ABC-ISABEL SAN SEBASTIÁN

Si se repiten las elecciones, Sánchez hará buena la estrategia consistente en reírse de la voluntad popular

SI hemos de creer a la demoscopia, en el caso probable de que se repitan las elecciones el máximo beneficiario de esa estafa democrática será, precisamente, el culpable de la misma. En otras palabras; Pedro Sánchez rematará su jugada de tahúr acrecentando su victoria de abril, lo que reforzará su posición en el tablero político y hará buena la estrategia consistente en reírse de la voluntad popular. Nadie dijo que la democracia fuese justa. La única razón para tenerle fe es que todos los otros sistemas ensayados hasta ahora han resultado ser mucho más dañinos.

En el cuartel general socialista ya se ha movilizado a la tropa para una nueva campaña electoral. Los generales del puño y la rosa la preparan desde hace semanas, sin molestarse en disimular, y lo cierto es que la carrera ha empezado de facto, por cauces ajenos a los debidos, al convertir el presidente del Gobierno sus presuntos encuentros sectoriales en auténticos mítines de partido a la caza y captura del voto. Toda la actividad desarrollada por Sánchez desde su fallida investidura ha sido la propia de un secretario general ansioso por subirse de nuevo al cartel

con el fin de afianzar su posición negociadora y no la de un jefe del Ejecutivo preocupado por el interés general. Cada paso dado ha ido encaminado a abonar el terreno para esos comicios, aun a costa de prolongar irresponsablemente la situación de interinidad en la que se encuentra y que condena al país a la parálisis, la inestabilidad y la imposibilidad de acometer las reformas urgentes que demanda un horizonte plagado de nubarrones de crisis, donde el paro repunta de manera alarmante y el resto de indicadores lanza señales de alarma. Sánchez piensa en Pedro, no en España. A pesar de lo cual, a tenor de lo que nos dicen los sondeos, el electorado estaría dispuesto a premiar su conducta con veinte diputados más para la bancada del PSOE. ¿Paradoja? Más bien una «paradoja». Un desafuero incomprensible en términos éticos y de sentido común, que no hace sino acrecentar el desapego de los ciudadanos respecto a un sistema corrupto en el sentido más profundo del término.

Porque si en la calle Ferraz se relamen avizorando un triunfo de sus siglas, la opción llamada a crecer con mayor vigor es sin duda la abstención; es decir, el desistimiento, la desvinculación del votante de un modelo de participación cuya premisa es la confianza y que demuestra su incapacidad para responder a esa exigencia. ¿Cómo motivar al elector para ir a las urnas si los gestores de su papeleta hacen con ella lo que les viene en gana? Millares de ciudadanos darán la espalda a la farsa y seguirán con sus asuntos, cada vez más alejados de unos políticos que dicen hablar en su nombre pero se burlan de su veredicto y no solo no pagan por ello, sino que sacan tajada a esa burla.

En una vuelta de tuerca más a ese desprecio absoluto por el respetable que les paga el sueldo, ahora los socialistas sacan a subasta nuestras instituciones como si fueran pescado en la rula: «¡Un par de asientos en el CGPJ, la presidencia del Consejo De Seguridad Nuclear y el Defensor del Pueblo, a cambio de tus diputados, Pablo, ¿qué nos dices?» Y el respetable de izquierdas contesta con tres puntos más en las encuestas. Curioso…