Ignacio Camacho-ABC

  • El futuro de este mandato se va a decidir en los juzgados. Una cascada de imputaciones puede ponerlo todo boca abajo

Es una tradición del 12 de octubre que a los presidentes de izquierda los reciban en el desfile con abucheos. Ayer se escuchó menos la música de viento porque la lluvia era disuasoria y porque la organización había colocado a los espectadores más lejos. Lo que quizá Sánchez no esperaba es que la bronca se la dieran dentro, en la recepción del Palacio Real, donde la presidenta de la AVT lo abordó por las bravas con el asunto de la excarcelación de presos. Al «1» se le puso ese maxilar apretado de incomodidad que tantas veces se le aprecia en el Congreso. Se zafó mal que bien del aprieto, musitó a media voz algo que sonó a «eso es su opinión» o similar y se quitó de en medio.

Tampoco resulta habitual que los corrillos de Palacio se dediquen a hacer porras sobre cuánto le queda a este Gobierno. Las cábalas eran, por resumir, de dos clases: las de los que piensan que aún puede resistir un cierto tiempo y las de quienes creen (y/o desean) que el caso Koldo-Ábalos-Aldama, unido al ‘Begoñagate’, se lo va a llevar en breve por delante. La posibilidad de que aguante la legislatura completa no la contempla prácticamente nadie, y la certidumbre de que la corrupción va a multiplicar su desgaste, en el mejor de los supuestos, es casi unánime. Sólo ante la proximidad del Rey, la Reina o la Princesa Leonor las conversaciones se volvían más triviales, pero en cuanto se iban a otra parte todo mundo retomaba el cálculo de probabilidades.

Como había allí personas bien informadas, con conocimiento de los entresijos judiciales y políticos, cabe concluir que la caída ha comenzado y que lo que esta semana hemos visto y oído es sólo el principio de un proceso de descomposición de la legislatura y del Ejecutivo. Sin embargo, el cómputo de una cuenta atrás es muy relativo; en realidad, empieza en el momento en que el presidente sale investido, y no es lo mismo que arranque desde diez que desde cinco. Seis años –con unas elecciones ganadas por medio– duró la agonía del felipismo, y siete se mantuvo Rajoy sin que Bárcenas y la Gürtel le impidieran vencer en otros dos comicios, aunque por los pelos y en estado crítico.

Lo que sí parece ya claro es que el futuro del sanchismo se va a ventilar en los juzgados. La cuestión clave es si los estrategas de Moncloa podrán limitar el escándalo construyendo otro de sus muros alrededor de Ábalos, al que han echado a los leones para que se entretengan haciéndolo pedazos. Sucede que a su jefe le persigue la comprometedora pregunta de qué sabía y desde cuándo, que a ‘Mrs. Fundraiser’ la sigue investigando el juez Peinado y que Aldama, el «nexo corruptor», ya duerme en la cárcel y su testimonio no está condicionado por ningún vínculo partidario. Una cascada de imputaciones puede poner boca abajo todo el tinglado. De repente, tras esta semana negra, el mandato ya no depende en exclusiva del acuerdo presupuestario.