Nicolás Redondo-Editores

Los españoles nos dimos un abrazo en 1977 para enfrentarnos como una nación reconciliada a futuro. Sánchez ha abierto todas las heridas del pasado como sólo lo puede hacer un converso. Decidimos, muy condicionados por la historia reciente,  apostar por un Estado complejo que respetara la diversidad,  pero capaz de asegurar la igualdad y libertad de todos los españoles. Sánchez ha establecido una política que reconoce la existencia de españoles de primera, en general los que no lo quieren ser, y españoles de segunda.

Sin ninguna negociación por el medio, define la posición de los socialistas: una España de dos velocidades, la una privilegiada (aún con independencia fiscal les pagaremos las pensiones a los catalanes) y la otra arrojada a la desesperanza de seguir siempre igual, postergada, olvidada.

En aquel tiempo nos abrimos a Europa y al mundo. Hoy no sólo somos un socio poco fiable sino que somos molestos y peligrosos. La guerra de Ucrania nos obliga a incrementar nuestros presupuestos en Defensa mientras tenemos en la Unión problemas de liderazgo económico, político y militar. Y, sin embargo, nuestra prioridad en Europa es ¡la oficialidad del Catalán!¡No se puede ser más paleto!¡no se puede perder tanto crédito en tan poco tiempo y por una razón tan pequeña e inverosímil!

Estábamos con los que teníamos que estar; (“más vale vivir con el riesgo de morir  en Nueva York que vivir cien años sin libertad en Moscú”). Hoy nuestro sistema de comunicación más sensible, del que depende nuestra seguridad y nuestra privacidad, está en manos de los chinos. Habrá que preguntarse qué exministro o expresidente o pareja de algún mandatario ha participado desemejante atrocidad.

¿Por qué llaman política a hacer negocios en la oscuridad de despachos oficiales con regímenes que hurtan la libertad a sus ciudadanos? Nos llevan a la España olvidada, a la peor España, a la España que dejamos atrás hace 48 años.