- ‘Pegasus’, la película de espías bobos del secesionismo catalán, se diluye entre el ridículo de Bolaños. las acometidas contra la ministra de Defensa y un vistazo a la trastienda de la Corona
Tres momentos cumbre coronan la antología de las humillaciones a las Pedro Sánchez ha sometido al Estado para dar satisfacción a golpistas catalanes del 17. El ‘pacto de Pedralbes’, en el que escenificó una cumbre «de Gobierno a Gobierno» con aquel Quim Torra, un personaje estrafalario, excorredor de seguros que llegó la Generalitat por incomparecencia de su titular, el fugado Carles Puigdemont, heroico protomártir de la republiqueta que nunca existió. El vergonzante indulto al grupo sedicioso, en contra de lo dictaminado por el Supremo. Y como colofón, la visita a la Plaza de San Jaime protagonizada este domingo por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, quien no dudó en arrojarse a los pies de su interlocutora, Laura Vilagrá, tenebrosa dama con aspecto de mucama gore de la familia Adams y que ejerce, o eso dicen, de consejera en el Ejecutivo nacionalista.
El enviado de Sánchez pretendió, con esa intempestiva entrevista, templar gaitas sobre esa película de espías titulada Pegasus, rodada en la Universidad de Toronto y dirigida por un joven secesionista catalán que ha acaparado la atención de crítica y público estos días. La historieta se publicó en The New Yorker, medio que lo difundió en forma de artículo firmado por el hijo de Mia Farrow en el que, entre otras imprecisiones, se apuntaba que ‘el 90 por ciento de los catalanes’ respalda la independencia de la región.
Una vez concluida la ceremonia de la genuflexión, Bolaños hilvanó una serie de anuncios, medidas y gestos de contrición que todavía mueven al pasmo y al espanto
En el momento más servil de su encuentro con la consejera gótica, el ministro Bolaños no dudó en atender a sus requerimientos para que depositara su móvil en la antesala del tétrico salón en el que fue atendido, una especie de guardamuebles desvencijado presidido por una mesa muy larga al estilo ‘la casa de Putin’, adornada austeramente por dos vasitos de agua y quizás una jarra del galeprix. Trague usted el sapo, parece que le dijeron al ilustre miembro del Gabinete de Sánchez. Y así lo hizo. Una vez concluida la ceremonia de la genuflexión, Bolaños hilvanó una serie de anuncios, medidas y gestos de contrición que todavía mueven al pasmo y al espanto.
Vino a reconocer que, en efecto, el espionaje a los separatistas existió, que lo llevó a cabo el CNI, que el defensor del Pueblo abrirá una investigación a la espera de que se reúna la comisión de Control de Gastos Reservados (encargada de estos menesteres sobre los servicios de inteligencia), y anunció que en la mentada instancia parlamentaria estarán presentes tanto los representantes de los supuestamente jaqueados (¿pero hubo alguna vez 61 espiados?) como el resto de las formaciones cuyo objetivo único es dinamitar el edificio de nuestra Constitución. Es decir, no sólo ERC sino también Bildu. ¿Hay quién dé mas? Pues sí. Bolaños fue capaz de superarse y en un rosario de demandas de indulgencia mostró su comprensión ante ‘la inquietud’ de los ofendiditos, subrayó su ‘empatía’ con las personas que lo han denunciado y mostró ánimo por trabajar en la ‘recuperación de los afectos’ (cual si fuera una canción de Perales) con quienes gobiernan en Cataluña con el único empeño de despiezarla del resto de España.
Escaso éxito cosechó el pusilánime Bolaños en su papel de chupamedias de ERC, porque, horas más tarde, Óscar López, jefe de Gabinete del presidente, fue objeto de otra ración de collejas por parte de los diputados Frankenstein, quienes, todos a una, reclamaron dimisiones varias y exigieron que rodaran cabezas. López, patidifuso ante el ensañamiento de quienes se supone sus socios, hubo de comprometerse también a ejecutar todo tipo de averiguaciones sobre el tal Pegasus, con excusas pringosas del todo inadecuadas en boca de quien ocupa un cargo de su relevancia institucional.
