Mariano Rajoy perdió ayer, como estaba previsto, la primera votación de investidura –170 apoyos frente a 180 rechazos–, pero mañana, a las 20.00 horas, la ganará. Ayer ya hubo un anticipo de victoria porque el candidato del PP se impuso en el debate. Llegó con las dosis justas de réplica preparadas para cada uno de sus rivales: comedida para el PSOE, desbordante para Podemos, imperceptible para Ciudadanos, contundente para ERC.
El aspirante lanzó un mensaje central en torno al cual hizo bascular todas sus intervenciones: toca abrir una etapa de entendimiento que haga posible una legislatura de oportunidades, preservando las guías económicas fundamentales –las principales reformas aprobadas en los últimos años– y explorando caminos que permitan un nuevo progreso.
Pidió para ello la ayuda y el compromiso de la Cámara y dijo estar dispuesto a hacer cuanto esté en su mano para facilitar el pacto y el acuerdo, principalmente con el PSOE, la fuerza clave que ayer se le resistió, pero que mañana con la abstención de la mayor parte de sus 84 diputados abrirá la puerta a la conformación del Gobierno.
Rajoy reclamó ayuda para poder gobernar. Sólo la investidura no basta. La aprobación de los Presupuestos para 2017 ha de ser el primer paso, la prueba de fuego del auténtico desbloqueo. Así se lo pidió a Ciudadanos y sobre todo al PSOE.
Albert Rivera, con quien el PP tiene suscrito un acuerdo de 150 medidas, no plantea obstáculos insalvables. El futuro presidente lo sabe. Con ellos el objetivo es que no apoyen iniciativas derogatorias que afecten a las leyes y reformas que, según Rajoy, han sido fundamentales para rescatar al país de la recesión.
Caso distinto es el del Grupo Socialista, obligado a marcar distancias para no ser presa fácil del discurso de Podemos, que ya le sitúa como una de las columnas de lo que Iglesias define como «la Triple Alianza».
El portavoz impostado del PSOE, Antonio Hernando, que defendió durante meses a capa y espada el «no es no» y ahora debe apostar por la abstención, se esforzó con un discurso de advertencia: «No tiene usted ni nuestra confianza ni nuestro apoyo. Ya le adelanto que será muy difícil que apoyemos sus Presupuestos. Tendrá que conseguir la gobernabilidad semana a semana, y la estabilidad, votación tras votación».
Hernando se esforzó por explicar el viraje socialista y presentó la abstención que la mayoría de los diputados del PSOE darán mañana a Rajoy como un «compromiso con España», como la única forma de terminar con el bloqueo político y de evitar las terceras elecciones, de las que dijo que serían un desastre para el país.
Rajoy daba la actitud del PSOE por descontada. En relación con los socialistas, para él lo trascendental era el desbloqueo. Una vez conseguido, confía en que el terreno de juego, aunque plagado de obstáculos, ofrezca posibilidades. «La responsabilidad de la gobernabilidad es sobre todo mía», admitió el presidente in pectore, «pero no sólo; espero que la que demostrarán con su abstención la extiendan hacia el futuro».
El candidato insistió en que «hay unos mínimos de gobernabilidad sin los cuales España correrá el riesgo de vivir una legislatura estéril». «Yo», aseguró, «voy a apuntarme a construir». Y para dar muestras de buena voluntad hacia el PSOE apuntó su disposición a «hacer todo lo posible para reflexionar conjuntamente sobre la España que queremos». Sólo habrá una condición: respetar la ley o, lo que es lo mismo, la soberanía nacional, la unidad de España y la igualdad entre españoles. Rajoy no quiso hablar de una reforma amplia de la Constitución, pero sugirió que no todas las puertas están cerradas. «Ofrezco», añadió refiriéndose al problema catalán y a la vertebración territorial, «mi máxima disposición al diálogo aun cuando no esté claro ni el formato ni el foro».
Igualmente intentó tender puentes cuando anunció la suspensión de los efectos académicos de las reválidas al menos hasta que se consiga el pacto nacional por la educación que propuso el miércoles.
Con el líder de Podemos, Rajoy mantuvo un auténtico rifirrafe. Iglesias se apuntó a la estrategia de la provocación y se arrogó, una vez más, la representación de la calle y de lo que él entiende por «patria». Despreció al Congreso e incluso dudó del honor de la Cámara, e intentó presentar de nuevo a PP y PSOE como la misma cosa, cebándose con los socialistas por su viraje a la abstención. «De aquí saldrá más PP, más corrupción, más inmovilismo, más recortes, más de lo mismo», vaticinó antes de asegurar que Podemos será la auténtica «oposición» y más pronto que tarde llegará al poder.
