JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • El asombro de los dirigentes de Sortu y Bildu se explica por su aburguesamiento

En su aclamada novela ‘Tierra de furtivos’, el periodista especializado en información del mundo de ETA y el terrorismo OBO (Óscar Beltrán de Otálora) sitúa en el mundo de la ficción algo que sus propias investigaciones periodísticas le habían confirmado en la realidad: el rebrote en el País Vasco de grupos radicales de la izquierda abertzale que no asumían la derrota de ETA. Ahora que se cumplen veinticinco años del secuestro y muerte de Miguel Ángel Blanco reaparecen con fuerza focos de la ideología totalitaria y violenta. La semilla diabólica fructifica, precisamente, cuando los directos herederos de ETA, Bildu y Sortu se han metamorfoseado en una fuerza institucional y uno de los socios más fiables de Pedro Sánchez.

Paradójicamente, el enfrentamiento, de momento callejero y sordo, se está produciendo no con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, sino entre las facciones juveniles de la izquierda abertzale oficial Ernai y los llamados radicales disidentes, GKS, que pugnan por ocupar la vanguardia de los movimientos juveniles en el País Vasco. Frente a la estrategia de Bildu para ir acercando y liberando a los presos etarras a cárceles vascas negociando con Sánchez y Marlaska a cambio de su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado o la reforma laboral, renunciando a sus postulados social-abertzales de máximos, las Juventudes Socialistas Vascas (GKS) exigen una amnistía general. Los neo-radicales acusan a sus antiguos colegas abertzales de haberse rendido al Estado, de adoptar posiciones pequeñoburguesas y socialdemócratas acomodadas e institucionales. De haber abandonado a los presos de ETA y abdicar de los postulados revolucionarios independentistas.

El empobrecimiento de las capas medias y bajas de la sociedad por efecto de las crisis ha actuado como caldo de cultivo para unos sectores juveniles que tienen como referente «la lucha de ETA» durante décadas. En su seno ya fructificó también un movimiento antivacunas y anticertificados con el fantasma del control social del Estado. Y al estallar la invasión de Ucrania se alinearon inmediatamente con Putin y Moscú, con el viejo argumentario soviético anti-OTAN. Han llegado a pintar la ‘Z’ de los tanques rusos en un albergue que ocupan refugiados de Ucrania.

En este contexto, en el campus de Álava y en la ciudad de Vitoria se han registrado agresiones callejeras a estudiantes conocidos por su militancia de centro-derecha y boicot a los movimientos estudiantiles constitucionalistas. El asombro con que viven estos brotes de radicalismo abertzale los dirigentes de Sortu y Bildu se explica por su propia evolución y aburguesamiento. Después de apoyar durante 40 años «la lucha armada», ahora han superado al PNV en su tradicional papel de comisionistas en Madrid.