Antonio Robles-Libertad Digital

  • No es la independencia futura, sino sus estragos xenófobos presentes los que pisotean los derechos civiles de los ciudadanos catalanes.

Nunca fue tan acertada la sentencia: «Cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo». No es la independencia futura, sino sus estragos xenófobos presentes los que pisotean los derechos civiles de los ciudadanos catalanes. Y no es la amenaza de ruptura con España lo que romperá la igualdad de derechos entre españoles, sino los delitos, privilegios y abusos actuales contra la Constitución.

Viene a cuento esta impertinencia, por la pájara generalizada mostrada por analistas de la capital ante el espejismo del 12-M. Aseguran convencidos el triunfo sanchista del apaciguamiento y el acierto de la amnistía. El error no sólo es de deducción lógica, sobre todo resalta por su ceguera en la valoración de daños. Es tan injustificado causalmente suponer que el retroceso del independentismo es fruto del artículo 155 y de la sentencia del Supremo, como de la impunidad que Sánchez ha otorgado a los responsables del golpe institucional. Por la sencilla razón de que la tirria a España del catalanismo es emocional e irracional, no sujeta a hechos ni a razones, sino a liturgias míticas y a complejos morbosos alimentados por el victimismo.

Sigo con las analogías. La cuestión es determinar si apaciguar al violador permitiéndole hacer «su trabajo» sin oposición para evitar daños mayores soluciona el problema, o sólo facilita el abuso. Les aseguro que las pulsiones independentistas de los responsables del procés son tan ingobernables como las pulsiones sexuales irreprimibles de los violadores. Es seguro que el violador tenderá a repetir compulsivamente la satisfacción del deseo, por lo que consentir el abuso para evitar un riesgo mayor, no erradica el mal, sólo lo aplaza. En el caso del independentista es peor, no sólo no se ha arrepentido a pesar de la amnistía, sino que se muestra más ufano, y perpetúa sin oposición la exclusión de derechos lingüísticos, culturales y nacionales a más de la mitad de la población de Cataluña. ¡Ahora! en estos momentos, a la vista de todos, sin necesidad de la independencia. La última, esta misma semana. El presidente dimisionario Pere Aragonés, ya en funciones, aprueba un Decreto Ley para blindar al catalán como única lengua vehicular contra las sentencias de los Tribunales de Justicia que habían corregido el abuso otorgando un mínimo del 25% de enseñanza en español. La AEB (Asamblea por una Escuela Bilingüe) lo recurrirá ante los Tribunales.

Vayamos a los datos y sus consecuencias. El PSC ha ganado las elecciones autonómicas.

Con doble significado, solía ganar las elecciones Generales y perder las Autonómicas. Por primera vez ha logrado romper el maleficio. ¿De ahí podemos deducir, que el procés ha perdido? O peor, ¿qué el procés ha muerto?

Hay un mal entendido desde la Transición que debe ser aclarado: no es lo mismo catalanismo, nacionalismo e independentismo, pero los tres remiten a un mismo fin: lograr la hegemonía política de quienes se sienten propietarios de Cataluña. Y el procés sería el camino paulatino para lograr tal objetivo. De ahí la cantinela de los primeros ochenta: «Avui paciencia, demá independencia». La argamasa que une esos tres conceptos es la lengua catalana como crisol de la nación, y una nación oprimida y saqueada por España desde el inicio de los tiempos.

¿Qué fuerzas políticas participan de ese axioma? Todas, menos las Constitucionalistas, pero en grados de intensidad diferentes. Enumeremos las más persistentes en el tiempo: PSUC (IC, Comuns…), PSC, ERC, CiU y últimamente, JUNTS, CUP Y AC. Cada una a su ritmo. El elemento emocional que las unía a todas era el catalanismo y la lengua. Ahora, la cosecha de privilegios lograda a costa de mermar la presencia del Estado en Cataluña.

