ABC 28/08/16
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
· Sánchez sabe perfectamente que no se trata de apoyar a Rajoy, sino de que haya, o no, gobierno en España
EL PP y Ciudadanos comparten la misma política económica, la misma idea de España, la misma política exterior y parecidas ideas sociales. Quiero decir que, teóricamente, están condenados a entenderse. En la práctica ya es otra cosa, sobre todo en un país tan poco práctico como el nuestro, donde los prejuicios se imponen a los juicios y el «qué dirán», a «lo más conveniente». A lo que se añade en este caso la diferencia de tamaños. Meterse en la cama con un megapartido como el PP es correr el riesgo de ser aplastado y Ciudadanos ha intentado evitarlo imponiendo al PP directrices de gobierno antes incluso de gobernar. Lógico, para demostrar su independencia. Pero lógico también es que los de Rajoy quieran dejar claro quién manda allí. Los puntos más controvertidos son la política social y la corrupción. Ciudadanos quiere mayor gasto para combatir la pobreza, cuando Bruselas nos exige más recortes y más dureza contra los corruptos para demostrar que, si ayudan a gobernar, es para gobernar mejor. Esto último se ha resuelto con una fórmula imaginativa: se castigará «al que haya metido la mano, no la pata», es decir, al que haya sacado provecho personal, no al que se haya equivocado en su función pública. Aunque el paso más importante en este terreno es la despolitización de la justicia: los jueces serán elegidos por los jueces, no por los partidos. Algo esencial en el equilibrio de poderes, fundamento de la democracia. En cuanto a aumentar el gasto, han acordado un complemento a los salarios más bajos e igualar los permisos de maternidad y paternidad. También han decidido segundas vueltas en las municipales y elegir alcalde al más votado. Tras tanto avance, el desenlace parece cantado, pero esto es como esos partidos de fútbol cuyo resultado no se sabe hasta finalizar la prórroga. Y este partido sigue cuando escribo.
De haber acuerdo, Rajoy podría presentarse a la investidura con 170 escaños detrás. «¿Quién será el guapo que se la niegue?», preguntaba González Vara. Pues el más guapo de todos: Pedro Sánchez que, ante la total parálisis de su partido, se dispone a oponerse Rajoy en la primera votación, en la segunda y cuantas veces se presente, alegando que «sería blanquearlo e indultarlo». Cuando sabe perfectamente que no se trata de apoyar a Rajoy, sino de que haya, o no, gobierno en España. Sí, como dice, quisiera hacer oposición, tendría que permitir que hubiese gobierno. Pero su plan es justo el contrario: impedir que lo haya, para, una vez derrotado Rajoy, probar suerte con ese «gobierno de progreso» que él, Iglesias y los nacionalistas ansían. O sea, que lo que buscan son unas terceras elecciones. Lo único que no quieren es que se vote en Navidad. ¿Por qué? ¿Es que temen que el espíritu de las fiestas navideñas afecte el de esa fiesta de la democracia que son las elecciones? No sabría decirles: la tortuosidad de sus mentes escapa a la mía.