Editorial, LA VANGUARDIA, 21/11/11
LA aplastante victoria de Mariano Rajoy en las elecciones generales celebradas ayer dibuja con nitidez cuál es la voluntad de los españoles: un gobierno fuerte que haga frente a las dificultades actuales. Los 186 diputados alcanzados por el Partido Popular, el mejor resultado de su historia, no sólo lo son por la crisis económica, por la falta de discurso de la izquierda española o por los errores del presidente Zapatero; también son consecuencia del giro centrista que ha impuesto Rajoy al gran partido conservador español. El futuro presidente tiene por delante una tarea ingente, como él mismo reconoció anoche, en su primer mensaje tras el triunfo electoral, que fue moderado, prudente y conciliador. Debe tender rápidamente puentes a los partidos más próximos –CiU y PNV– para ensanchar su mayoría social. Por otro lado, la derrota del PSOE pone punto final al zapaterismo como ideología y estrategia de un tiempo político de casi ocho años. La abultada derrota, que hoy todos atribuirán a Rubalcaba, tiene otros padres, tanto o más responsables que el candidato: desde la pétrea ministra de Defensa, Carme Chacón, que ha sido pagada por el electorado catalán con la misma moneda que ella ha empleado durante estos años de olvido absoluto de cuáles eran sus electores –su mundo y sus objetivos estaban en Madrid–, que le habían dado 25 diputados en el 2008, hasta todo un ramillete de ministros. En Catalunya, Duran Lleida logra un triunfo histórico, similar al de Mas en la Generalitat y al de Trias en la alcaldía de Barcelona, y en unas condiciones enormemente difíciles. No sólo por el tsunami del PP, sino por las zancadillas, no sólo políticas, que han padecido el candidato y Convergència i Unió durante la campaña.
Editorial, LA VANGUARDIA, 21/11/11