Gobierno y PP paladearon ayer la derrota de la moción de censura de Pablo Iglesias en el Congreso como un delicioso bocado. El resultado se conocía de antemano, pero los populares no se han privado de disfrutarlo. A lo largo de dos días se han alimentado de él hasta sentirse totalmente complacidos.
La segunda investidura política de Mariano Rajoy esta legislatura se ha vivido en el PP con la misma sensación de triunfo que la verdadera, en octubre pasado. Ha sido un acto de reafirmación colectiva tras los últimos escándalos. El Gobierno y el partido acumulaban magulladuras de distinto grado. La crisis de Murcia; el caso Lezo y la entrada en prisión de Ignacio González; la rebelión de los fiscales y la dimisión del fiscal Anticorrupción, Manuel Moix; la inminente declaración de Rajoy en la Audiencia Nacional; la comisión parlamentaria sobre la financiación del partido; la sentencia que declara inconstitucional la amnistía fiscal… Unas últimas semanas muy duras para los populares que sólo los datos económicos y la aprobación de los Presupuestos han aliviado algo.
En medio de esta vorágine, Podemos registró su censura y, tras dos días de debate, el Gobierno se muestra notablemente satisfecho. Distintas fuentes consultadas ayer del Ejecutivo y del partido coincidían en que el presidente ha salido «reforzado». En la exhibición de sus argumentos y en su actuación. Rajoy no se ha escondido y ha encarado en solitario la réplica a la moción, indican. De hecho, se alaba singularmente que contestara tanto a Irene Montero como a Iglesias. Ha sido, sostienen fuentes populares, una afirmación de su liderazgo. Un paso adelante, en lugar de su habitual querencia a quedarse quieto.
Se ha visualizado que no existe «alternativa», mantienen. El Gobierno «sale bien», sale «mejor» del envite. Además, señalan fuentes del Ejecutivo, se ha producido un debate frente al populismo que era necesario.
El propio Rajoy confirmó, al término de la sesión, que estaba contento porque la «inmensa mayoría» de los diputados habían lanzado un «mensaje claro» de rechazo «a los radicales» y «extremistas».
En el Gobierno destacan además un hecho que consideran positivo. Se ha puesto de manifiesto, exponen, «la unidad con PSOE y Ciudadanos en defensa de la ley» en el conflicto catalán. Una de las consecuencias del debate es que se «ha fortalecido el entendimiento entre los tres». Al Ejecutivo le gustó especialmente el discurso del nuevo portavoz socialista, José Luis Ábalos, que subrayó el compromiso de su grupo de «impedir» cualquier iniciativa destinada a «romper» España.
En el PP no ven demasiado recorrido al incipiente flirteo entre PSOE y Podemos, ni temen la amenaza de Iglesias de una nueva moción de censura. Y aunque sus relaciones con Ciudadanos no atraviesan un buen momento, ayer pasaron por alto todas las collejas de Albert Rivera en aras de lograr la paz.
El líder de Ciudadanos volvió a afear a Rajoy su «no al Rey» para formar Gobierno y recordó que Cristóbal Montoro hizo en 2012 «la mayor subida de impuestos de la democracia». Nadie le contestó. Después, en los pasillos del Congreso, fuentes del Ministerio aseguraron que «no se entera de nada» y que en 2015 y 2016 se han bajado.
El portavoz popular, Rafael Hernando, puso el broche a la sesión con una diatriba contra Podemos. Rajoy le felicitó pese a un resbalón con Irene Montero.