- El presidente gallego representa a un PP regionalista, burocrático y acomodado, que abomina de batallas culturales, y propenso a las componendas con la izquierda y el nacionalismo
La elección de Pablo Casado como presidente del PP representó para muchos militantes y votantes la vuelta a las esencias, el retorno a un partido firme en la defensa de la unidad de España y de los principios liberal-conservadores, por oposición a la tecnocracia representada por Soraya Sáenz de Santamaría. El joven palentino llegaba a la presidencia apadrinado por Aznar y de la mano de Cayetana Álvarez de Toledo “para liderar la España de los balcones”.
Uno de los apoyos más tempranos que tuvo Casado fue Alejandro Fernández, líder del PP catalán. Con ambos al frente del partido en Madrid y Barcelona parecía cerrarse una etapa caracterizada por la tibieza, los complejos y los pactos vergonzantes con el nacionalismo. El PP se disponía a recuperar el terreno perdido en Cataluña, aprovechando la descomposición de Ciudadanos y las carencias organizativas de VOX.
Figura entre sus méritos el haber destruido la autoridad de Alejandro Fernández en Cataluña, sometiéndolo a un menosprecio permanente y rodeándolo de enemigos internos
Desde entonces, y con excepción de la victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, la evolución del PP no ha podido ser más decepcionante. Pese al espectáculo de incompetencia e inmoralidad del gobierno Frankenstein, el PP no ha tomado una ventaja clara en las encuestas. Se halla inmerso en un debate absurdo sobre sus alianzas con Vox al que lo han arrastrado sus propios enemigos. Y acaba de quedarse descabezado por los oficios de un secretario general torpe y soberbio que ha acabado provocando una crisis sin precedentes.
Entre los méritos del susodicho se halla el haber destruido la autoridad de Alejandro Fernández en Cataluña, sometiéndolo a un menosprecio permanente y rodeándolo de enemigos internos. La decapitación del presidente del PP se daba por descontada hasta el estallido de la crisis. ¿Qué futuro le espera ahora?
La aparición de Alberto Nuñez Feijóo para pilotar la nueva etapa del PP ha supuesto un alivio para sus atribulados dirigentes y militantes. En palabras de Álvarez de Toledo, el presidente de la Xunta es “el adulto en esta etapa de puerilidad”, un perfil “para competir con Pedro Sánchez, no para frenar a Vox”. En efecto, Feijóo disfruta de una imagen de seriedad y llega avalado por sus victorias en Galicia, pero ¿qué supone su ascenso en términos ideológicos? ¿Y qué podemos esperar de él los catalanes que sufrimos los abusos nacionalistas?
Contemporizar con los nacionalistas
Me temo que Feijóo es una mala noticia para el constitucionalismo catalán. El presidente gallego representa a un PP regionalista, burocrático y acomodado, que abomina de batallas culturales, y propenso a las componendas con la izquierda y el nacionalismo. Un PP que tiene sentido en Galicia, pero que difícilmente puede responder a los desafíos que se plantean en el resto de España. Lo más probable es que reproduzca el estilo de dirección de Mariano Rajoy, con quien comparte origen, cultura política y temperamento. Es decir, que se dedique a contemporizar con los nacionalistas y que no haga nada por detener sus abusos y la desintegración del Estado.
Volviendo a la pregunta que formulábamos más arriba, la convivencia de Feijóo con Alejandro Fernández se antoja difícil. Algunos medios comienzan a especular con su substitución por un perfil “moderado” y “catalanista” para dirigir al PP catalán. Un partido resignado a ser una pequeña sucursal, sin autonomía ni ambición, que habría perdido el último tren.