituir la ciudadanía de la Unión y crear un espacio de libertad, seguridad y justicia, la persona se sitúa en el centro de su actuación. Hay otros modelos pero el modelo europeo vale la pena defenderlo y debemos estar preparados para hacerlo. Veremos.