EL MUNDO 13/11/14
· «No lo veo», dice el presidente, que reta a Pedro Sánchez a concretar su propuesta Tacha de «fracaso» el «simulacro electoral» y se niega a pactar un «referéndum de verdad» con Mas
Rajoy ha dicho «no». Ni habrá referéndum, ni promoverá una reforma de la Constitución, ni impulsará cambios en la cúpula del PP, ni remodelará el Gobierno. Las cosas seguirán como están. El problema catalán ha entrado, por lo menos en lo que a él respecta, en vía muerta. Y si alguien, como el PSOE, mantiene que la solución a las tensiones nacionalistas pasa por revisar la Carta Magna, tendrá que asumir la autoría de la propuesta, articularla y recabar los votos para sacarla adelante, sabiendo desde ya que el Gobierno «no lo ve».
Artur Mas recibirá en los próximos días una respuesta negativa a la carta que el martes remitió a La Moncloa reclamando la celebración de una consulta «definitiva, legal y pactada». Rajoy ve en esta demanda la «imposición de una ilegalidad», la pretensión de «liquidar la soberanía nacional», y todo ello sustentado en la aspiración de una parte minoritaria de los catalanes e ínfima de los españoles. «Eso no puede ser, ya lo adelanto», afirmó ayer contundente.Ç
El presidente siempre ha percibido en Mas un tono amenazante, una suerte de chantaje, un intento de ponerle contra las cuerdas: o esto o nada. Y él rechaza entrar en el juego del «desafío».
Sólo hay, en su opinión, un camino «legal e inobjetable» para que el presidente de la Generalitat intente conseguir su propósito: proponer una reforma de la Constitución, aunque Rajoy ya advierte de que si con la misma lo que se busca es cambiar una sola coma de sus artículos 1 y 2 –que versan sobre la indivisible unidad de la nación y residencian la soberanía en el conjunto de los españoles–, el intento se estrellará contra un muro. «Nunca negociaré ni la unidad de
España ni la soberanía nacional», recalcó ayer rompiendo el desconcertante silencio de tres días que mantuvo sobre lo acontecido el domingo en Cataluña.
Esa vía, por tanto, está cerrada, máxime cuando Artur Mas no cuenta ni de lejos con los apoyos necesarios para plantearla.
Tampoco tiene muchas posibilidades la propuesta del PSOE de abrir negociaciones –los socialistas reclaman la creación de una ponencia constitucional en el Congreso– para reajustar la Carta Magna de acuerdo con un modelo federal. Y sobre ello, Rajoy repitió ayer lo que ha dicho en muchas ocasiones: es necesario que quien proponga la reforma explique con detalle qué quiere cambiar, con qué objetivo y, además, especifique cuáles son los respaldos que tiene. «No podemos estar en la operación de sacar conejos de la chistera», dijo.
El presidente rechaza que se lance la idea y a continuación se le pida que la encabece y la desarrolle, sobre todo porque él no cree en esa empresa. «El Gobierno, ahora mismo», subrayó, «no ve una reforma de la Constitución».
Y no la ve porque el objetivo prioritario, y prácticamente el único, sigue siendo el económico. Tanto es así que ayer volvió a tender la mano a la Generalitat –aun cuando Mas sea ya a sus ojos un gobernante que no se somete al imperio de la ley– para dialogar sobre cualquier iniciativa que aporte algo en el esfuerzo por dejar atrás definitivamente la crisis.
Rajoy confía poco en ello porque tras lo ocurrido el domingo –«un simulacro, una ilegalidad, un acto de propaganda», pero «nunca una votación democrática»– no aprecia en la estrategia de la Generalitat más que un monumental despropósito y un «profundo fracaso» del proyecto independentista.
«Tras tanto ruido, movilización y dinero malgastado», recalcó, «la gran mayoría de los catalanes ha renunciado a secundar el empeño. Pretendían exhibir fuerza y han mostrado debilidad». Lo que ha logrado Mas, en opinión del presidente, sólo ha sido «provocar una enorme fractura».
«No quiero», dijo, «una Cataluña dividida en la que unos impongan a los otros abandonar lo que es suyo. Este país nos pertenece a todos, es la casa de todos».
No quiso referirse el presidente en ningún caso al futuro judicial que le aguarda a Mas y a algunos de sus consejeros. La Fiscalía, aseguró, actúa con absoluta autonomía e independencia, pero sí defendió la posición que él ha mantenido en relación con el reto del independentismo catalán, descartando primero la posibilidad de mermar la autonomía catalana a través del artículo 155 de la Constitución y rechazando después la posibilidad de reclamar la retirada de las urnas y la clausura de los locales de votación.
«He actuado proporcionalmente; he estado donde tenía que estar; he hecho lo que tenía que hacer», afirmó tras mostrarse convencido de que a «algunos les hubiera gustado algo más drástico», y a las fuerzas independentistas que, del domingo, hubieran quedado «otras fotos» como recuerdo.