Editorial, LA VANGUARDIA, 24/11/11
Una de las sorpresas –relativa– de los comicios del pasado domingo fue la victoria en el País Vasco de Amaiur, coalición abertzale formada por Bildu, EA y Aralar. Victoria en escaños que no en votos, ya que pese a que el PNV obtuvo 40.000 papeletas más que la coalición independentista, esta logra un diputado más en el Congreso –seis–, a los que hay que sumar el conseguido en Navarra. En total, siete escaños por cinco de la formación nacionalista que, aunque no obtuvo malos resultados, limita el margen de actuación de los peneuvistas. Un éxito de la izquierda abertzale lógico por el anuncio de ETA de que abandona la lucha armada, aunque menor que el alcanzado por Bildu, en solitario, en las municipales.
Este sorpasso abertzale en el País Vasco tiene como consecuencia la mejora de sus perspectivas en las elecciones autonómicas previstas para 2013, si es que el PP sigue apoyando, como parece que es su intención, al Ejecutivo socialista de Patxi López para que no se vea obligado a adelantar los comicios. Es la primera vez que en unas generales el nacionalismo vasco (PNV y Amaiur) supera al llamado bloque constitucionalista (PSOE y PP) en casi cuatro puntos porcentuales, con un PSE a la baja y un PP que no ha remontado el vuelo. Una situación que, sin violencia de por medio, supone una novedad a tener en cuenta en el futuro.
Amaiur estará presente en el Congreso de los Diputados con grupo propio si supera las resistencias del PP de Rajoy. Los dirigentes populares ya han anunciado que agotarán «hasta el último resquicio legal» para impedir que los abertzales tengan voz propia en el hemiciclo. De entrada, el futuro presidente del Gobierno ya ha rechazado reunirse con la coalición en su ronda de conversaciones con los grupos con representación parlamentaria, alegando que sólo convoca a los partidos que mantienen un respeto escrupuloso de la Constitución. Un argumento no usado en otros casos similares, por ejemplo con ERC, y una línea de actuación que tiene el riesgo de alimentar más las perspectivas electorales de Amaiur, pero cuyo objetivo es meter presión para que ETA entregue finalmente las armas.
En este sentido, es previsible que Rajoy haga en el futuro inmediato el papel de la esfinge, que domina con soltura, con respecto al abertzalismo para esperar que la fruta madure y, al mismo tiempo, para calmar a los sectores más derechistas de su partido y de su electorado que esperan una política basada en el principio de que al enemigo, ni agua. Además, en el corto plazo, tanto al PP como a Amaiur les beneficia mantener el statu quo porque cohesiona a los populares y mejora las perspectivas electorales de los abertzales. Una situación que perjudica claramente al PNV por cuanto, por una parte, el éxito del independentismo es un freno que le obstaculiza seriamente para establecer acuerdos, aunque sean puntuales, con el Gobierno de Rajoy, y por otra parte se convierte en una amenaza para la hegemonía nacionalista en el País Vasco.
Está claro que al futuro gobierno no le debe interesar que el PNV quede preso por la pinza entre el no mover pieza y la emergencia de la izquierda abertzale. Cuantas más resistencias ponga a Amaiur, más perjudicará al nacionalismo moderado y le obligará a extremar su posición, perdiendo un posible aliado de cara a los retos que tiene por delante. Aunque Rajoy dispone de tiempo, cada gesto que haga o que no haga puede condicionar el futuro.
Editorial, LA VANGUARDIA, 24/11/11