Ignacio Camacho-ABC
- El comandante en jefe que prodigaba arengas castrenses en la pandemia se arranca los galones ante una verdadera guerra
El Gobierno que va a organizar la próxima cumbre de la OTAN se esconde en la última fila de la Alianza cuando las papas queman en la sartén de Ucrania. El presidente que presume de ser el faro europeo de la socialdemocracia rehúye el ejemplo de la Cancillería alemana, que ha impuesto a sus coaligados verdes un aumento del gasto militar, un impulso a las infraestructuras de gas y un envío masivo de armas. España quita el hombro en la crisis y sólo mandará patrullas de vigilancia, armamento defensivo «no letal» y asistencia humanitaria: tiritas para una nación agredida cuya población clama por ayuda efectiva contra una masacre anunciada. Para poder acudir hoy al Congreso -Scholz hizo abrir el domingo
su Parlamento- Sánchez ha tenido que plegarse a las exigencias apaciguadoras de Podemos mientras la oposición le daba por adelantado su consenso. El socio disimula a duras penas, y forzado por las evidencias del atropello, su sesgo proruso y su alergia por el desafío bélico que moviliza a la mayoría de Estados europeos, las democracias conscientes de que la invasión representa un ataque a su modelo. Las mismas cuyos dirigentes están tomando nota del absentismo español ante una circunstancia histórica.
Porque estas cosas cuentan. La lluvia de millones para compensar los daños económicos de la pandemia no la han derramado los miembros del Grupo de Puebla, ese foro ‘pacifista’ donde Zapatero y Lastra se ponen al servicio de Cuba y Venezuela. Fue la UE la que se rascó el bolsillo a costa del incremento de deuda y la que ahora comprueba cómo el beneficiario de su cooperación se escaquea en el momento de la solidaridad de vuelta. Tanta afición por la retórica castrense durante la emergencia del Covid para acabar eludiendo la certeza de hacer frente a una verdadera guerra. El comandante en jefe de aquellas arengas dominicales se ha arrancado los galones cuando ha visto de lejos los tanques y le tocaba asumir una (pequeña) parte de sus responsabilidades. La presión de la extrema izquierda le ha aflojado el coraje que impostaba con las cámaras delante. Luego se preguntará por qué los mandatarios occidentales lo excluyen de las reuniones clave. Igual es que esos tipos tan quisquillosos no lo consideran fiable.
En junio podrá resarcirse como anfitrión de la cumbre atlántica. Se encargará de que esté bien organizada, que al fin y al cabo en materia de hostelería España es garantía de idoneidad, servicio, confort y eficacia. Ahí no hay quien nos eche por encima la pata. En logística de eventos somos un país puntero; otra cosa es que nos pidan compromiso, lealtad, determinación, esfuerzo y sobre todo inversión presupuestaria en asuntos de Defensa y Ejército. Para eso mejor que los aliados se vayan a Marruecos, que está deseando hacer méritos. El papel más lucido que podemos cumplir en la OTAN, y lo cumpliremos de sobra, es el de camareros.