EL MUNDO 13/07/14
· Reafirma que «lo que sea España sólo lo pueden decidir todos los españoles» y pide «menos agoreros y extremistas»
Durante meses la negativa de Rajoy a dialogar con Mas sobre la consulta soberanista ha sido recurrente. Ahora, algo se mueve, aunque sea muy poco. Habrá reunión y, sin duda, el referéndum independentista acaparará el foco de la cita, pero la respuesta del presidente no variará: «Lo que sea España sólo lo pueden decidir todos los españoles».
A Rajoy los cambios le gustan poco. Variar de rumbo, si el camino emprendido le ofrece confianza, le resulta difícil. Lo suyo es el sentido común, las bases sólidas, lo predecible. Por eso le cuesta cambiar ministros, acercarse a la calle o sencillamente dialogar con Mas. Aunque sea para decirle por enésima vez que no.
Ahora, sin embargo va a mover ficha. Mínimamente. Sólo en la forma, no en el fondo. El reto catalán se desborda y toca hacer un gesto. Se reunirá con el presidente de la Generalitat y será muy pronto.
Las reglas del juego para la entrevista, al menos por parte de Rajoy, están claras. No será él quien sorprenda. Sabe el presidente que en el encuentro no podrá impedir que Mas le exponga su plan sobre la consulta, le hable del deseo de una parte de la ciudadanía –mayoritaria, dice– a ejercer el derecho a decidir, ni del desapego creciente hacia España. En definitiva, no podrá evitar que Mas le insista en la necesidad de celebrar un referéndum, amparado en la Ley de
Consultas, incluso con la posibilidad de cambiar las preguntas del mismo.
Rajoy le escuchará y al final su negativa será tajante. Así se lo dictan las leyes y el sentido común. Ayer repitió sus razones. «No se puede exigir al presidente de un Gobierno que autorice un referéndum en contra de la decisión del Parlamento nacional, en contra de las resoluciones del Tribunal Constitucional, en contra de la ley, en contra de sus propias convicciones y en contra de lo que piensa el conjunto de los españoles».
Y más aún: «Lo que sea España no lo podemos decidir el señor Mas y yo en una conversación. Ni siquiera lo puede decidir un Parlamento de una Comunidad Autónoma, ni siquiera el Parlamento nacional. Lo que sea España sólo lo puede decidir el conjunto de los españoles».
Ésta es, de hecho, la posición que el presidente ha mantenido desde el día en el que, como recordó ayer en la clausura de la Escuela de Verano del PP, se enteró por la prensa de que Mas había decidido celebrar un referéndum, ponerle fecha unilateralmente y se anunciaban ya sus preguntas.
Ése día, en rueda de prensa, le dio a Mas su primer y definitivo no. Ahora, su posición sigue siendo la misma y así se lo repetirá en su entrevista. Una postura que, según Rajoy, «entienden incluso quienes no la comparten».
El presidente «sabe» que en Cataluña «hay un problema» y que se debe «afrontar». Es consciente de que no basta con el Fondo de Liquidez, ni con avales, ni con préstamos para pagar a proveedores. Lo reconoce, pero evita ir más allá, definir el «problema» con claridad y precisar sus ideas para solucionarlo.
En su opinión, Artur Mas se precipitó y ahora, él y su partido se enfrentan al abismo. No es Rajoy el único que lo cree. En los círculos políticos catalanes, algunos muy poco sospechosos de connivencia con el PP, barruntan que el presidente de la Generalitat, a estas alturas, es consciente de que la consulta no se celebrará, y ahora sólo busca «la mejor forma de morir». «Las cosas se piensan bien antes de hacerse», reconviene Rajoy, «porque luego pasa esto».
En cualquier caso, el presidente está ahora dispuesto a hablar pero sin que nadie se llame a engaño: «No voy a hacer aquello que ni puedo, ni debo hacer». Las cartas están boca arriba.
Cataluña es ahora el asunto más candente, pero para Rajoy la prioridad de fondo sigue siendo la economía. Ayer, ante los suyos, dibujó los perfiles de una España triunfal, para muchos ciudadanos irreconocible. Se apuntó el tanto de haber evitado el rescate, de haber saneado las cuentas públicas, de haber abierto el camino del crecimiento y del empleo. Desbordó, en definitiva, optimismo, y alertó frente a los que abundan en una visión negra, a su entender «injusta», de España. Sus arremetidas en este sentido contra el PSOE y, muy especialmente contra Podemos, fueron de grueso calibre.
«Aquí no sobra nadie pero, desde luego, sería muy bueno que hubiera menos extremistas, menos pesimistas, menos agoreros y que hubiera mucha más gente orgullosa de su país, con ganas de dar la batalla, con ganas de mejorar y de crecer».
El temor que provoca en el PP la formación que lidera Pablo Iglesias empieza a ser más que notable. Intentan anular la fuerza con la que han calado sus mensajes contra la corrupción y se apresuran a anticipar planes de tinte social y de regeneración democrática que les aproximen a los ciudadanos. Llegarán en septiembre. Es promesa del presidente.