Fue entonces cuando superó la raya: «Aquí dentro hay más potenciales delincuentes que fuera». Luego citó nombres como el del ex ministro José Manuel Soria o el del ex diputado Vicente Martínez Pujalte, sin importarle el hecho de que sobre ellos pese una sentencia condenatoria.
Rajoy, probablemente uno de los pocos parlamentarios a los que Iglesias no consigue soliviantar, empleó en su respuesta un tono aleccionador: «Reflexione, por favor; si somos tan malos, ¿por qué tenemos más apoyo que ustedes? Recuerde los resultados del 20-D y del 26-J, los suyos y los nuestros. Yo gané las elecciones; usted, no».
El candidato reprochó a Iglesias que más allá del discurso encendido no hubiera presentado propuesta ni idea alguna para el futuro del país y, de paso, le recordó los 1,2 millones de votos que Podemos, pese a coaligarse con IU, se dejó en el camino entre diciembre y junio.
Con Albert Rivera el cara a cara se saldó sin sorpresas. El líder de C’s enhebró una intervención suave con continuas alusiones a la necesidad de arrimar el hombro y trabajar para que el país recupere la marcha. Sus apuntes más acerados estuvieron dirigidos a Podemos, a quienes recomendó «menos gritar y más dar soluciones a los españoles».
Defendió el pacto de 150 medidas suscrito con el PP y lo presentó como un compendio de exigencias arrancado por su partido a los populares. «No queremos populismo ni inmovilismo, queremos», dijo Rivera, «una tercera vía de modernización».
A Rajoy prácticamente no le apretó las tuercas, aunque recordó que C’s reclamará una comisión de investigación sobre la corrupción en el PP. El candidato dio por hecho que con Rivera será posible pactar más cosas que las incluidas en el acuerdo de agosto. Y sólo le planteó una demanda: comprometerse a no derogar las grandes reformas aprobadas bajo su mandato.
SÍ NO EL PP VE UN «Buen papel» EN eL PSOE Y A C’S «DESDIBUJADO»
Debate de «guante blanco». Así vivió ayer el PP el enfrentamiento entre Mariano Rajoy y sus dos virtuales apoyos parlamentarios: PSOE y Ciudadanos. Destacan el «buen papel» del portavoz socialista, Antonio Hernando, mientras que creen que Albert Rivera se ha quedado «desdibujado». «No sabe muy bien cómo afrontar la legislatura», señalan fuentes ‘populares’ sobre el líder de C’s y su continuo intento de destacar su apoyo a Rajoy y, a la vez, distanciarse de él.
Los diputados ‘populares’ no entendieron la amenaza de Rivera de retirar el apoyo al PP – el líder de C’s advirtió a Rajoy de que si seguía «sacando pecho» de algunas de sus medidas se pensaría el voto – y le afearon también la repetición constante de conceptos y personajes como «la Transición», «Adolfo Suárez» o «Montesquieu».
Un diputado lo explicaba de manera gráfica: «Tú vas a las tertulias pertrechado de datos y ellos sólo hablan de la necesidad de alcanzar acuerdos. Son muy ‘happy’». Desde el PP insisten en que C’s está «desubicado». Y ellos no contribuirán a que encuentren su sitio. Ayer resultó llamativa la insistencia del ministro de Educación en funciones, Íñigo Méndez de Vigo, en atribuir el cambio sobre las reválidas a la petición del PSOE, no de C’s.
La prueba del cambio de etapa en la política española la proporcionaron las alabanzas que el portavoz socialista recibió de las filas del PP: «Ha solventado bien la papeleta». «Ha sabido», señalaron los ‘populares’, «pivotar entre la explicación de la abstención y la defensa de los valores del socialismo». No obstante, se mostraron sorprendidos con que no atacara más a Podemos.
La formación de Pablo Iglesias molestó profundamente al PP por sus acusaciones de «potenciales delincuentes». Desde su escaño, María Dolores de Cospedal le llamó «sinvergüenza». Pero en el balance final de la jornada, donde como en otras investiduras el lance más destacado se produjo entre Rajoy e Iglesias, el resumen de los ‘populares’ es que «Pablo siempre sale muy torero y empieza a dar pases a uno y a otro. Luego acaba siempre como un corderito: ‘Me gusta debatir con usted, señor Rajoy’». MARISOL HERNÁNDEZ