EL MUNDO – 10/04/16
· Se reivindica ante el PP al considerar que su estrategia de no negociar ha sido buena. «No siempre acierta en los tiempos; esta vez sí», dice su entorno.
· Llamará a Sánchez después de que se celebre el referéndum de Podemos, pero sólo espera que lleguen unas elecciones para las que se ve reforzado.
Cuando comprobó que la gran coalición no era posible, Mariano Rajoy se sentó a esperar. Enfrente, Pedro Sánchez se lanzó a intentar llegar a un acuerdo que su propio Comité Federal había hecho imposible de antemano. El líder socialista puso la cara, activando así el reloj de su fracaso y permitiendo al presidente del Gobierno eludir el desgaste durante los 112 días pasados desde el 20-D. Las encuestas le dan la razón a este gran administrador de los tiempos, que llega con fuerzas intactas a una campaña que da prácticamente por segura. Tras su retiro en La Moncloa, Rajoy sólo tiene previsto ofrecer un último encuentro a Sánchez y tal vez a Rivera. En el Partido Popular, que han vivido con nervios las idas y venidas, están aliviados. «Hace tres meses mucha gente creyó que Rajoy era un cadáver y no les ha salido bien», dicen fuentes cercanas al presidente en funciones.
La flecha del tiempo ha marcado los pasos de los líderes de PP y PSOE. Sánchez se lanzó rápido a por su oportunidad, pero las condiciones del Comité Federal habían marcado ya su fracaso. Al final, la «sonrisa del destino» era para Rajoy. Cuando comprobó que la gran coalición no era posible, se sentó a esperar. Los sondeos reflejan su acierto. Ha eludido el desgaste de la primera línea y llegará fresco a la campaña
La flecha del tiempo nuevo fue disparada por los españoles en las urnas el 20-D. Tal y como señala el concepto científico, la flecha del tiempo viaja sin interrupción del pasado al futuro pasando por el presente. Y no se puede avanzar en sentido contrario al de la flecha. El tiempo ha sido, en los 112 días transcurridos desde las elecciones generales, el concepto decisivo de los movimientos de los actores políticos hacia el futuro de un gobierno inverosímil o de una segunda vuelta de los comicios. El tiempo o, mejor dicho, la administración del tiempo es la seña de identidad de Mariano Rajoy en su larga carrera política. El tiempo o, mejor dicho, la lucha contra el tiempo es la seña de identidad de Pedro Sánchez en su corta carrera política.
Los tiempos de Rajoy y Sánchez se han confrontado en el escenario durante 112 días y, de momento, el líder del PP ha ganado la batalla. «El tiempo de Rajoy es de opositor, que nadie se olvide», dijo esta semana una colaboradora del presidente en funciones.
Es la flecha que tarda años en llegar a su destino. El tiempo de Sánchez es de más vale pájaro en mano que ciento volando. La flecha veloz. De 90 escaños a La Moncloa, sin pasos intermedios. El líder socialista, desoyendo los consejos de quienes le dijeron que con su escueta representación parlamentaria debía pasar a la oposición y no intentar siquiera formar gobierno, pilló al vuelo el ofrecimiento de investidura del Rey el 3 de febrero. El tiempo de Sánchez empezó ese día y terminó el 8 de abril. El candidato socialista puso en marcha el reloj de la democracia para unas nuevas elecciones, según él mismo dijo en el debate de investidura, pero al mismo tiempo también activó el calendario de su fracaso. Un fracaso que, a la luz del tiempo, tiene su origen en el mandato del Comité Federal.
El PSOE prohibió a su líder pactar con el PP, llegar a La Moncloa con la abstención de nacionalistas e independentistas y negociar con Podemos si la formación morada no renunciaba al derecho de autodeterminación. Así, atado de pies y manos, Sánchez se ha movido con habilidad dentro de esas ataduras, pero no ha podido liberarse de ellas. Podemos, su único socio posible en la mayoría parlamentaria soñada, tampoco ha estado dispuesto a desatarle, una vez que Sánchez quiso administrar su tiempo haciendo pareja con Albert Rivera.
El rápido movimiento de Pedro Sánchez para atrapar su tiempo acabó convirtiéndose en un regalo para Mariano Rajoy, que ha podido jugar con sus reglas durante 112 días. La «sonrisa del destino» de la que habló Pablo Iglesias no se le ha aparecido a Pedro Sánchez, sino a Mariano Rajoy. Las luces han enfocado las idas y venidas del líder socialista con Albert Rivera y Pablo Iglesias como actores secundarios, mientras el ganador de las elecciones administraba tranquilamente su tiempo desde La Moncloa. Si Sánchez no hubiera cogido el testigo para correr, Rajoy tendría que haber salido de su madriguera. La apuesta del presidente del PP, no obstante, ha sido arriesgada. Durante tres meses, ha asistido impertérrito al espectáculo, mientras la opinión publicada le veía convertido en un líder petrificado, sin papel y sin futuro. Por momentos, pareció que Albert Rivera ejercía el liderazgo del centro-derecha. Una vez que Sánchez ha naufragado en su intento de ser presidente del Gobierno, la perspectiva ha cambiado.
