EL CORREO 12/07/14
ALBERTO AYALA
· El Gobierno de Rajoy, lejos de ayudar a sus compañeros vascos, parece empujarles hacia la marginalidad
El PP vasco lleva diez días sumido en la perplejidad. Estoy seguro, incluso, de que no faltarán cuadros y militantes que hayan tenido, y tengan todavía, la tentación de mandarlo todo a paseo. Y es que, como me recordaba ayer mismo un compañero de la redacción, ya lo dijo el exministro centrista Pío Cabanillas Gallas con su habitual retranca gallega: «Hay amigos, enemigos… y compañeros de partido».
Que un Gobierno central sepa mantener la neutralidad, que evite caer en la tentación de ayudar a los suyos por encima de lo que les corresponde, no solo puede estar muy bien, sino que además no es demasiado usual. Ahora bien, lo que rompe cualquier pronóstico es que se torpedee lo que funciona y se planteen propuestas que destrozan a los suyos, cuando hasta los adversarios han mostrado una disposición más generosa.
Algo de esto es lo que ha ocurrido con el reciente fallo del Tribunal Constitucional, en respuesta a un recurso del Gobierno Rajoy sobre las EPSV, los fondos voluntarios de jubilación vascos. Y, hace cuarenta y ocho horas, con la propuesta de Montoro sobre la forma en que las instituciones vascas deben repartirse el pago de la multa de 30 millones de euros que la UE ha impuesto a Euskadi por las denominadas ‘vacaciones fiscales’.
Las EPSV funcionaban sin problemas y con evidente éxito, mayor que los planes de pensiones del resto de España. Más de 700.000 cuentas abiertas al amparo de la normativa aprobada por el Parlamento de Vitoria, así lo atestigua. ¿Qué causa de fuerza mayor llevó a Rajoy y a su gabinete a impugnar el modelo vasco? Si tiene más éxito que el vigente en territorio común, ¿no sería más lógico modificar este último para introducir en él las claves del vasco en vez de torpedear el primero?
Pues no. Recurso al canto al TC. Victoria de las tesis conservadoras. Repentino dolor de cabeza para decenas de miles de ciudadanos vascos que no entienden nada y que, desde luego, ‘agradecerán’ que un Gobierno del PP les haya hecho la puñeta. Y, por si faltara algo, desafortunada aparición de un dirigente popular vizcaíno que intenta aprovechar el viaje para salpicar al PNV. Notable.
Siete días después, Arantza Quiroga, Javier De Andrés y los suyos han recibido la ‘propina’. Cuando el Gobierno vasco y las diputaciones parecían estar cerca de un acuerdo para abonar a Europa la multa fiscal según los porcentajes que rigen el reparto de los recursos económicos en Euskadi –lo que haría que Álava pagara solo una pequeña cantidad–, llega Montoro y se descuelga con que el territorio menor de la comunidad autónoma, el único que gobierna su partido en Euskadi, debe asumir el 65,85% de la sanción: más de 20 millones de euros. Nada extraño que el diputado general y vicesecretario general de los populares vascos haya tildado la propuesta de «inaceptable» y alguna que otra palabra más gruesa.
Rectificación de Montoro
El daño a las EPSV está hecho. Ayer el ministro Montoro reculó, retiró su propuesta y pidió a las instituciones vascas (Gobierno autónomo e instituciones forales) que se pongan de acuerdo para alcanzar, pese a todo, una fórmula de reparto más justa y realista respecto a la multa de la UE. Pero la pregunta a La Moncloa y a Génova, a Rajoy y a toda la junta directiva nacional de su partido, queda sobre la mesa: ¿Quiere el PP tener futuro en el País Vasco?
Por este camino –y habría que recordar que el Gobierno central ha terminado de dar la puntilla también a uno de los iconos de Álava, el aeropuerto de Foronda– me temo que da prácticamente igual que la nueva presidenta de los conservadores vascos, Arantza Quiroga, dedique el verano a patearse Euskadi pueblo a pueblo para intentar remontar posiciones. Como si se marcha directamente a la playa.
Y lo llamativo es que llueve sobre mojado. Los populares vascos se hicieron en 1999 por primera vez con el gobierno de dos de las siete grandes instituciones del país. En concreto, la Diputación de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria. Quien más quien menos pensó que con José María Aznar en La Moncloa ambas recibirían algún premio en forma de recursos económicos o de proyectos de infraestructuras. Nada de nada. El entonces diputado general Ramón Rabanera seguro que todavía no ha olvidado el displicente trato de le dispensó en más de una ocasión el jefe del Ejecutivo español.
Hace algunos meses, José Antonio Apraiz, un conocido nacionalista alavés, exmilitante jeltzale, responsable durante más de tres décadas del servicio de Traumatología del hospital Txagorritxu y expresidente del Baskonia de baloncesto, sostenía en una entrevista concedida a la edición alavesa de EL CORREO que «Vitoria no puede aspirar a gran cosa si no tiene detrás el rodillo del PNV, como sí lo ha tenido Azkuna en Bilbao». No parece que en el PP las cosas funcionen igual. No al menos para los populares vascos.