Tierra trágame. Tanto aspaviento y tanto golpe de pecho ante los exigentes separatistas para luego quedar todo en una trola de la factoría Toronto-Farrow junior
El ridiculo de ambos, Bolaños y López, resultó cruel al conocerse, según publicaba El País, que comanda Miguel Barroso, jefe de la propaganda sanchista, que el CNI jamás espía de cincuenta en cincuenta, sino que lo ejecuta en forma individual y que, en cualquier caso, estas operaciones se llevan a cabo bajo la vigilancia y prescripción del juez del Supremo adscrito a este departamento desde su reestructuración en tiempos de Aznar. Tierra trágame. Tanto aspaviento y tanto golpe de pecho ante los exigentes separatistas para luego quedar todo en una trola Toronto-Farrow.
Hay preocupación en Moncloa ante la votación de este jueves en el Congreso del plan para afrontar la crisis de ‘la guerra de Putin’. De ahí lo sospechoso del estallido del caso Pegasus en estas fechas. Nada en política es inocente ni casual. Puigdemont, muy vinculado a los servicios rusos por sus tratativas cuando la sedición, sonríe malicioso desde su covachuela en Bruselas a la espera de la decisión del tribunal europeo sobre su entrega a las autoridades españolas. Uno de los supuestos espiados es precisamente su abogado, según las versiones apócrifas que circulan ahora por las cloacas del independentismo.
En esta peliculita de espías de serie B reaparece, como no podía ser menos, el espectro morado en forma de la ministra Ione Belarra que, aprovechando la confusión geopolítica del caso (España, Cataluña, Rusia, Canadá, Bruselas, Nueva York, Moncloa…) ha decidido subirse al carro del disparate para lanzar otro mensaje de amor a Putin y exigir que la próxima cumbre de la OTAN a celebrarse en Madrid sea sustituida por una gran jamboree de paz y amor en la que nadie tenga a bien mencionar a los 20.000 mártires civiles ucranianos asesinados por su admirado criminal de Moscú. «Ojalá la señora Belarra pueda convencer a Putin de que detenga esta masacre contra el pueblo de Ucrania», le respondió la ministra de Defensa, Margarita Robles, sin duda el objetivo prioritario y unánime de todas las demandas de cese lanzadas por la banda trapera que apoya a Sánchez.
Desde su atonía mediática y su irrelevancia política, no dudó Pablo Iglesias en aprovechar la ocasión y retomar una de sus aficiones favoritas cual es la de homenajear el filme de Peckimpah Quiero la cabeza de Alfredo García con Margarita como protagonista, al sugerirle en declaración pública que «convenza a sus subordinados de que dejen de espiar». Naturalmente, en estas horas ha sido el fundador de Podemos quien más artillería ha lanzado sobre la ministra, en un empeño estéril y torpón. La aludida respondió con fiereza en el Senado a todos los caimanes que se lanzaron a su yugular desde los escaños ocupados por las voces menos democráticas del Parlamento.
Sabido es que ni Sánchez cesará a su titular de Defensa ni los secesionistas le harán la pifia de votar esta semana contra su plan anti-guerra. De hacerlo, sería un golpe casi mortal a la legislatura y temen demasiado la llegada de Feijóo, tan inevitable. Para diluir el protagonismo de Pegasus, que tanto asusta a Bolaños, ¡ay qué daño!, en Moncloa han sacado en procesión el comodín de la Corona, una tradición de la casa, mediante un teatrillo sobre transparencia, un revoltijo de cuentas corrientes, patrimonio, fondos de inversión, Emérito que vuelve, Sanxenxo, Abu Dabi y demás ingredientes de esa macedonia que entretiene a los medios obsesionados con mordisquearle los tobillos a la Monarquía y lanzar dentelladas al cuello del Rey. En ello están ahora, entretenidos como chanchos en el lodazal. Cuanto yerran esos cretinos fosforescentes, que diría Flaubert.