ABC 07/12/13
· El presidente del Gobierno destaca el «vigor» de la Constitución y advierte de que una modificación requiere un consenso político «muy amplio»
Pese a que el centro del homenaje era el texto constitucional promulgado en 1978, el debate sobre la conveniencia de una reforma se impuso ayer en el homenaje que se rindió en el Congreso de los Diputados. Nada más llegar, el presidente del Gobierno se refirió al balance «absolutamente positivo» que presenta la Constitución después de 35 años de vigencia. Rajoy recordó que en 1978 los partidos políticos y la inmensa mayoría del pueblo español quisieron ponerse de acuerdo, aparcando las diferencias, para lograr un marco de paz, libertad y convivencia. Desde entonces, España ha progresado como no lo había hecho antes en toda su historia, según subrayó el jefe del Ejecutivo.
Posiciones distantes El jefe del Ejecutivo y el líder del PSOE coinciden en que «la Carta Magna es reformable», pero discrepan en el cómo
Ante los que exigen una modificación de la Constitución, Rajoy sostiene que la Carta Magna «se puede reformar como cualquier obra humana», y de hecho ya se ha hecho en dos ocasiones anteriores. La última vez fue en el verano de 2011, cuando el PP y el PSOE se pusieron de acuerdo para cambiar el artículo 135 con el fin de incorporar el principio de estabilidad presupuestaria. La primera reforma se acometió en 1992, para adaptar el Tratado de Maastricht. «La Constitución está en pleno vigor», según Rajoy, pero si se quiere reformar «se necesita un consenso muy amplio», similar al de 1978 o incluso superior, y el cambio tendría que servir «para unir más a los españoles» en torno a la Constitución, y no para dividir.
Pero junto al consenso, Rajoy cree que hace falta que exista un objetivo claro en la reforma, además de un momento político adecuado, que no afecte a la estabilidad. El Gobierno considera que no se da ninguno de esos requisitos, como se puso de manifiesto en el último Debate sobre el estado de la Nación, cuando se escucharon al menos media docenas de propuestas de reforma, ninguna coincidente y con objetivos dispares o contradictorios.
De hecho, tras saber que Rubalcaba había vuelto a insistir en pedir la reforma, Rajoy respondió así, en una conversación informal con periodistas: «No me cierro en banda a reformar la Constitución, pero hay que saber para qué y con quién contamos». Explicó que ha hablado con el secretario general de los socialistas sobre este asunto, pero sin entrar en detalles, ya que Rubalcaba no ha planteado nada concreto. Además, insistió en que ahora la prioridad del país es salir de la crisis económica. El líder de los socialistas no negó la mayor, el necesario consenso, ya que difícilmente puede hacerlo, pero derivó el debate hacia la conveniencia de abrir las negociaciones y ver después en qué hay acuerdo. La reforma también presidió el discurso del presidente del Congreso y los habituales corrillos entre políticos y periodistas durante el cóctel en el Salón de los Pasos Perdidos.
Pocos barones autonómicos
Además de representantes de prácticamente todos los poderes e instituciones del Estado, un gran número de embajadores extranjeros se desplazaron hasta la Cámara Baja, lo que no hicieron los nacionalistas e independentistas (CiU, PNV, ERC, Amaiur, BNG, CC, Compromis) ni IU, que se acercó para anunciar su no participación en lo que consideró un «teatrillo». El vacío fue especialmente llamativo en el caso nacionalista catalán, ya que el pulso secesionista se convirtió en el segundo tema de debate durante la jornada. Y tanto UPyD como PSOE demostraron cómo se puede hacer compatible el homenaje a la Constitución con proponer su reforma. La ausencia de presidentes autonómicos fue notable, ya que solo acudieron cinco de 17, aunque muchos de ellos celebraron el Día de la Constitución en sus respectivas Comunidades.
Posada invitó a almorzar a los expresidentes del Congreso, mientras que la nota de color la pusieron los médicos del hospital Ramón y Cajal fotografiándose con Rajoy y Posada.