EL MUNDO – 29/12/15 – LUIS MARÍA ANSON
· El descalabro electoral ha obligado a Mariano Rajoy a encerrar los escapularios tácticos en el cajón de su mesa monclovita y salir al aire libre para enfrentarse en la puta calle con esa vieja ramera de la política que se vende en cada esquina. El líder del PP está negociando con Pedro Sánchez, con Pablo Iglesias y con Albert Rivera. Hace solo unos meses, la eminencia gris de Rajoy, Pedro Arriola, el gurú de Moncloa, dedicó su desdén a los «friquis» de Podemos y a los «insignificantes» de Ciudadanos.
Sublevado José María Aznar, irritados los barones de relieve del PP, zozobrantes los que van a perder sus cargos, Rajoy negocia contrito ante el paisaje del desasosiego. Se alejan a galope tendido las espaldas serviciales y solo algunas instancias internacionales y ciertos dirigentes del PSOE presionan sobre Pedro Sánchez para que no cometa el desatino de abrazarse al oso de Podemos. El líder socialista está consciente del peligro pero tienen clara su alternativa personal: o consigue presidir precariamente un Gobierno de Frente Popular o liquidará su carrera política para recluirse en su casa con el fracaso a cuestas. No es hombre de suerte Sánchez. Aseguran algunos socialistas que una vez entró en un pajar y se clavó la aguja. Ahora quiere hacer gloriosa su derrota, con el riesgo, eso sí, de exterminar un partido centenario.
Los rebuznos de la extrema izquierda se han apaciguado, tal vez solo de forma provisional. Pablo Iglesias se acerca a la gente asegurando, conforme a la idea de un político preclaro, que todo ciudadano es rey bajo un rey ciudadano. Lo que de verdad hace el podemita es tocar con discreción el arpa momificada de las costillas de Lenin, como escribiría el inolvidado Umbral.
Mariano Rajoy está cruzando la selva política con pocas probabilidades, aunque sí tiene algunas, de salvarse de la maldición de Arriola. En plena contorsión, sus palabras acadaveradas no hacen mella ni en Sánchez ni en Iglesias ni en Rivera. La musculatura de su mayoría absoluta parlamentaria se atrofió a causa de la máxima de «no hacer nada porque el tiempo lo arregla todo y lo mejor es tener cerrado el pico». Mariano Rajoy no ha sido capaz ni de anticiparse al órdago secesionista catalán ni de entender el valor en votos del humanismo cristiano para un partido como el PP ni de apartar la fiscoguillotina descargada por Montoro sobre los profesionales de clase media que le habían votado. El periodismo de la insidia, y jenízaro, por él protegido cuando no estimulado, tiznó por otra parte su política tal vez de forma irreversible.
Mariano Rajoy ha estado sobeta durante demasiado tiempo. Acertó de lleno al hacer frente a la crisis económica y reaccionó demasiado tarde ante los problemas políticos que zarandeaban a España, sobre todo el órdago secesionista catalán. Las políticas gallináceas pasan siempre factura y, aunque todavía queda alguna esperanza en la caja de Pandora, la realidad es que solo recibe como respuesta palabras indóciles y gestos herborizados. Los peperos que quieren preservar sus cargos sugieren un acuerdo con Sánchez para que en esta legislatura gobierne dos años el PP y otros dos años el PSOE. Fórmulas, en fin, para un Rajoy que negocia a la desesperada, mientras el viento se retuerce ululante y soturno, como escribió su paisano Valle-Inclán, y bordonea ya el mar engalernado de la política.
Luis María Anson, de la Real Academia Española.