Óscar Monsalvo-Vozpópuli
Han colocado al Partido en el lugar de la nación
Leíamos hace unos días que el apagón que sufrimos aquel lunes vino precedido por una decisión técnica cuyo objetivo era comprobar la capacidad de las energías renovables ante el cierre progresivo -¡y progresista!- de las centrales nucleares en España.
De ser cierto se podría decir que estábamos ante un experimento. El Gobierno habría querido prever cuál sería la respuesta probable antes del cierre definitivo, en un entorno controlado pero inédito, para a partir de ahí poder planificar con mayor conocimiento. Hubo muertos, pero vaya; el progreso es lo que tiene.
Antes y después del incidente hemos visto también cómo se usa esto del experimento, a modo de analogía, para analizar los discursos y los hechos del Gobierno. Pero vemos que la analogía hace aguas. No se tiene en pie. El experimento, decíamos, consiste en introducir un cambio brusco y temporal para comprobar la reacción probable. Plantea necesariamente un escenario desconocido. Es una especie de vistazo al futuro cuando aún no ha llegado, para después volver al presente. La analogía no funciona porque todo lo que estamos viendo –corrupción, nepotismo, coacciones, conspiración, mentiras, manipulaciones, sentimentalismo, chantaje, soborno, incompetencia– no forma, evidentemente, parte de un experimento porque ni es brusco, ni es inédito ni es temporal. Todo eso es ya, era ya desde el principio, naturaleza. Cada uno de los escándalos del Gobierno que conocemos no es un vistazo al futuro de España, sino un episodio más de nuestro presente.
“Un capitán de la UCO le dijo a su confidente en 2021 que habría que poner “una bomba lapa” al coche de Sánchez”.
Con esto se desayunaban el sábado los seguidores y lectores de Ignacio Escolar. Escolar es un adalid de la prensa libre que empuja siempre a favor del Gobierno, un defensor de la verdad que fabrica y difunde artefactos propagandísticos de encargo. Un periodista del régimen. Podría ser un paria, pero en España ser un periodista orgánico está muy bien visto. Demasiado. Y por eso estamos como estamos.
Hablamos de periodistas orgánicos, pero no hay que olvidarse de todos esos profesores dependientes del ministerio que aprovecharán estos días para transmitir a sus pobres alumnos que la derecha está preparando un golpe de Estado
Además es que son legión. Son tantos los propagandistas leales al PSOE que han llamado El Plural a uno de sus periódicos, y van llenando las tertulias de radio y televisión con notarios afines. Por eso la fantasía escolariana no se quedó en tuiter ni en su periódico. Se pudo ver también en La Sexta, en TVE, en Europa Press y en las portavocías del PSOE, valga la redundancia múltiple. María Jesús Montero y Pilar Alegría se sumaron a la fiesta y empezaron a hablar de un magnicidio en ciernes alentado por el Partido Popular. “¿Dónde está el límite de la derecha?”, se preguntaba la portavoz del Gobierno, que además es también ministra de Educación. Hablamos de periodistas orgánicos, pero no hay que olvidarse de todos esos profesores dependientes del ministerio que aprovecharán estos días para transmitir a sus pobres alumnos que la derecha está preparando un golpe de Estado.
El mensaje ya había sido amplificado el viernes en la televisión pública de España por la íntegra, independiente y ejemplar Silvia Intxaurrondo, y fue también difundido por Óscar López, quien dijo que el guardia civil “fantasea” con asesinar al presidente del Gobierno.
Sus consignas, sus mentiras, sus alertas y sus falsos arrebatos de dignidad sirven sólo para mantener fidelizados a sus votantes, sus militantes, sus verdaderos creyentes.
Está ahí la tentación del juego de palabras, pero hay que evitarla: lo del PSOE y sus sirvientes no es fantasía, ensoñación ni disonancia cognitiva. Intxaurrondo, Escolar, Óscar López o Pilar Alegría no fantasean con que sus falsedades sean ciertas. No se las creen. Simplemente las transmiten. Las difunden. Cuando la ministra Reyes Maroto sostuvo un cuchillo ensangrentado para las cámaras no creía que su vida estuviera en peligro. Cuando Yolanda Díaz se medio echó a llorar en un plató de La Sexta no pensaba que la ministra estuviera en peligro. No hay malas interpretaciones, exageraciones, errores, precipitaciones ni ambigüedades en sus mensajes. Hay actuación. Hay mentira. Y no una mentira seca, contundente y bruta, sino fértil, suave y sutil. Óscar López es el ministro oficial de Transformación Digital, pero todos lo son. Sus consignas, sus mentiras, sus alertas y sus falsos arrebatos de dignidad sirven sólo para mantener fidelizados a sus votantes, sus militantes, sus verdaderos creyentes.
Y les funciona. Les funciona sobre todo porque al otro lado se ha ido extendiendo la estúpida idea de que lo urgente, lo necesario, es “echar a Sánchez”. Dicen creer que todo lo que está mal en España es Sánchez o proviene de Sánchez, y que si el presidente sale, todo lo malo se acaba. Pero se trata de lo mismo que comentábamos antes. No se lo creen. Saben que Sánchez es sólo producto del régimen, no causa. Pero reconocerlo es incómodo, y lo que quieren es únicamente ganar unas elecciones, pasar cuatro años y no complicarse la vida.
El actual Gobierno ha convertido un futuro fantasmagórico, distópico e improbable en presente irrevocable. Ministros, periodistas, diputados y funcionarios de las más variadas instituciones del Estado han colocado al Partido en el lugar de la nación. Ha pasado mucho tiempo desde que decidieron apagar las luces. Y parece que la gente se va acostumbrando a la oscuridad.