JORGE BUSTOS – EL MUNDO – 01/09/16
· Con el resultado ya contábamos, pero algo habrá que decir del juego. Y si el candidato jugó una primera parte reservona y plomiza el martes, demasiado consciente de que el partido estaba perdido, ayer Mariano Rajoy salió a la cancha a divertirse. El Hemiciclo pasó en 24 horas de biblioteca a discoteca: la Ra-Joy Eslava. Se divirtió él, alborozó a los suyos, lo celebraron sus partidarios en las redes y hasta arrancó sonrisas de la bancada de Podemos, donde alguno no reprime la simpatía intergeneracional que le despierta su perfecto antagonista.
Rajoy desempolvó al parlamentario coñón, dominante y ágil que te mata a la contra cuando más seguro estás de que ya no puede moverse, tal fue la montaña de corrupción y crueldad que PedroSánchez había vertido sobre él a la hora del desayuno. El todavía líder socialista articuló una réplica solvente, bien ejecutada y tan dura que amenazaba con achicarle espacio a Pablo Iglesias.
Pero cometió el error de parafrasear a Rajoy, intentando la táctica del espejo sin reparar en que el gallego no se refleja en los espejos desde hace varios trienios, seguramente porque los espejos no saben qué hacer con él, como todos los demás. Rajoy desenvainó el florete del sarcasmo y en tres trazos redujo el tamaño de su opositor a una nada pueril y bronceada que carece ya no solo de alternativa, sino también de discurso.
Esta vez el candidato no evitó el gran tabú: abundó en el tratamiento de la corrupción aun sin conceder demasiada autocrítica. Es ahí cuando parece hablar Albert Rivera por su boca. Ahora bien, las credenciales regeneradoras de Rajoy son dudosas no solo para Sánchez, sino también a ojos de su socio centrista, quien repitió mucho lo poco que se fiaba de él en esta materia, marcando distancias y preservando su nicho político.
La ironía, en todo caso, no es fórmula suficiente para la buena oratoria: por eso don Mariano la combinó con la condescendencia y con la pedagogía. Ofreció una mezcla feliz de los tres ingredientes en el intercambio con Iglesias, que había optado por regresar al monte a desenterrar la cal viva retórica, él sabrá por qué.
Seguramente porque toca calentar ya las gallegas, porque su partido está bajo de moral, porque el paso de guerrilla a tropa regular le anega su romántico corazón de melancolía y porque Sánchez no iba a ser más rojo que él, hasta ahí Podemos llegar. Así que don Pablo tiró de los clásicos populares del rap morado (el Ibex, Cebrián, Franco, Poderosos versus Gente, su-odio-nuestra-sonrisa) hasta que un bedel se vio obligado a abrirse paso por entre la espesura de su Sierra Maestra mental para llevarle un vasito de agua, no se fuera a deshidratar. Rajoy paró, templó y mandó. Le brindó nociones paternales de economía de mercado y le afeó la manía de patrimonializar la causa de la Justicia. Iglesias le reconoció el buen humor, y faltó poco para que se fueran de botellines. Otra mina desactivada por el ironista celta.
Rivera se pidió la voz de la sensatez, con raptos de quijotismo. Sueña con un país en que PP y PSOE colaboren entre lágrimas y Podemos sustituya la política del apelativo por la aceptación de la realidad. Acabó invitando a Sánchez a aliarse en el Legislativo para influir sobre el Ejecutivo, pero olvida que Sánchez no aceptaría a Rajoy ni aunque aplicase el programa del PSOE y llevase a sus niñas al colegio cada mañana. España es fulanista, don Rivera: importa quién, no qué.
La cumbre parlamentaria de la jornada fue la respuesta de Rajoy a Tardà, quien disparató a niveles Python. La réplica corrida con que el presidente en funciones defendió la libertad y la igualdad de los ciudadanos en democracia fue perfecta en concepto, tono, mímica y emoción. Ojalá esos minutos redondos pronto estén disponibles en YouTube, desde donde contribuirán a desasnar a tanto selvático de asamblea con conexión ADSL. Con el portavoz del PNV, en cambio, el debate descendió del dogmatismo a los negocios: la vía vasca en octubre no parece ni mucho menos cerrada.
Fue un festival. No sabemos cuántas sesiones parlamentarias le quedan a Mariano Rajoy, pero pocas habrá firmado tan inútiles y brillantes como la de ayer. Quizá ambas cosas vayan unidas, como creían los griegos.
JORGE BUSTOS – EL MUNDO – 01/09/16