EL MUNDO 09/04/14
· El presidente y el socialista coinciden en su rechazo al plan pero difieren en la solución
Rajoy y Rubalcaba coincidieron ayer en lo fundamental –el rechazo rotundo al plan soberanista– pero discreparon, y mucho, en el resto, esto es, en cómo enfrentarse al desafío independentista. El presidente del Gobierno y el líder de la oposición fueron tajantes, a cada cual más, sobre la inviabilidad jurídica y constitucional de la propuesta soberanista catalana. Ambos se mostraron de acuerdo también en que no hay más camino para los nacionalistas que el que va de la ley a la ley, esto es, una reforma de la Constitución. Pero a partir de ahí, todo fueron diferencias.
Como si hubiera habido un reparto previo de papeles –que no admitieron sus respectivos equipos–, Rajoy hizo un discurso más jurídico. El presidente dedicó un 80% de su tiempo a los argumentos legalistas contra la delegación de una competencia exclusiva del Estado que, además, es contraria en su contenido a la Constitución. El dirigente popular sólo se apartó de su pedagogía constitucionalista para, primero, negar el pretendido problema catalán; luego, advertir de las consecuencias del desafío soberanista; y, por fin, sólo para desmentir las acusaciones de inmovilismo, señalar la única puerta posible, la de una reforma constitucional en la que el Gobierno, en todo caso, sigue sin creer, precisamente, por la imposibilidad del consenso.
La ausencia de Artur Mas –que el propio Rajoy se ocupó de subrayar en un par de ocasiones– y el propio empeño del jefe del Ejecutivo en mantenerse firme en la estrategia de no avivar la confrontación con los nacionalistas, contribuyeron a que su intervención resultara poco vibrante –al menos, en comparación con la ya histórica sobre el plan Ibarretxe–. Pero sí fue muy eficaz, lúcida, clara y sinceramente aplaudida por la bancada popular.
Rajoy llegó a invocar la «patria», y hasta declaró su «amor» por Cataluña, pero el suyo no fue en absoluto un discurso inflamado. Ni siquiera tuvo la profundidad y la emotividad del mitin que dio ante los suyos en la Convención de Barcelona del pasado febrero. Se trataba ayer, según se explicaba desde el propio Gobierno, de no dar un solo paso por delante de las propuestas soberanistas, sino sólo de darles trámite.
Rubalcaba, por su parte, hizo una intervención más política, sentimental incluso, en la que apenas dedicó el 20% de su tiempo a los argumentos legales. El dirigente socialista construyó un discurso marcado por su alternativa, la reforma constitucional en sentido federal como solución para integrar en la Carta Magna las reivindicaciones nacionalistas que en parte tumbó el Tribunal Constitucional. Una reforma «para seguir juntos» y «para decidir juntos».
Rubalcaba pergeñó una intervención muy trabajada y consensuada con la dirección del PSC en Barcelona y con los diputados catalanes del Grupo Socialista. En la misma, hizo una llamada al Gobierno, a los diputados del Parlament y al resto de los partidos a «sentarse a dialogar» para construir un nuevo «pacto constituyente» 35 años después del de 1978.
El líder socialista consiguió convencer al ala menos nacionalista de su partido y a la más catalanista, según los comentarios tanto de los diputados del PSC como de los de tendencia opuesta. Todos reconocieron su contundencia y destacaron que fuera el único que planteó «una alternativa legal» frente «al monólogo» de los diputados catalanes y el «enroque» del presidente del Gobierno.
Rubalcaba rechazó de forma rotunda el derecho de autodeterminación y la independencia de Cataluña porque no figuran en ninguna Constitución del mundo y quienes los defienden «lo hacen para irse».
Eso sí, en una diferencia fundamental con Rajoy, reconoció que existe «un problema serio de convivencia» entre Cataluña y el resto de España. Un problema que hay que afrontar con «diálogo» y «de acuerdo con la legalidad», reformando la Constitución y dejando después que todos los españoles decidan en referéndum sobre esa reforma.
«Voy a intentar convencer al presidente para que lo intentemos», concluyó su segunda intervención Rubalcaba, porque estamos, aseguró, «ante un tema dramático».