Pedro Chacón-El Español
  • La izquierda abertzale debe su existencia al PNV, como no podía ser de otra manera habiendo surgido de su seno y siendo el partido de Sabino Arana el inventor de toda su doctrina.

Al comienzo de este verano se produjeron una serie de incidentes en diferentes localidades vascas protagonizados por elementos calificados como «radicales» por la prensa, con enfrentamientos con la Ertzaintza e incluso con la policía municipal. Se buscaron teorías para explicar dichos episodios violentos, pero los representantes de EH Bildu no salieron en ningún momento a decir esta boca es mía.

En cambio, el PNV sí salió, por medio de su presidente, Aitor Esteban, a llamar “integristas” a quienes no respetan un cuerpo como la Ertzaintza, que nos da seguridad a todos.

Aitor Esteban se apropió de la Ertzaintza. Nada nuevo en el PNV, ya que ese cuerpo de seguridad se lo inventó José Antonio Aguirre cuando era el primer lendakari vasco.

Pero que llamara “integristas” a esos radicales es como de risa, sabiendo como sabemos aquí que el fundador del PNV, Sabino Arana (a quien han homenajeado ahora otra vez con motivo del 130 aniversario del partido creado el día de San Ignacio de 1895) abandonó el integrismo español en 1890 para hacerse integrista vasco, es decir, nacionalista.

Y fue como integrista que decía de la gente que venía al País Vasco de allende el Ebro, como los antepasados de Aitor Esteban y de Imanol Pradales, que mejor que se volvieran por donde habían venido y ni se les ocurriera aprender euskera. Porque si lo hicieran, entonces los vascos de verdad tendrían que dejar de usarlo, para no quedar contaminados por semejantes hipócritas españoles, carentes de dignidad, “a los que no les queda el menor rastro de afecto a su nacionalidad”.

Que se lo apunten Esteban y Pradales.

El caso es que esos incidentes a los que hacíamos referencia dejaron de producirse. Lo cual no quiere decir que no resurjan de nuevo durante el resto del verano.

Y es que una vez perdido el principio de autoridad que sí le reconocían a ETA, hay elementos en la izquierda abertzale que no son capaces de respetar el principio de autoridad en una democracia.

Siguen en su mundo, rechazando tanto a la Ertzaintza como a la policía municipal.

A muchos analistas esos episodios les sirvieron para deducir que era la ocasión para que el PNV reafirmara su hegemonía en Euskadi, como si esta estuviera en riesgo.

Pero la realidad es que, a pesar de que EH Bildu haya experimentado un alza innegable por la defenestración de toda la izquierda vasca no nacionalista, y el final de Urkullu no se haya resuelto como debería, el verdadero e inalterado principio de autoridad en el País Vasco desde que se aprobó el Estatuto de Autonomía en 1979 sigue siendo el PNV.

Para la izquierda abertzale, la autoridad del PNV siempre ha estado presente mientras actuaba ETA. Por muchas discrepancias que hayan tenido, no podemos olvidar que Xabier Arzalluz trataba a Otegi (y viceversa) como “uno de los nuestros”.

«El PNV siempre salió en socorro del mundillo de los radicales vascos cuando estaba más agobiado»

Los atentados contra gente que se pudiera identificar con el PNV han sido contados con los dedos de la mano, generalmente empresarios. Y si bien ETA ha asesinado a quince miembros de la Ertzaintza, también ha asesinado a veinticinco policías municipales.

Nada que ver, en cualquier caso, con los 450 guardias civiles, policías nacionales y militares asesinados. Y eso sin contar civiles, políticos «españolistas» y demás.

La izquierda abertzale debe su existencia al PNV, como no podía ser de otra manera habiendo surgido de su seno y siendo el partido de Sabino Arana el inventor de toda la doctrina, desde la simbología, la bandera y el himno hasta la Ertzaintza, el Gobierno Vasco con su lehendakari.

Y, por supuesto, el Aberri Eguna, que la izquierda abertzale celebra con entusiasmo. Últimamente desde Pamplona, porque es en Navarra donde más ha arraigado frente al PNV, un partido que allí se mira con recelo por imperialista vizcaíno.

Pero en el fondo son lo mismo.

El PNV siempre salió en socorro de ese mundo cuando estaba más agobiado (recordemos el pacto de Estella-Lizarra de 1998 como paradigma, con un nacionalismo vasco a la defensiva porque le vio por primera y única vez las orejas al lobo de la pérdida de la calle tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco).

«Ahora, además de asumir toda la ideología woke y soltar el lastre original integrista, el PNV ha abierto la espita de la pertenencia»

La única diferencia ideológica entre ambos es que la izquierda abertzale proponía convertirte en vasco por la vía de hacerte socialista radical. El PNV no ofrecía esa vía, y por eso era raro ver gente de apellidos no vascos en sus puestos dirigentes.

Ahora, además de asumir toda la ideología woke y soltar el lastre original integrista, el PNV ha abierto la espita de la pertenencia, viendo que entre la militancia los más entusiastas, por aquello de «dime de lo que presumes y te diré de lo que careces», eran los que, como Aitor Esteban e Imanol Pradales, no tenían prosapia patanegra de la que presumir.

Así que ni esa ventaja para convertir en vasca a la enorme población originaria de otras partes de España le queda ya a la izquierda abertzale.

Pero, además, hay otra cosa que le da la hegemonía ideológica y real al PNV (sin contar su entramado económico) y es su faceta internacional, basada en dos bazas que monopolizan: el europeísmo y la diáspora.

El europeísmo es lo que hizo el primer lendakari José Antonio Aguirre para que el PNV sobreviviera en el exilio, pero siempre enfocado más a recibir que a dar. Porque ¿qué puede aportar un partido como el PNV a Europa? Si en Bruselas conocieran lo que dejó escrito su fundador les llevaban al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo por supremacistas y xenófobos.

Lo único que le interesa al PNV del europeísmo es que Europa reconozca la nación vasca, ni más ni menos.

La llamada diáspora vasca (la otra diáspora, la causada por el terrorismo de ETA aquí ni se menciona ni se recuerda) consiste en subvencionar generosamente a los centros vascos en el exterior inoculándoles de paso la misión de representar lo vasco en el mundo, pero sobre todo en el propio País Vasco, que es de lo que se trata, trayendo aquí de vez en cuando, con todos los gastos pagados, una representación de dichos centros para recordar a unos ascendientes que se fueron hace tropecientos años a hacer las Américas, con sus apellidos vascos y su eusquera, manteniendo así viva la quimera de lo que entienden ellos por País Vasco de verdad.

Y es en ese aspecto internacional donde ha ocurrido lo más decisivo de toda su historia reciente: la obtención del palacete de París, por la que Pedro Sánchez, mientras sea presidente, tiene garantizado el apoyo del PNV.

Ha sido tan trascendental ese logro (por el simbolismo que encierra para ellos) que podríamos especular, sin miedo a errar, que ha sido la negociación del palacete como portavoz en el Congreso lo que ha catapultado a Aitor Esteban a la presidencia de su partido.

Así que sostendrán a Pedro Sánchez hasta el final y serán un partido corrompido por aceptar un palacete del que no pueden demostrar su propiedad y quién sabe si como pago, a través de Santos Cerdán o de su intermediario Antxon Alonso, por su ayuda en la moción de censura de 2018.

Pero nada de eso les importará, ya que, con el palacete como símbolo, habrán sellado su ascendiente político y su autoridad en el País Vasco, que es para lo que trabajan, y lo único que les interesa y preocupa.

*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.