EL MUNDO 02/03/14
· Mas, dispuesto a romper con ERC a cambio de mejor financiación y blindar la inmersión
Artur Mas está desesperado. Sabe que puede tensar más la cuerda, pero que no va a ninguna parte. Ya no sabe qué hacer para que Mariano Rajoy le ofrezca una salida que le permita salvar la cara. Le ha mandado a toda clase de emisarios –banqueros, empresarios, hombres de confianza– y, lo que hace un año era un órdago, hoy es una súplica para evitar un conflicto que a nadie interesa y en el que siempre pierde el más débil.
En Moncloa prevalece la imperturbabilidad de su inquilino y quienes le han escuchado afirman que se ha mostrado tajante al rechazar de plano que quien ha causado la tensión exija que se la resuelvan al verse superado por ella. Se da por hecho que Mas convocará la consulta, pero también que cumplirá su palabra de no hacer nada ilegal, aunque sólo sea porque sabe mejor que nadie que ningún Estado de la Unión Europea reconocería a Cataluña en caso de declaración unilateral de independencia, y que no habría manera de evitar el aislamiento. Frente al voluntarismo de la afición nacionalista, instalada en la especulación ilusoria, está la lógica del poder y de los Estados y la propia naturaleza de la Unión.
Mas no lo sabía cuando inició su desafío, pero poco a poco lo ha ido aprendiendo y por eso busca una salida. Estaría dispuesto a romper su alianza con Esquerra si Rajoy le ofreciera algo parecido a un concierto económico y el blindaje de la inmersión lingüística; o, preferiblemente, un cambio constitucional que confiriera a Cataluña un nuevo rango político. Pero Moncloa no va a ceder: lo aseguró Rajoy en el Debate sobre el estado de la Nación y lo repitió horas después en un foro sobre Europa celebrado en Madrid. La única reforma constitucional posible, y creíble, es la que imponen la Unión Europea y sus directrices. De hecho, es mucho más probable que Europa exija finiquitar el concierto vasco y navarro que admitir gentilmente secesiones en cualquiera de sus Estados.
Rajoy no podría ofrecer ni queriendo este pacto o concierto, pero podría estar dispuesto a revisar el sistema de financiación autonómico y a estudiar con la Generalitat cuáles son las necesidades de Cataluña para los próximos años. Los que mejor le conocen aseguran que está especialmente satisfecho tanto por las formas como por el contenido de los fructíferos acuerdos a los que han llegado la ministra de Fomento, Ana Pastor, y el consejero de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat, Santi Vila. La reivindicación de Vila, en un artículo recientemente publicado en La Vanguardia, de la figura del arquitecto y político Puig i Cadafalch, se entendió en Moncloa como que otra Convergència es posible, basada en un catalanismo más integrador y productivo, dispuesto a entender que el progreso de Cataluña y España van inevitablemente unidos.
La diferencia entre el alto precio que el Gobierno tuvo que pagar para rescatar los bonos patrióticos que emitió el tripartito y el bajo interés al que en cambio el Gobierno le ha podido prestar dinero a la Generalitat en los últimos meses es un dato definitivo en este sentido.
Esta idea, la de que España, a Cataluña, le sale a cuenta, y que es su manera de ser próspera y europea, es la que el Gobierno quiere difundir con mensajes positivos y argumentos de peso, evitando la dinámica de declaraciones y contradeclaraciones, ofensas y agravios que de un modo decisivo reactivan el victimismo y generan decenas de independentistas por minuto.
Y habrá tiempo para ello, porque nadie cuenta con un adelanto electoral significativo. Las expectativas de Convergència están por los suelos y Esquerra necesita aprovechar su tendencia alcista para afianzarse en el territorio en las municipales del año que viene. El PSC quiere tiempo para convencer de su giro a su antiguo y huidizo electorado y el PP catalán también necesita tiempo para que la mejoría llegue a la máxima gente posible y el acierto de Rajoy supla el grave problema de liderazgo que su partido tiene en Cataluña. Ciutadans son los únicos que tienen prisa, porque sus cifras son blandas y sólo suben cuando hierve el conflicto. Un escenario de acuerdo les mataría.
Según fuentes del Govern, Mas intentará agotar la legislatura a la espera de arrancarle un buen acuerdo a Rajoy que le permita recuperar el centro y el millón y medio de votantes de cuando CiU tenía vocación de mayoría, justo antes de hacer ver que es independentista y de desangrarse en beneficio de ERC. En Convergència dicen no sentirse presionados por Esquerra para un eventual adelanto, y Junqueras recuerda a su público más ansioso que fue después de unas elecciones municipales cuando Francesc Macià proclamó su República.
La mejora sustancial de la economía y la creciente confianza en Rajoy y en su estilo generan en el Gobierno tranquilidad y optimismo. La inquietud aumenta en el bando nacionalista porque se va acercando la hora de pagar el precio de todos sus desafíos. Rajoy, dicen los suyos, siempre espera y nunca se anticipa a lo que todavía no ha sucedido. Mientras tanto continúan llegando emisarios a Moncloa en interminable desfile.