NACHO CARDERO-EL CONFIDENCIAL
- Don Juan Carlos como excusa. El emérito es la liebre falsa. La verdadera es Felipe VI. Van contra el Rey. No derrocarlo, pero sí neutralizarlo en su papel de defensor de una devaluada Carta Magna
Los actos coincidieron en el tiempo con la publicación de una noticia que se sabía de meses atrás, esto es, que Juan Carlos I tiene previsto presentar una declaración ante la Agencia Tributaria para regularizar su situación fiscal respecto a los fondos que percibió tras la abdicación a través del empresario mexicano Allen Sanginés-Krause. No parece casual.
Felipe VI no se puede defender. Debería hacerlo el Gobierno. Cuando alguien ataca a la Jefatura del Estado, quien la debería proteger es el Ejecutivo
Don Juan Carlos como excusa. El emérito es la liebre falsa. La verdadera es Felipe VI. Van contra el Rey. No derrocarlo, pero sí neutralizarlo en su papel de defensor de una devaluada Carta Magna. Hoy sería impensable un discurso como el del 3 de octubre de 2017.
Felipe VI está solo. No se puede defender. No lo puede hacer una Casa del Rey constreñida por la Constitución. Es el titular de la Corona, asume la más alta representación del Estado, es símbolo de su unidad y modera el funcionamiento regular de las instituciones (artículo 157 de la CE), pero ostenta un rol simbólico y carece de capacidad de actuación alguna.
Por si fuera poco, la Casa del Rey adolece a su vez de cierta nostalgia, de un tiempo pasado, sustentado en el bipartidismo, que jamás volverá. Le falta proactividad. También política. Las peripecias del emérito tampoco ayudan. Felipe VI no se puede defender. Debería hacerlo el Gobierno. Cuando alguien ataca a la Jefatura del Estado, quien la debería proteger es el Ejecutivo. No está siendo así.
Empiezan por la Corona, le sigue el poder judicial y continúan por la prensa. No se trata de derribar al Estado, sino de desarmarlo por piezas
Una parte del Gobierno, la que representa Unidas Podemos, ataca su figura abiertamente. Lo hace con el afán de ir desactivando progresivamente las instituciones encargadas de velar por la Constitución. Empiezan por la Corona, le sigue el poder judicial y continúan por la prensa. No se trata de derribar al Estado, sino de desarmarlo por piezas.
“Unidas Podemos es la fuerza republicana de implantación estatal con más peso electoral y, creo, con un discurso ya armado. ¿Eso quiere decir que Podemos hace siete años era nacional-popular y ahora es republicano? Eso quiere decir que la política presenta escenarios en donde el talento de la dirección política tiene que ver con ocupar los espacios que quedan disponibles”, señalaba Iglesias en una reciente entrevista.
La otra parte, la del PSOE, también ataca a la Corona, pero en este caso por omisión. Por mucho argumentario que circule por Moncloa, resulta poco verosímil pensar que Pedro Sánchez pueda salir en defensa de la figura del Rey después de haber integrado formalmente en la mayoría de gobierno a ERC y Bildu, dos formaciones abiertamente antimonárquicas.
Los vaticinios que ha ido haciendo el Gobierno han resultado más falsos que un amigo de Facebook
Dicen algunos de los que se sientan en el Consejo de Ministros que todo va a cambiar tras aprobarse los Presupuestos y la celebración de las elecciones catalanas. Dicen que tras el 14-F comenzará un nuevo ciclo en el segundo año de legislatura, con un Sánchez más liberado, donde Pablo Iglesias tendrá menos influencia en la acción de gobierno, prevalecerán la recuperación económica, el perfil europeo del Ejecutivo y los fondos Next Generation, y en el que serán más fáciles los acuerdos con la oposición, incluido el PP, en materias sensibles.
Los precedentes, sin embargo, no invitan al optimismo. Todos los vaticinios que ha ido haciendo el Gobierno han resultado más falsos que un amigo de Facebook. No pasan la prueba del polígrafo, por mucho que nos resignemos, claudiquemos, hinquemos la rodilla o lo justifiquemos diciéndonos a nosotros mismos que es el ‘modus operandi’ habitual en política.
Más bien parece que la ofensiva de Iglesias y la cascada de noticias sobre el patrimonio opaco de Juan Carlos I son la excusa que necesita Pedro Sánchez para, bajo el argumento de que lo hacen muy a su pesar, poner el debate de la monarquía sobre el tapete en el medio plazo, en un momento en que los partidos que defienden inequívocamente la monarquía tienen menos representación que nunca. No sois vos, soy yo.