Iñaki Ezkerra-El Correo
- Ya es obvio que en este lío de Gaza los que menos importan son los gazatíes
Hasta la víspera del plan de paz, lo que sostenían Sumar, Podemos y el propio Gobierno Sánchez es que lo de Gaza era un genocidio y que la intención de Netanyahu era tomar toda la Franja para anexionarla al Estado de Israel. Solo por el hecho de que los israelíes iban a ganar, con toda probabilidad, esa guerra, cualquier oferta no ya de paz sino de mera tregua debería ser bienvenida y hallar un apoyo incondicional en quienes han hecho una causa ideológica de la empatía con el pueblo palestino. Entre la victoria israelí que, según ellos, se traduciría en el cobro de un botín territorial, y una salida negociada, aunque no fuera la perfecta ni la más justa, parece que lo lógico sería apoyar sin reservas esta última para frenar la sangría, ganar tiempo y ahorrar dolor a la comunidad gazatí. La reacción, sin embargo, de las Irenes Montero, Iones Belarra y Yolandas Díaz ha sido la de rechazar a gritos esa oferta trumpiana que tiene ya el beneplácito judío y que hasta Hamás se está planteando porque le permitiría algo parecido a una salida ‘honrosa’ dentro de la subjetividad que, en este contexto, encierra ese término.
Esta es la paradoja: mientras Hamás se lo está pensando y responde a dicha oferta apaciguadora que debe «consultarlo con su brazo militar» (ahora nos enteramos de que existe esa castrense extremidad en la organización terrorista y de que no todos sus miembros están armados hasta los dientes), van las tres lideresas del populismo antisistema y reaccionan como si se les hubiera mentado a la madre. O sea, que nos han salido más papistas que el Papa y más guerreras que el Netanyahu de sus desvelos; menos partidarias de la paz que Hamás, Irán y Siria juntos. Díaz ha cambiado el ‘look’ de Evita y de ‘Fashionaria’ por el de ‘dama de hierro’ para descalificar íntegramente el plan, en el que no ve ni el menor aspecto positivo. Montero arremete contra todos los gobiernos europeos, incluido el de Sánchez, a los que acusa de un postureo que esconde la ominosa renuncia a pararle los pies a Israel. Y Belarra exige emplear los medios militares que sean precisos para escoltar a la flotilla en zonas de combate. Lo que explica esta rabiosa llorera a tres bandas es que ven que les quitan el juguete pacifista que por fin se ha revelado como belicista. Privadas del bochinche les queda solo el berrinche.
Quieren guerra, sí, porque ‘la razón populista’ se nutre de irracionalidad. Netanyahu, que no es más racional que ellas, asume hoy el Estado palestino que rechazaba hace unos días. Aquí pesan más las palabras que los conceptos a los que remiten, como pesa más la identidad de quien las pronuncia que el valor que tienen en sí mismas. Lo que ya resulta obvio es que en este lío de Gaza los que menos importan son los gazatíes.