Marcos Lamelas-El Confidencial

En el mundo de Quim Torra, la independencia caerá como una fruta madura. Por tanto, qué sentido tiene buscar un acuerdo con Sánchez. Lo fía todo al reconocimiento internacional

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, dio dos bandazos que alejan la crisis catalana de una solución rápida. De un lado, dio un portazo a la propuesta de Pedro Sánchez de negociar un nuevo Estatut. De otra, delegó el peso de la protestas al pueblo de Cataluña, dejando claro que ni él ni el resto de miembros de la Generalitat se iban a saltar la ley. Por tanto, invitó a una “marcha”, a meses de movilización, pero dejó en manos de la gente cómo iba a llevarse a cabo. Y se fue para casa. Una conferencia política rimbombante pero muy vacía de contenido.

En el mundo de Quim Torra, la independencia caerá como una fruta madura. Por tanto, qué sentido tiene buscar un acuerdo con Sánchez. “Presidente Sánchez, el debate en la sociedad catalana no es sobre un Estatut”. Y ya está, tema zanjado. Si Sánchez quiere negociar, que hable sobre “un referéndum de autodeterminación acordado, vinculante y reconocido internacionalmente”.

 Eso sí, en la misma frase asegura que “está vigente el mandato del 1 de octubre”. Según Torra, esta vigencia “solo puede ser renovada” por la nueva consulta que quiere pactar con el Gobierno español, al que ha puesto los ejemplos de Canadá y Escocia. Pero si el mandato está vigente, ¿para qué renovarlo?

Como esta contradicción ha habido muchas en el discurso de Torra. La razón, según fuentes independentistas, es que no se ha podido pactar el discurso con todas las facciones en juego. Había que contentar a Carles Puigdemont, a ERC, a la CUP, a los CDR, a los miembros del Govern, a las diversas corrientes de JxCAT. Por tanto, vaguedad y retórica. Y aquí ha quedado una conferencia que ya se dijo que no sería una hoja de ruta, que no marcaría fechas concretas, pero que tampoco ha sido capaz de definir el terreno de juego. Y que ha mostrado a un ‘president’ Torra más cómodo esperando una solución que le venga de las cancillerías internacionales que negociando con Madrid. Los críticos constitucionalistas tienen una expresión para esto: “Independentismo mágico”. Pues eso es lo que ofreció Torra, magia en un escenario oscuro, donde tuvo más presencia escénica el gigantesco lazo amarillo que pusieron como única escenografía que el mismo ‘president’, parapetado tras un atril y un montón de floridas citas literarias.

Sin partidos

No ha habido una referencia a los partidos catalanes, tal vez para no poder en evidencia la desunión. Pero en más de 20 ocasiones se ha referido al “pueblo”. A ese pueblo le encarga la movilización: “Confiad en vuestra determinación, ayudaos, creed en vosotros mismos. Sea cual sea la organización en la que participas, fortalécela, desarrolla un plan estratégico, convierte la enorme fuerza del movimiento independentista en reflexión sobre el país que queremos, en debate constituyente, en la planificación cuidadosa de las semanas que vendrán”. Populismo sin líderes. Populismo sin plan.

Su único compromiso es negociar con Madrid lo que Madrid no piensa negociar. Su oferta de diálogo se limita a “hacer un referéndum de autodeterminación acordado, vinculante y reconocido internacionalmente; con un respeto escrupuloso a la democracia y las vías pacíficas”. No hay más.

Torra quiere un referéndum pese a contar con el supuesto mandato de otro y pretende negociar con Madrid mientras lanza al pueblo a protestar

Para Torra, “la república no se hace desde un despacho, ni desde muchos despachos; la soberanía es de la gente, no viene de arriba, viene de todos vosotros, de la gente que se une y lucha por el derecho de tener derechos y que se siente pueblo soberano, pueblo constituyente”.

Generalitat, al margen

Por tanto, la Generalitat queda al margen de lo que pase en octubre. Puede que jalee desde fuera, pero evitará ir a prisión. Total, “la república no se hace desde un despacho”, en especial desde el suyo. La revolución se delega, tal como hizo Puigdemont designándolo su representante en Cataluña.

No ha habido consignas, más allá de no hay consignas. La independencia ya sería una realidad si no fuera por “los problemas que nos ponen para hacerla realidad”, según Torra. En todo caso, no es un problema de la Administración.

“Tendremos que superar enormes obstáculos, pero la historia está llena de momentos en que la gente se unió, para luchar, codo con codo, por la libertad, los derechos humanos y la justicia. Gente que perdió el miedo a todo salvo a una cosa: perderse el respeto a sí misma”, ha asegurado Torra. Esto es cosa de “la gente”.