«El único que ha tenido conciencia verdadera del tiempo es Rajoy. ¿Qué hubiera pasado si llega a ir a la investidura sin los votos para ser presidente? A lo mejor ahora no estaría en La Moncloa. Sánchez y Rivera han sobrevalorado la influencia que tienen los medios de comunicación y los poderes financieros en España en general y en el PP en particular. Hace tres meses mucha gente creyó que Rajoy era un cadáver y no les ha salido bien», aseguran fuentes cercanas al presidente en funciones.
En opinión de sus colaboradores, «Rajoy no ha acertado siempre en los tiempos, pero esta vez sí. Hizo un buen diagnóstico de la situación. Con el resultado electoral, una vez que quedó claro que este PSOE no iría a la gran coalición, creyó que sólo quedaban dos posibilidades: Gobierno PSOE-Podemos, o elecciones. En esa obra él no tenía papel. Había que esperar a que desaparecieran los actores secundarios. El error de Sánchez ha sido pensar que su acuerdo con Rivera lo podrían certificar Podemos o el PP. Sánchez se ha dejado llevar por el espejismo y Rivera por la inexperiencia».
La flecha del tiempo ha vuelto sobre sus pasos y apunta ahora a Mariano Rajoy. Como si regresáramos al 21 de diciembre. Pero el tiempo ha pasado en su beneficio. A diferencia de Sánchez, que se ha visto obligado a ser el actor principal durante casi tres meses, Rajoy sólo tendrá que llenar el escenario unos 20 días, los que restan hasta que se cumpla el plazo para unas nuevas elecciones. Los planes del líder del PP pasan, según sus colaboradores, por dejar pasar esta semana que viene hasta la resolución del referéndum en la que las bases de Podemos se pronunciarán sobre el pacto Sánchez-Rivera. A partir del 18, ya sólo quedará una semana y Rajoy se pondrá en contacto con Pedro Sánchez y quizá también con Albert Rivera para una última foto a la desesperada.
Según fuentes del PP, Mariano Rajoy nunca se ha planteado gobernar con 163 escaños, razón por la cual no quiso empezar una negociación con Ciudadanos. Tampoco pasó por su cabeza la posibilidad de un Gobierno provisional de dos años. En contra de la opinión generalizada, Rajoy no contempló con buenos ojos la propuesta de Felipe González y otros destacados socialistas de un Gobierno presidido por el PP e investido gracias a la abstención del PSOE. Su única alternativa ha sido siempre una coalición PSOE-PP en serio y para cuatro años. Una vez que esa salida era imposible, se dispuso a esperar a que transcurrieran las horas en el reloj del tiempo activado por Sánchez.
Las encuestas electorales que se han publicado durante estos tres meses son un elemento fundamental para el alivio de Mariano Rajoy y del PP, partido que ha vivido en nerviosismo las idas y venidas, mientras su líder permanecía inerte. Los sondeos no recogen desgaste alguno por parte del PP y en la última encuesta publicada por este diario, Mariano Rajoy era el líder mejor valorado por sus votantes.
Del resultado de las próximas elecciones dependerá el futuro de Rajoy. La mejor de las hipótesis –que PP y Ciudadanos completen la mayoría absoluta– abre el interrogante de si Albert Rivera –teóricamente el gran beneficiado por la flecha del tiempo entre la primera y la segunda convocatoria electoral– pondrá como condición la salida de Rajoy para facilitar un Gobierno del PP. Si el candidato popular bajara de los 123 escaños, esa hipótesis podría plantearse. Si, por el contrario, el PP mejorara en junio los resultados de diciembre, sería difícil que el partido sacrificara a su cabeza de lista así como así.
Del mismo modo que el PP no sufre desgaste, tampoco el PSOE remonta en ninguna de las encuestas publicadas por los medios. Los socialistas acudirán a las elecciones con Pedro Sánchez como candidato y algunos dirigentes del partido confiesan que firmarían un gobierno PP–Ciudadanos tras las elecciones de junio para que el PSOE pueda reflexionar sobre su futuro con más calma y en la oposición. Este escenario, sin embargo, ya corresponderá a otro tiempo. A partir del 27 de junio.
EL MUNDO – 10/04/16