Frente a esa determinación catalanista no surgieron fuerzas abiertamente contrarias a ese consenso familiar hasta que sus propósitos chocaron con los derechos civiles de una mayoría social castellanohablante. De ahí surgió C´s en 2006, despertó al PP por supervivencia, y engendró a Vox. Estas serían las fuerzas netamente españolas, que desde la activación del procés serían apodadas como «Constitucionalistas». Hasta para nombrar lo evidente se escamoteaba la denominación de españolas por los mismos propietarios de estas siglas. Reflexionen sobre el acoso moral y la sumisión que hay detrás.

Repararán ustedes que no haya colocado entre los constitucionalistas al PSC. Después lo argumento. De momento, sólo quiero remarcar que su estatus confederal con el PSOE, y el interés del nacionalismo más radical para evitar su competencia, ha subrayado su condición de sucursalista versus constitucionalista. ¿Eso impide que el PSC haya colaborado con el nacionalismo en su hoja de ruta? En absoluto, de hecho, ha participado en todas sus tropelías contra los derechos civiles de sus propios votantes y contra la presencia de España en Cataluña. Con astucia y sin alardear de ello. Como hizo Pujol, a la chita callando, poco a poco, sin que se note el cuidado. Pero ahí están la ley de Inmersión y las multas lingüísticas, la Ley de Educación de Cataluña que otorga privilegios a unos catalanes y despoja de derechos a otros, el Estatuto inconstitucional del 2006 cepillado por el Congreso y el TC, la concesión de indultos, amnistía, malversación de fondos públicos, incluidos los delitos económicos de la familia Pujol, el desmantelamiento de la presencia simbólica del Estado en Cataluña, la exigencia de la asimetría económica de Cataluña respecto a otras comunidades, la petición de una Justicia propia para Cataluña no dependiente del TS y del TC, los tramos cada vez mayores del IRPF hasta llegar al Cupo vasco… O sea, el desmantelamiento progresivo del Estado en Cataluña marcado por los independentistas hasta una confederación plurinacional donde más de la mitad de ciudadanos de Cataluña acaben reducidos, de hecho, a «Extranjeros en su país», en espera de que lo sean de iure. En todo ello, el PSC ha sido y es el colaborar necesario. Sin él hubiera sido imposible el abuso.

El resultado electoral del 12-M, y según esta política de bloques, ¿nos autoriza a considerar que ha perdido el independentismo frente al constitucionalismo? Matemáticamente sí, políticamente no. Ha pasado exactamente como en las Generales del 23-J. Ganó el PP, pero gobierna el sanchismo con todos los enemigos del constitucionalismo. En Cataluña pasará lo mismo, pero agravado. Ha ganado el PSC, pero el gobierno que surja, sea el que sea, nunca será constitucionalista. Si lo lidera Puigdemont, sin ninguna duda, si lo forma un Tripartido PSC-ERC-Comuns, no será abiertamente independentista, pero será nacionalista. El matiz es crucial y afecta de lleno al PSC. Veamos.

No considerar al PSC constitucionalista parece excesivo. Y lo es. Porque el PSC no es independentista, pero es catalanista y actúa desde hace tres décadas como nacionalista. Dicho de otro modo, siempre ha colaborado activamente en consolidar las tesis nacionalistas en «proceso» constante a la desarticulación del Estado en Cataluña. Esa y no otra es la independencia real, la que actúa al margen de la Constitución, y excluye de sus derechos a cuantos ciudadanos catalanes se consideran españoles, hablan castellano o simplemente están en desacuerdo con el nacionalismo obligatorio.

Numéricamente ha perdido el procés, pero la hoja de ruta y el gobierno de la res publica la sigue ejerciendo el nacionalismo. La peor de la expectativas es no darse cuenta de ese matiz. El que pasan por alto nuestros analistas de la capital.

Un buen día, nos levantaremos de la cama y Cataluña habrá dejado de ser España. Sin más. La rana fue asumiendo la temperatura inconscientemente, ignorando el proceso que la llevó a la muerte.

CODA: a propósito de este diagnóstico, dos buenos amigos, Luis M.N. me escribían en un grupo íntimo de WhatsApp: «A ver si los votantes del PSC abren los ojos». Y le contestaba otro, Carlos P. «Si un ciego abre los ojos sigue sin ver nada«. Así estamos.