Quién lo iba a decir, hemos pasado en apenas un lustro de la posibilidad de que Podemos sustituyera al PSOE… a que el PSOE, con la inestimable ayuda de Sumar, se haya terminado merendando a Podemos. Porque Sumar no es Podemos y Yolanda Díaz no es Pablo Iglesias, cosa bien sabida por Pedro Sánchez, que ha maniobrado convenientemente para desembarazarse de quien osó disputarle el trono de la izquierda en España. Queda por ver cuál será el futuro definitivo de lo que queda de la formación morada, escuchimizada hasta casi su desaparición; tras haber perdido a la mayoría de sus fundadores y a sus principales líderes, ya no es la amenaza que fue, por mucho que amenace con poner en aprietos al Gobierno de Sánchez: ¿qué va a hacer ahora, votar con Vox contra la supuesta coalición progresista para cuya conformación se presentó a las elecciones?
En las elecciones generales de 2016, Podemos se quedó a 14 diputados (85 frente a 71) y a trescientos cincuenta mil votos del PSOE. Hoy, Podemos tiene 5 diputados que se sientan en el Grupo Mixto. Qué cosas, de pretender tomar el cielo por asalto a arrastrarse por un ministerio y, a continuación, acabar en un rincón del Congreso de los Diputados. Y conste que respeto y hasta me parece bien que quiera salvaguardar sus señas de identidad e independizarse de Sumar, pero los hechos son los que son. Y su programa ya ha sido asumido en un alto porcentaje por Sánchez: desde las políticas sociales hasta su confraternización con el populismo separatista más reaccionario. La nada restante la aporta Yolanda Díaz.
Como Sumar tampoco es lo que podía haber sido, el PSOE necesita pactar con todos los enemigos de España para permanecer en el gobierno, cosa que de momento es posible hasta que deje de serlo. Y solo hay dos opciones a la vista: o el PSOE sigue cediendo ante quienes son insaciables y les concede la desmembración progresiva de España… o el Gobierno de España saltará por los aires… en cualquier momento. O sea, cuando quieran Puigdemont, Otegi o Junqueras. Y vuelta cada cual a la casilla de salida. La cuestión es cuánto de lo destruido por Sánchez será reversible en ese momento.
Se amontonan los huérfanos políticos que no votan, votan en blanco o votan con la nariz tapada, especialmente izquierdistas que no comparten la deriva socialista y sus pactos con nacionalistas, independentistas y populistas
Así que a día de hoy hay dos bloques: por un lado, PP y Vox; por el otro, el PSOE y toda su cuadrilla. Uno y otro bloque se retroalimentan electoralmente, y no hay posibilidad de un pacto de Estado entre el PP y el PSOE que evitara tener que depender de los que quieren romper España. A su vez, los pactos del PP con Vox reducen las expectativas electorales de los primeros, como se vio en las últimas elecciones generales, donde el PP no alcanzó los resultados esperados porque muchos de los que rechazan la deriva del PSOE de Sánchez no están dispuestos a votar a un PP que se apoye en Vox. Y ahí seguimos, deseando que Sánchez se vaya a su casa pero sin alternativa viable. Mientras tanto, se amontonan los huérfanos políticos que no votan, votan en blanco o votan con la nariz tapada, especialmente izquierdistas que no comparten la deriva socialista y sus pactos con nacionalistas, independentistas y populistas, toda la cohorte de reaccionarios.
Hay opciones políticas regulares, malas o muy malas y cada cual tiene su responsabilidad en lo que nos pasa, pero el principal responsable de la situación actual de España no es otro que el PSOE de Sánchez. Los independentistas se comportan como lo que son y aspiran a lo que aspiran pero ha sido el PSOE quien ha decidido ceder ante ellos y traicionar los valores de la izquierda de toda la vida; el principal valor, la defensa de la igualdad, hoy pisoteada por Sánchez. Y puesto que ha abandonado su espacio histórico y ha decidido sustituir a Podemos, la cuestión ahora es quién sustituirá al PSOE o, dicho de otro modo, quién ocupará el espacio abandonado por el partido de izquierdas referente en España.
Hay quien, cuando uno hace la pregunta, responde con sarcasmo y cierto desprecio que es el PP el que lo ha sustituido en la práctica, dejando caer o diciéndolo abiertamente que también el PP ha abandonado algunas de sus reivindicaciones históricas, salvaguardadas ahora por Vox, la derecha valiente. Tal supuesto es una exageración evidente, más propio de decepcionados que de analistas políticos rigurosos. El PP puede recuperar voto de las filas socialistas o de parte de aquellos que históricamente votaron socialismo, pero nunca va a asumir el programa político del PSOE. Es cierto que ciertas reivindicaciones las ha ido dejando en el camino (su oposición al matrimonio homosexual, al aborto y a la muerte digna, entre otras), pero tales decisiones son más producto de su actualización programática acorde con los nuevos tiempos que de una decisión estratégica temporal para alcanzar el poder; y no tiene vuelta atrás porque no hay masa crítica suficiente para que la haya. El PP seguirá siendo el partido referente del centro derecha español y Vox una escisión por su derecha.
En todo caso, no hay que empeñarse en el lamento por la trayectoria del PSOE, que al fin y al cabo ha decidido libremente estar donde está, sino encontrar su alternativa. Hay grupos ya conformados que tratarán de hacerse un hueco electoral en las elecciones europeas de junio de este mismo año. El Nexo de Edmundo Bal se reivindica como centrista, en una especie de versión renovada del Ciudadanos que se propuso pactar a derecha y a izquierda; Ciudadanos quiere refundarse y presentarse a las Europeas, pero la falta de noticias al respecto hace sospechar que hay mar de fondo y disparidad de criterios en la formación naranja; y el Jacobino de Guillermo del Valle en breve se conformará en partido político con muy probablemente el apoyo de personas muy relevantes.
Desde luego, nadie piensa en una posible desaparición del PSOE, ni en sustituirlo de la noche a la mañana; se trata más bien de ocupar un espacio político que hoy está vacío: una izquierda que defienda la igualdad y la unidad de España. Es posible que el PSOE, tras absorber a Podemos, haga lo propio con Sumar y ambas formaciones queden reducidas a la mínima expresión o subsumidas en el PSOE. Incluso aunque tal cosa fuera así, la pregunta seguirá siendo pertinente: si el PSOE ha sustituido a Podemos, ¿quién sustituirá al PSOE?