¿Quién paga la diferencia?

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Con la ayuda de los colegas portugueses, el Gobierno consiguió el plácet europeo para establecer una excepción ibérica en la intervención del gas en la fijación del precio de la electricidad. Una medida que, como la aspirina, tiene sus efectos benéficos y sus contradicciones. Por un lado ha conseguido una rebaja sustancial del precio y por otro es evidente que la medida no ha afectado en un solo céntimo al precio que pagamos por el gas a los proveedores internacionales. Con el desagradable añadido de que la situación de la generación ha sido tan adversa durante los meses de verano que, en lugar de reducir su utilización, ha sido necesario aumentar hasta el 31% la aportación del gas, cuando la media se sitúa alrededor del 10%. Y ahí reside el problema, hay que colmar de alguna manera esa importante diferencia entre el tope nacional y el precio internacional. Bueno, pues ya tenemos algunos datos. El Boletín de Indicadores Eléctricos informa de que más de la mitad de los hogares, un 60%, paga ya en su factura la compensación que la realidad impone. Los consumidores que utilizan la tarifa regulada lo notan desde el 15 de junio y los que tienen una tarifa indexada al mercado libre lo harán ya, en el caso de que hayan renovado o firmado su contrato a partir del 26 de abril. La fórmula tiene también el problema de que permite el escape de 2.000 millones de euros (hasta final de año), que se van fundamentalmente a Francia en las compras que nos hacen.

Como no podía ser menos, el tema del gas ocupó una buena parte del debate que enfrentó ayer al presidente con el líder de la oposición en un formato que estaba trucado desde el principio, cuando el primero tuvo dos horas de tiempo para sus diferentes intervenciones y el segundo 20 minutos, sin que Sánchez tuviese la caballerosidad y la valentía de concederle ni un solo segundo de prórroga. Lamentablemente, quedó claro que no hay posibilidad de acuerdo entre ambos. No tanto porque sea imposible conjugar unas diferencias técnicas que no parecen enormes, sino porque no hay la mínima voluntad de encontrarse en algún lugar intermedio. El enfrentamiento fue tan áspero y bronco como inútil y reiterativo. Sánchez se dedicó a socavar el prestigio del aspirante, para lo cual recurrió a todo tipo de artimañas, mientras que Núñez Feijóo no tuvo tiempo más que para esbozar unas líneas generales que no encontraran ni comprensión ni respuesta. Una tarde perdida, una oportunidad despreciada… y muchos problemas irresueltos.