· El G-8 se queda reducido a dos miembros, y los vicesecretarios ‘ministrables’ se mantienen fuera del Gabinete para que se ocupen del partido ante el próximo congreso nacional
El segundo Gobierno de Mariano Rajoy es en lo fundamental como el primero (el de 2011), pero sin los ministros en edad de jubilación y con María Dolores de Cospedal en Defensa a la espera de lo que pase en el próximo congreso del PP con la secretaría general. En un nuevo ejercicio de equilibrios internos, el jefe del Ejecutivo mantiene el poder de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, le quita la portavocía pero le añade Administraciones Territoriales para que lidie con las autonomías y el desafío independentista en Cataluña. Todavía más responsabilidades de gestión política para la ‘vicetodo’, pero menos margen para cultivar su buena imagen.
El nuevo Gabinete de Rajoy —que este lunes a las nueve de la mañana jura o promete sus cargos en Zarzuela y a las 10 se reúne en Consejo de Ministros— repite el núcleo duro del saliente, desde la vicepresidencia política única al equipo económico bicéfalo: Cristóbal Montoro en Hacienda y Luis de Guindos en Economía. Ambos tienen cambios en las competencias, pero siguen encargados de las mismas funciones fundamentales que antes, el primero hacer los Presupuestos y el segundo ‘venderlos’ en la UE.
Sáenz de Santamaría mantiene íntegro su poder en el Ejecutivo como responsable de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Centro Nacional de Inteligencia. Tal y como ella diseñó hace cinco años para romper los últimos vínculos formales del CNI con el Ministerio de Defensa, ya controlado desde La Moncloa en tiempos del PSOE.
La vicepresidenta pierde el papel de portavoz del Gobierno que también le encargó Rajoy entonces, y ahora lo desempeñará Íñigo Méndez de Vigo junto con Educación, Cultura y Deporte. Pero Santamaría asume una parte del antiguo Ministerio de Administraciones Públicas, el que afecta a las relaciones políticas con las autonomías. La misión especial es hacer frente a la apuesta por la secesión de la Generalitat. Ya se ocupaba de ello al tutelar la presentación de recursos ante el Tribunal Constitucional.
Para que algo cambie, Economía se queda la parte menor de la anterior cartera de Industria y Competitividad para que nazca un nuevo ministerio, el de Energía, Turismo y Agenda Digital, con la parte ‘mollar’. Álvaro Nadal, hasta ahora responsable de la oficina económica de La Moncloa y como tal próximo a Sáenz de Santamaría, asume ese departamento de nuevo cuño.
Íñigo de la Serna, alcalde de Santander, hombre de partido y marianista sin más, completa el área económica del Ejecutivo al frente del Ministerio de Fomento. Es una de las seis incorporaciones que registra el Gabinete, lo que en términos numéricos supone una renovación del 40%.
El afán por los equilibrios internos
Pero las novedades fundamentales afectan a los ministerios llamados ‘de Estado’, que es donde se repiten las muestras del afán de Rajoy por los equilibrios internos. María Dolores de Cospedal se convierte en ministra de Defensa mientras que uno de sus hombres de confianza (y de Rajoy), como es Juan Ignacio Zoido, llega al departamento de Interior.
El exalcalde de Sevilla, juez de carrera y actual presidente de la Comisión Constitucional del Congreso, empezó su andadura en el aparato del partido de la mano de Javier Arenas, luego coincidió con Cospedal cuando fue delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha y después, en las peleas internas en el PP andaluz, tuvo siempre el respaldo de la secretaria general desde la sede de Génova.
Para remachar la clave interna de la irrupción de Cospedal en el Gabinete, está el nombramiento para la cartera de Sanidad y Servicios Sociales de Dolors Montserrat, dirigente del PP catalán y también alineada con la secretaria general.
Adiós al G-8
El precio de que Sáenz de Santamaría mantenga su peso en el Gobierno y Cospedal irrumpa con fuerza lo paga el llamado G-8, el grupo de ministros más veteranos y amigos personales de Rajoy, ya muy a la baja después de las salidas de José Ignacio Wert, José Manuel Soria y Ana Pastor. Al presidente del Gobierno no le ha temblado el pulso a la hora de prescindir de sus amigos José Manuel García-Margallo y Jorge Fernández Díaz, los únicos que caen del antiguo Gobierno pese a su deseo de seguir.
Pedro Morenés, que no es del PP pero sí persona de la máxima confianza de Rajoy, se había despedido después de las elecciones de diciembre pasado y ahora se mantenía a la espera de las instrucciones de su jefe: su jubilación es voluntaria.
Del G-8 no queda más que Rafael Catalá e Isabel García Tejerina, sus miembros más jóvenes, y en los mismos ministerios: Justicia y Agricultura. A Exteriores llega Alfonso Dastis, ya embajador de España en la UE. Rajoy le conocía de las cumbres europeas. «Es el elegido que menos iba a molestar a Margallo», apuntan en fuentes de la vieja guardia del PP.
La última clave interna del Gabinete está entre los ministrables que nunca lo fueron pero quisieron serlo. De Cospedal para abajo, ningún miembro del ‘aparato’ de Génova entra en el Gobierno, pese a que dos vicesecretarios aspiraban a ello. El mensaje del jefe es claro: su misión es preparar el próximo congreso del partido, en principio para enero o febrero, donde se deben renovar los proyectos y la dirección del mismo. Pero de Rajoy para abajo.
Queda pendiente para esa cita la posibilidad de que la secretaria general desee también seguir pese a que Defensa precise una dedicación total como ministerio ‘de Estado’, como destacan en la sede de Génova.